La cena que se almuerza Milei
Quiere comprar gobernabilidad con Lijo, pero libera a la Corte actual para que lo acribille. Se juega a que la sociedad digiera un año de ajuste brutal y apunta a 2025. Villarruel vs Bullrich, la prematura disputa por la sucesión.
Nota escrita por Diego Genoud en La Política On Line
Con la designación de Ariel Lijo como candidato a miembro de la Corte Suprema, Javier Milei solo pudo haber ofendido a los partidarios de la república que le adjudicaron una pureza inmerecida. El ignífugo juez federal que representa desde hace dos décadas las acciones de la familia de Comodoro Py genera una mezcla de asco e indignación en la legión de sus detractores. Lo novedoso de su asimilación a las fuerzas del cielo no es eso, sino la urgencia de un presidente que necesita blindar la gobernabilidad, cueste lo que cueste. Como traders, Milei y su triángulo de poder quieren comprar impunidad futura, abrazados a la creencia de que 2024 será solo un pésimo año antes del despegue y la consolidación de la ultraderecha argentina en el poder.
Como puente hacia Lijo, el núcleo duro del gobierno consiguió a Ricardo Lorenzetti, el supremo que durante 11 años lideró al partido judicial y soporta desde hace casi seis años un segundo plano obligado, producto de haber descuidado los equilibrios internos. El mismo Lorenzetti que condicionó a Mauricio Macri de entrada con un fallo en el que lo intimó a pagar la deuda con las provincias ahora se redime con éxito ante Milei como garante de gobernabilidad, a través de uno de sus mejores socios.
Si Manuel García Mansilla es el decano de la Universidad Austral ligado al Opus Dei que trabajó para los grandes estudios de abogados y defiende la ley de los dueños, Lijo encarna el pragmatismo brutal de un poder tarifado que dura lo que en la Argentina dura la popularidad de los inquilinos de Olivos. «Si piensan que va a tener un acuerdo de largo plazo, no lo conoce a Lijo», dice un especialista en el área.
Al margen de la jugada, Mariano Cúneo Libarona, que ya era la cara de un ministerio amputado por Patricia Bullrich y sin recursos, queda devaluado para la Corte a vocero mediático, en un temprano regreso a su antiguo rol de panelista. En la Casa Rosada, están convencidos de que Lijo y García Mansilla tendrán los votos del peronismo para llegar a los dos tercios en el Senado y quedarán más cerca de constituir una mayoría automática para blindar a un presidente lanzado a gobernar por decreto.
¿Cristina prefiere al dúo Lorenzetti-Lijo antes que a los peronistas Rosatti-Maqueda? Con Macri en el poder, Lorenzetti fue el verdugo del kirchnerismo durante los años de la doctrina Irurzun en la que empresarios y ex funcionarios ligados a la ex presidenta fueron a la cárcel con prisión preventiva. Por ahora, ella no emite opinión y se limita a disfrutar la pelea de bandas a las que, según dicen, rechaza por igual. Sin embargo, cerca de Lijo piensan que Juan Manuel Olmos -el jefe del PJ porteño que se entiende bien con Karina Milei y Daniel Angelici- traerá el aval de Cristina para su candidatura. En la Casa Rosada, dicen que más allá del show, la ex presidenta «está jugando bien» y decidió no alentar la inestabilidad.
Que el lugar de Elena Highton vaya a ser arrebatado por otro hombre del poder y que, dada la edad de los supremos, por 9 años más no haya mujeres en la Corte van a obligar a Lijo y Lorenzetti a hacer horas extras para conseguir los votos que el Ejecutivo desprecia juntar.
La ultraderecha que viene a disciplinar a la sociedad con ajuste, recesión y despidos apuesta a que sus dos candidatos lleguen al cuarto piso del Palacio y conformen con Lorenzetti un bloque capaz de recuperar a Carlos Rosenkrantz, el ex decano de la Universidad de San Andrés y discípulo del radical Carlos Nino que se consagró como abogado corporativo. Los entusiastas del gobierno destacan las coincidencias de Rosenkrantz con Mansilla y lo ven como tropa propia.
Una vez más, el problema para el gobierno es de tiempos. Igual que con el trabajo que Karina Milei le ordenó a Lule Menem para armar La Libertad Avanza en todo el país de cara a las legislativas de 2025, el operativo gobernabilidad descuenta que el año de la violenta transferencia de ingresos en beneficio de los sectores empresarios que aplauden a Milei será tolerada como hasta ahora, sin mayores resistencias por una mayoría sobreajustada.
Con un apoyo social más que considerable en medio del derrumbe del consumo, el impacto recesivo y los despidos, Milei y sus socios tal vez tengan un exceso de optimismo cuando suponen que la escuadra peronista de Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda va a asistir pasiva a la operación de los paleolibertarios.
Los supremos que acaban de recibir el ultimátum de Milei llevan décadas en los primeros planos de la política -Maqueda estuvo en los tres poderes y hasta ocupó la presidencia en ausencia de Eduardo Duhalde- y tienen por resolver una enormidad de temas que podrían paralizar al gobierno. Sin ir más lejos, los fallos previsionales, especialidad de la casa, pueden dañar el operativo licuación de un presidente que volvió a ignorar al Congreso y decidió confiscar parte de las jubilaciones por decreto. Las jubilaciones y pensiones de siete millones de personas van a perder entre 20 y 30% de su valor en relación a la inflación.
En el cuarto piso del Palacio de Tribunales, habían decidido hasta el momento ser cautos y no impugnar el megadecreto de Milei y Federico Sturzennegger. Ahora se sienten liberados. Son ellos los que gritan «Viva la libertad carajo».
Con el pulso de las redes sociales, datos como el superávit comercial -aumento de exportaciones del 5,6% y derrumbe de 18,6% en las importaciones- y la fe de los conversos como Luis Caputo o Daniel Scioli, el gobierno espera cruzar el desierto recesivo con vida y llegar con envión a fin de año. En el ministerio de Interior, hasta se animan a hablar de la resurrección de los salarios. 2025, piensan, será el año de la mayoría parlamentaria y la Corte libertaria. Aun si LLA obtuviera menos que en la primera vuelta de octubre, su fuerza legislativa se multiplicaría en forma categórica. Es un mundo ideal que el líder del mesianismo de mercado adivina a la vuelta de la esquina, con gobernabilidad y una fuerza parlamentaria en expansión.
El optimismo se basa en la debilidad de la oposición, donde el PRO se desploma como si no tuviera razón de ser, el radicalismo se divide en islas y el peronismo exhibió en Ferro todas sus diferencias, ausencias y pases de factura. «Los que piensan que Milei no va a llegar a 2025 son los mismos que decían que no podía ser presidente». A su lado, dibujan un horizonte de ocho años. En la Argentina del día a día, no hay forma de gobernar la crisis múltiple, pero siempre sobran planes para mañana.
Es una batalla contra el tiempo y Milei decidió almorzarse la cena. No es el primero ni tampoco el único. Victoria Villarruel y Patricia Bullrich acaban de confirmarse como rivales por la sucesión del presidente.
El rechazo de Villarruel a que las fuerzas armadas violen la ley de seguridad interior para enfrentar al narco muestra su pertenencia y el rechazo de los militares a ser usados -como sienten que lo fueron durante la última dictadura militar- por el poder político y económico. Bullrich puede sentirse orgullosa de estar hoy a la derecha de Villarruel, pero no es creíble. La vicepresidente expresa el pensamiento vivo de la familia militar y Bullrich, que dio la vuelta al mundo de las identidades políticas e ideológicas, tiene su mayor alianza con la Gendarmería. Que la ex titular del PRO pretenda iniciar una discusión pública sobre el tema no parece es lo más recomendable para ella. Con solo revisar los debates de la campaña presidencial, la ministra de Seguridad debería asumir que no le conviene polemizar con la vicepresidenta.
La disputa de Villarruel con Karina Milei puede ser equiparable siempre y cuando pobre jamoncito mantenga la estabilidad. Educada en el universo de los represores que ejecutaron un plan de exterminio masivo para imponer el orden económico de Martínez de Hoz, la vicepresidenta está lanzada a su propia y alternativa construcción de poder. Sus definiciones recientes confirman que no piensa resignar ningún aspecto de su formación.
Villarruel parte con ventaja con respecto a los hermanos recién llegados a la política. Como dice un entendido en la materia, se preparó toda la vida para defender una causa perdida. La masiva marcha del 24 de marzo acaba de confirmarlo. Pero ahora, gracias a la descomposición del sistema político, la crisis económica y las promesas incumplidas de la democracia, la antigua coordinadora de visitas a Videla aterrizó en el poder por el voto de millones de personas.
La reaparición mediática de la vicepresidenta la mostró con autonomía y decisión para hacer públicas sus diferencias con Milei, una licencia que Bullrich no tiene. La coreografía de la reconciliación que armó la usina de Santiago Caputo no aplaca la tensión pero muestra un límite para el presidente. En el lenguaje de Milei, solo hay un dique para la política del linchamiento: el ex economista jefe de Eduardo Eurnekian no puede pelearse con alguien que mide igual o más que él. Menos si es su vicepresidenta y está en una posición político-institucional expectante. La disputa interna no impide que sean los socios reconocibles de una derecha que cambió de cara.
Para evitar una interna en una fuerza en dispersión, Macri tuvo que entregarle a Bullrich una parcela del partido que fundó. Primero su fracaso en el poder y después el ascenso fulminante de Milei dejaron al ex presidente en una posición que lo incomoda, un segundo plano obligado por tiempo indeterminado.
El líder del PRO se vende puertas afuera como uno de los respaldos principales del líder de la ultraderecha argentina. La realidad es bastante más amarga. Milei condenó al PRO a la marginalidad y puso a Macri en un impasse. El ex presidente dice que hay que apoyar a Milei pero a diferencia de la ministra de seguridad de la Libertad Avanza, pretende para sí mismo y para sus incondicionales un lugar que no le dan. La espera es larga y tiene obstáculos que hoy parecen insalvables. La plana mayor del gobierno tiene por distintos motivos un rechazo visceral con respecto a Macri. Karina Milei, Santiago Caputo, Nicolás Posse y Guillermo Francos le recomiendan al presidente que no le ceda ni un ápice de su poder.
Al ingeniero lo ven sin escapatoria. «Si a Milei le va bien, a Mauricio le va a ir mal. Y si a Milei le va mal, a Mauricio también le va a ir mal», dice un empresario que estuvo entre los socios del ingeniero y tomó distancia en los últimos tiempos.
Aunque puedan coincidir en su programa de fondo, por historia y convicción, Macri era la cabeza de una derecha de corte elitista; Milei convocó a una base popular que llegó a idolatrarlo, hasta que comenzó a someterla a una agresión cotidiana desde el gobierno.
Los ex funcionarios macristas como Bullrich, Luis Toto Caputo y Federico Sturzenneger llegaron a LLA sin pagarle peaje a Macri, en negociaciones directas con el triángulo de poder de Milei. El resto de los colaboradores que pertenecen a las segundas líneas y tienen olor al ex presidente, están vetados de forma explícita por la plana mayor del mileismo. En cambio, prosperan algunos que cumplieron funciones en la ciudad a las órdenes de Horacio Rodríguez Larreta. Haber trabajado con la paloma socialdemócrata, parece, no es tan malo como responder a Macri.
Después de su fallida inversión electoral, el ex jefe de gobierno porteño decidió mantenerse al margen del reparto en el PRO, un partido devenido en tiempo récord en colectora de La Libertad Avanza. Larreta no quiso ser parte de la puja interna y rechazó una invitación de Bullrich para ir contra Macri.
El candidato derrotado en las PASO no comparte el rumbo que eligen Macri y Bullrich ni tampoco la conversión de María Eugenia Vidal y Diego Santilli. Pero habla con los actores del poder: empresarios, gobernadores como Ignacio Torres y Rogelio Frigerio y el ministro Caputo.
A diferencia de Macri y Bullrich, Larreta es economista y no comparte el rumbo económico que ejecuta el Messi de las finanzas, uno de sus tres mejores amigos. Piensa que no hay un plan económico, que la recesión va a tener un efecto durísimo y que los paleolibertarios no van a conseguir los dólares que pretenden para dolarizar.
Caputo se convirtió en un fanático de Milei pero, tal como se contó en esta columna la semana pasada, habla muy poco con Milei. La prioridad del presidente es otra. Los que conocen la dinámica interna del gobierno dicen que por cada 30 veces que Santiago Caputo habla con Milei, Toto habla 1. (28-03-24).