Política

El hilarante monólogo de Tato Bores sobre el dólar que transmitió hace cincuenta años pero parece de ayer

Javier Milei acaba de ganar las elecciones primarias con la principal propuesta de dolarizar la economía. El argentino y el dólar, un amor imposible de 50 años.

Nota escrita por Gonzalo Ochoa Martínez en Infocielo

Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también. El cínico artista Enrique Santos Discépolo describía a la perfección en su tango Cambalache, hace casi cien años, cómo los problemas de la sociedad argentina eran cíclicos. Tanto, al punto que un monólogo sobre el dólar escrito por el genial Mauricio Borensztein, más conocido como Tato Bores, mantiene su vigencia cincuenta años después. Tal es así que uno de los candidatos a presidente más peculiares que tuvo nuestro país ganó en las elecciones primarias con promesas de libre mercado, ajuste y dolarización.

Para situar en tiempo y espacio al monólogo, se dio en agosto de 1962 durante la presidencia de José María Guido tras haber sido depuesto Arturo Frondizi. Fue este último el responsable de que el dólar se popularizara entre los argentinos, luego de que en 1958 avanzara con la liberación del mercado de cambios que había sido fuertemente regulado por el gobierno de Juan Domingo Perón. Cincuenta años más tarde, cepos y ajustes vuelven -o mejor dicho se mantienen- en la agenda social, económica y política nacional que ve como otra moneda se devalúa a niveles exponenciales.

«Nosotros en lugar de pagar el dólar 30, 40, 50, 70, 80 o 90 mangos lo estamos pagando a 135. Y si nos mojan la oreja lo vamos a pagar a 200 porque somos tipos ricos. Todos compramos, y todos juntamos», bromeaba Bores quien aseguraba jocosamente que era parte de «un gran momento de expansión monetaria». Con distinta cotización, el mismo chiste podría formar parte de la rutina de stand-up de hoy.

Pasaron varios años, devaluaciones, monedas, el rodrigazo, el uno a uno, el corralito y el plan bonex, el cepo kirchnerista, la desregulación macrista, el cepo macrista, el desdoblamiento del tipo de cambio. Todas distintas recetas para intentar separar a los argentinos de su amor no correspondido con el dólar, que llevó al país a lo que Cristina Fernández de Kirchner describió como una «economía bimonetaria». El problema sigue sobre la mesa y más vigente que nunca: Javier Milei ganó las elecciones primarias con la principal promesa de dolarizar la economía.

Con astucia y picarezca, Bores aseguraba que el argentino atesoraba dólares para «pegar un golpe fantástico». «El dólar es la moneda norteamericana. El día que tengamos todos los dólares del mundo iremos a Estados Unidos con la guita de ellos y nos van a tener que entregar el país. Yo no me explico cómo los yankees que son tan vivos no se dan cuenta del peligro que están corriendo con nosotros».

Lo que el humorista toma como chiste es, sin dudas, el sueño húmedo de millones de argentinos que aclaman a Milei por vociferar que prenderá fuego el Banco Central, romperá relaciones comerciales con China y Rusia, abrazará a los Estados Unidos y dolarizará la economía. De esa manera, dice el candidato de La Libertad Avanza, logrará que la gente levante sus colchones e ingresen al sistema 200.000 millones de dólares que, estiman los economistas, poseen los argentinos como ahorros fuera del sistema bancario.

Cambio de época: De invertir los ahorros a comprar dólares
«Antes cuando el tipo tenía unos ahorritos ponía un tallercito, abría una fabriquita, compraba un campito para criar gallinas o plantar tomates; esas cosas que hace la gente de los países pobres», ejemplificaba Tato Bores sobre la argentina previa a 1958. «En cambio acá es distinto, fíjese: Usted va por la calle San Martín donde están las casas de cambio y está todo el país parado frente a las pizarras: hay obreros, albañiles, peones, sastres, músicos, artistas, de todo. Tipos que antes trabajaban como locos ahora de repente se han vuelto economistas y cada uno está parado ahí con un paquetito de dinero», detallaba.

«En cuanto se mueve la cotización de una pizarra entran todos en patota y uno dice «deme tres dólares» y el otro dice «deme cuatro dólares» y el otro dice «deme ocho dólares», y salen corriendo y van a otra casa de cambio; y antes de que muevan la pizarra se meten y los venden. Y así se pasan todo el día vediendo y comprando, y comprando y vendiendo, y cuando llega la noche entran a la casa molidos, deshechos, caen muertos arriba de un sillón, desempaquetan, cuentan la guita, llaman a la mujer y le dicen «vieja, vieja, vení. Hoy me gané 14 mangos y no hice nada». De esa manera el capocómico describió en 1962 la histeria y el fanatismo por el dólar que comenzaban a notarse en el país con la novedad del libre acceso al mercado cambiario.

Bores en ese momento no lo sabía, pero su monólogo no iba a perder actualidad jamás. De hecho recicló el tema varias veces el tiempo que su programa estuvo al aire, con parodia musical a Los Náufragos incluida. Sólo tuvo unas largas vacaciones durante el menemismo, cuando se aplicó el plan de convertibilidad que mantuvo al peso y al dólar con la misma cotización: 1 a 1. El cómico, que falleció en 1996, llegó a verlo e incluso le dedico varios programas al gobierno de Carlos Saúl Menem.

Lo que seguramente no se imaginaría, y no pudo vivir, era que en 2001 el plan se agotaría y se levantaría de la peor forma posible ante la inminente quiebra del Banco Central: La confiscación de ahorros -el famoso corralito- y un megacanje, que pulverizaron la ya baja confianza de los argentinos en los bancos, y que volvió a insertar las diferentes cotizaciones del dólar en la agenda mediática y social.

¿Por qué sube el dólar? Un misterio también para Tato Bores
«Lo único que no comprendo de todo esto es por qué el dólar sube. Comprendo por qué sube, lo que no comprendo es por qué sube siempre. Fíjense: cuando Boca pierde el dólar sube 3 mangos. El domingo que Boca gana el dólar sube 4 mangos. Anuncian fríos para agosto y ¡tácate! el dólar se pierde de vista. Renuncia un ministro, la gente se asusta y el dólar ocho pesos más caro. Viene un ministro nuevo y dice uno ‘bueno, se va a poner quieto, se va a estabilizar’. Macana, la gente compra dólares hasta las orejas».

«El único misterio que no comprendo es por qué siempre sube y nunca baja. Lo único que no puedo entender es justamente eso. Y pienso que la gente compra tanto dólares porque debe pensar que es la panacea para todos», lamentaba en su monólogo. Panacea no, pero escudo sí: la experiencia de tantos años detrás del dólar nos hicieron entender que el argentino no confía en la moneda nacional como instrumento de ahorro entonces busca guardar valor en otra moneda. La estadounidense, entonces, es la que le queda más a mano y le inspira mayor confianza.

Este artículo finaliza como empezó, con un tango. Tango de Carlos Gardel que parodia Bores para cerrar también con su monólogo: «Y el colmo de los colmos, la otra noche el único cabaret de Buenos Aires cuando entré estaba la típica tocando Tomo y Obligo, el cantor decía tomo y obligo mandese un trago, de los mangos mejor no hay que hablar, todos los pesos dan muy mal pago y sólo el dólar nos puede salvar». (19-08-23).

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