«Yo no sé dónde está el cuerpo de mi hermano”
En la audiencia 44 del juicio conocido como Mega Causa Zona V que comenzó hace un año en Bahía Blanca, se pudo escuchar en primer término a través de la conexión telemática, el testimonio de Ricardo Alberto Yacachury por el caso de la víctima Eduardo Colella, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) que aún se encuentra desaparecido.
“Eduardo estaba haciendo el Servicio Militar en el Regimiento de Caballería de Montaña 181 de Esquel. El 10 de noviembre de 1976 hubo una intromisión violenta de gente armada en el domicilio de la familia Colella en Mar del Plata, yo estaba en Buenos Aires trabajando en Canal 7. Estaba mi esposa Angélica Mabel, embarazada, con mi hija mayor, mi suegro, mi suegra. Revisaron todo. No buscaban a alguien en particular. Encontraron cartas con notas de Eduardo. Al día siguiente hablamos por teléfono y un día más tarde, el 12, fue arrestado cuando estaba de guardia en el Regimiento. Desde ese momento no supimos más nada”, relató Ricardo, cuñado de la víctima.
Yacachury fue contundente en su declaración: “Hoy todavía estamos tratando de saber qué fue lo que pasó. Donde está, quién se lo llevó. Memoria, verdad y justicia. Necesitamos saber qué paso. Memoria para refrescarle a esta gente lo que pasó. La verdad es situación sine qua non para resolver lo que ocurrió. La justicia es inevitable, tienen una gran responsabilidad en su trabajo”.
“¿Esto cuándo se va a terminar? Cuando una de las partes se termine. Mi suegra era Madre de Plaza de Mayo y murió al igual que mi suegro.Todos nos vamos a morir, quién va a responder por esto. El Estado se tomó atribuciones que no se debía tomar. Como se hicieron cosas mal, todavía estamos acá. No tuvimos más noticias de Eduardo”.
El testigo presentó la carta original del V Cuerpo de Ejército fechada en febrero de 1977 enviada al padre de la víctima donde se le indicó que vuelva a su regimiento. Ricardo leyó un fragmento: ‘Su hijo no regresó a Esquel, se inician gestiones por deserción’. Y luego agregó: “Esa nota era incongruente. La carta recrea una situación normal, pero no era una situación normal. Aparentemente estuvo en Bahía Blanca. Supuestamente le proveyeron de los medios para volver al sur. Todo un cinismo absoluto”.
Sobre las consecuencias que afectaron a la familia, Ricardo expresó: “Fue como si hubiese explotado una bomba atómica. Fue inevitable no cambiar la vida de nosotros. Jamás fue igual. La familia se aniquiló. Nuestros sueños se vinieron abajo. Mi suegro viajó a Bahía Blanca, también estuvo en Esquel. Nadie le dio respuesta de nada. Entró en depresión. Ese Ejército lo tendría que haber protegido a Eduardo. En un momento nos respondieron que no se podía presentar habeas corpus porque estaba bajo bandera”.
A modo de reflexión y avalando la importancia de los juicios por delitos de lesa humanidad, Yacachury dijo: “Hoy hay gente reivindicando este tipo de situaciones. Es inadmisible.Por el factor humano, no puede haber gente pidiendo esto.Por eso hablo de memoria porquees lo que nos permitirá saber si vamos a cometer los mismos errores.Por eso la justicia tiene un papel importantísimo, si no se hace cargo de esto, quién lo hará”.
Al final su testimonio, la fiscalía solicitó la citación de Angélica Mabel Colella, esposa del testigo y hermana de la víctima, que estuvo presente el día que el Ejército realizó un allanamiento en el domicilio familiar de Mar del Plata.
“En la tortura que padecí me preguntaban por él”
También por el caso de la víctima Eduardo Colella, declaró Osvaldo Aníbal Abbadie, quien fue compañero de secundaria y también estuvo secuestrado durante el servicio militar, en este caso, en Azul. “Éramos compañeros de escuela. Nos fuimos al servicio militar y Eduardo desapareció. Eduardo militaba en la UES y yo había dejado de militar en 1974. Ambos dentro del peronismo”, contó el testigo.
Como ambos debían una materia de quinto año, cuando en 1976 se encontraron en Mardel Plata en las vacaciones de invierno acordaron presentarse a rendir: “Le mandé dos cartas con las fechas de los exámenes de la materia previa, nunca tuve contestación”.
Abbadie también fue secuestrado, en este caso cuando en febrero de 1977 estaba de licencia en la casa de sus padres: “En la tortura que padecí me preguntaban por Eduardo. Me liberaron en un zanjón, cerca de Tandil. Regreséal servicio militar y me enteré que Eduardo había sido secuestrado”, relató Osvaldo. “Me hicieron repetir más de una vez lo que me había pasado. El teniente Mancilla, en Azul, me llamó y me mostró una carpeta: ‘Si sucede de nuevo, esta carpeta se va a llenar de tierra’.
El testigo y también víctima de secuestro y tortura, contó que con la ayuda de familiares de desaparecidos “determinamos que estuve detenido Guido y Gascón. Creo que no está señalado como Centro Clandestino de Detención. Era como un lugar de paso. Yo sé quién me secuestró. Alejandro Guillermo Duret se llama. El salió muy sonriente de los Tribunales. Es la contracara. Mancilla tiene perpetua. Ambos pertenecían al regimiento de Azul”.
Antes de concluir su declaración testimonial, Abbadie dijo que en Mar del Plata hay un mural “enmarcado en Memoria, Verdad y Justicia. MVyJ no es venganza. El mural tiene un ínfimo valor comparado con lo que se ha hecho. Es la reivindicación de la gente que fue desaparecida, la gente que tenía que ver con la escuela y con el club Peñarol de básquet. Pequeños homenajes para quienes dieron la vida por cambiar el país”.
“Yo no sé dónde está el cuerpo de mi hermano”
Por último, fue el turno de Mario Félix Cortez, hermano de José Antonio quien era oriundo de la provincia de Salta, tenía 22 años, estudiaba Ingeniería Química en la Universidad Nacional del Sur y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. En aquel entonces, vivía junto a su pareja, Elizabeth Frers y fue asesinado en un falso enfrentamiento.
Desde Salta, a través de la conexión telemática, Mario contó que por aquellos años el padre decidió solventar los estudios de él y su hermana: “Yo estaba en la Marina, era suboficial yresidía en la Base Naval Puerto Belgrano, él vivía en Bahía Blanca. Nos veíamos los fines de semana, me hacía participar de algunas reuniones de la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Mi hermano era muy especial, soñador, idealista. En esas reuniones conocí a Rubén Cerdá, al ingeniero José Garza, a Ricardo Cuesta. Había uno que se decía compañero, que era de los servicios de inteligencia, Julián Corres. Infiltrado en la Universidad. Ese era el que se lo llevó a Rubén y a su compañera”.
“El 5 de febrero de 1977 nos enteramos que hubo un supuesto enfrentamiento. Era todo falso. Yo no sé dónde está el cuerpo de mi hermano. Por seguridad en ese momento, no pude viajar a Bahía Blanca desde Orán. A través del diario El Tribuno me enteré de la muerte de mi hermano. Yo esperaba el allanamiento. Entonces, me refugié en el monte, sobre el Río Bermejo. Ahí me quedo dos o tres meses y luego con ahorros que tenía me fui a vivir a La Plata”, detalló Mario.
Cabe recordar que Mario fue suboficial de la Armada y contó que “era mecánico electricista, pero me fui, no me gustaba el ambiente. Un día vi en un cartel en la Base Naval un número de teléfono, una dirección con un mensaje que decía que si veíamos algo sospechoso, lo comuniquemos. Personalmente fui y ese lugar era el Supermercado Sado, de la Armada, un centro de información. Ahí había que denunciar a vecinos en actitudes sospechosas”.
Asimismo, agregó que “en la Marina convivía con un grupo determinado y con mi hermano con otro tipo. Veía la diferencia entre el personal militar y los compañeros militantes.Yo conocí al personal militar de la Marina, me pregunté varias veces dónde los educaron, de dónde salieron. Cómo serán en su casa, qué paz pueden tener, quizá están sentados ahí. En nuestra cabeza no existe eso”.
Sobre el final de su testimonio, Cortéz reflexionó: “Fallecieron mi padre, mi madre, mis hermanos mayores. Esta perversidad de la técnica de desaparición hace que después de 46 años sigamos llorando, pidiendo los familiares que por lo menos aparezcan los cuerpos para hacer sepultura. Quisiera pedir y recuperar el cuerpo y darle sepultura en mi pueblo. En la familia, de 8 que éramos, quedamos 3”.
La abogada por la querella de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, Alejandra García, le consultó al familiar de la víctima Cortez, qué implicaba que un hijo de obrero haya llegado a la universidad. Mario contestó: “Es lo importante que puede existir, para nosotros de clase obrera.Siempre defendimos la democracia y siempre participamos.La formación no era para hacerse rico. Era para ayudar a la gente”.
La próxima audiencia será mañana jueves 23 de febrero a las 9 horas en el TOCF de Bahía Blanca. El debate se puede seguir de manera presencial en Lavalle y Chiclana con presentación del DNI o a través del canal de YouTube de la Subsecretaría de Derechos Humanos: www.youtube.com/derechoshumanospba. (22-02-23).