Todo roto
NOTA ESCRITA POR DIEGO GENOUD EN EL DIARIO AR
Como si fuera la decisión de un bloque opositor. Pero peor. Los diputados del Frente de Todos que responden a Alberto Fernández se enteraron al mismo tiempo que los de Juntos de la decisión que habían tomado Máximo Kirchner y La Cámpora. El ex jefe de la bancada oficialista sorprendió a la tropa que hasta hace poco le respondía con un voto de rechazo al acuerdo con el Fondo que el albertismo y sus satélites presumían, en el peor de los casos, como abstención.
El hijo de la vicepresidenta, que no había aportado para el quórum ni había bajado para participar de la sesión, ya había dado señales claras de que la relación con el Presidente estaba rota pero no había militado a favor del rechazo al entendimiento y se había refugiado en el silencio personal desde que presentó su renuncia. La presunción de que la intención era no tensar por demás alimentó la ilusión de que la división no se iba a sentir a la hora de la votación y que las críticas de Máximo a la negociación -y a sus resultados- iban a quedar casi como una cuestión personal. Lo que sucedió cuando el jefe de La Cámpora bajó finalmente para estrenar una banca en los márgenes del recinto fue lo opuesto y la minoría intensa que reprobó el acuerdo con monitoreo incluido fue más alta de los cálculos optimistas: frente a 77 votos positivos, 41 que se repartieron entre el NO y la abstención. Así, el apoyo para que el Presidente conviva con el organismo de crédito que le prestó a Mauricio Macri U$S 44.000 millones tiene más de opositor (111 votos) que de oficialista.
Incómodo y en minoría, el espacio que hace más de dos años aportó la mayor parte de los votos para la construcción de la alianza de gobierno enfrenta una situación inédita en varios frentes y se mueve con mensajes muchas veces crípticos que propios y extraños intentan descifrar con más o menos éxito. Los comunicados, como el que La Cámpora difundió a última hora del jueves, presentan argumentos que circulan en un círculo restringido pero no tienen la fuerza de un discurso ni alcanzan a paliar el desconcierto entre la militancia que duda entre lo malo y lo peor. Más allá, entre los que atraviesan una larga temporada de sacrificios desde hace años, son pocos los que tienen tiempo y ganas de leer cartas y documentos.
Mientras la clase política se predispone al contubernio con el Fondo, la base de la sociedad oscila entre la incertidumbre y la plegaria. Dentro del Frente de Todos, la desconfianza es cada vez mayor y se acusan unos a otros tanto por los funcionarios que no funcionan como por la no defensa de los intereses populares. Al lado del Presidente, entre los que sostienen la unidad, temen que el cristinismo esté dispuesto a romper todo. Algo es seguro: reparar todo lo que ya está roto va a demandar un esfuerzo tan grande como el que hacen, día a día, los millones de personas que buscan llegar a fin de mes.
“Gracias a Sergio”
En el trámite legislativo, las cosas podrían haber ido peor si Sergio Massa no hubiera tomado la consigna de su archienemiga Elisa Carrió para destrabar la votación y no hubiera convencido a Fernández de que el proyecto de Martín Guzmán iba camino a un nuevo fracaso para el Gobierno. Eliminadas las 139 páginas que había redactado el ministro de Economía, la cadena nacional que Massa tiene garantizada lo presentó hasta el hartazgo como el artífice de la victoria de Fernández y extendió al infinito el “gracias a Sergio”.
Nadie puede quitarle mérito al más rápido en una baldosa, pero magnificar su contribución como hacen sus amigos no hace más que perjudicarlo. Para su gran aspiración, ser presidente de la Nación, faltan más de 500 días y el drama del ex intendente de Tigre es su imagen negativa, producto del ida y vuelta altisonante que consumó entre 2013 y 2019. “El problema de Sergio es que reventó las cuatro cubiertas. Pone plata en todas las gomerías, pero nadie le cambia las gomas”, dice un dirigente que no duda en definir a Massa como el mejor preparado para gobernar. Dentro del FDT, el fundador del Frente Renovador se lleva mejor con el cristinismo que con el albertismo, donde toman con pinzas cada una de sus jugadas.
Aunque el PRO manifestó sus críticas porque el ajuste al que se comprometió Guzmán se duplica a partir de 2023, las reformas estructurales quedan para más adelante y la deuda en pesos está destinada a crecer como forma principal de financiamiento, Macri tiene mucho para festejar: logró que el peronismo de gobierno avale la deuda demencial que tomó sin consultar a nadie, sin cumplir con al menos tres de los cuatro criterios que el propio Fondo fija para Acceso Excepcional y sin lograr que ninguno de los objetivos del plan Lagarde se materialice en la práctica. La Argentina no se enamoró de la actual titular del Banco Central Europeo como quería él pero le acaba de condonar su pesadísima herencia. La vía Massa obtuvo 202 votos y le permitió a la oposición desligarse de la letra chica y de los resultados de lo que se está firmando.
Las piedras que rompieron los vidrios de su despacho en el Senado, durante la masiva marcha de rechazo al acuerdo liderada por la izquierda, quebraron también el prolongado silencio de Cristina Fernández de Kirchner. En su video con voz en off titulado “Inmensa pena”, la ex presidenta -que piensa cada una de las palabras que elige- es muy clara sobre la cuestión principal: habla “la multitudinaria movilización en contra del plan económico del Fondo”. Rotunda desautorización de la pretendida autonomía de Guzmán y el Gobierno, para la vice el plan que aprobó Diputados a pedido del Presidente es el del FMI. Difícil que se trate de un matiz sin consecuencias, sobre todo, si la hoja de ruta no abre a un futuro tan luminoso como el que propagandiza el colectivo albertista.
Cristina no solo grabó el video o estuvo reunida con su hijo durante gran parte del día: además, según admiten varios diputados del FDT, se puso en contacto con los afines que dudaban para que voten en contra del proyecto o se abstengan. Al Presidente, en cambio, no le contestó los mensajes que le envió para saber cómo estaba después del episodio que La Cámpora ahora potencia como parte de un enfrentamiento que lleva a lo más alto las diferencias.
Discusión interminable sobre la leche derramada, mientras en el cristinismo afirman que la alternativa no era el default sino una negociación más dura, desde el peronismo acuerdista dicen que eso hubiera implicado no pagar intereses desde febrero de 2020. A su manera, coinciden: ya era tarde para tensar desde la debilidad múltiple que afecta a la coalición.
Difundido parcialmente, el comunicado de La Cámpora sobre un tema crucial para la suerte del Gobierno tiene tono de opositor. Dice que el entendimiento es un “típico programa del Fondo” que en el corto plazo elevará la inflación y conspirará contra el crecimiento. En eso último, coinciden todas las consultoras del mercado. Para el camporismo habrá “ajuste del gasto”, “tope al crecimiento por acumulación de reservas” (para pagar deuda antes que financiar importaciones y producción), tasa de interés positiva, devaluación controlada y política monetaria contractiva para achicar la emisión.
En lo político, apunta el texto, el Fondo “vuelve a tomar el tablero de control de la economía”, gana “un nivel de injerencia” que lo convierte en “coadministrador” de la gestión y, “como Pilatos, se lava las manos”. Cuestionado desde hace por lo menos un año por Massa y La Cámpora, Guzmán aparece como destinatario de uno de los párrafos centrales que se titula “¿sostenibilidad de la deuda?” y dice que el acuerdo construye un calendario de pagos promedio de 20.000 millones de dólares anuales en el periodo 2026-2032, 8.000 millones con el Fondo y 12.000 millones con los acreedores privados. Evitar el default es patear para adelante vencimientos y enfrentar en algunos años una nueva negociación para rediscutir los vencimientos.
A eso se suma la odisea de reducir subsidios en un contexto en que los precios de guerra se montan a un escenario de suba estructural que precedió la invasión de Putin a Ucrania. Ya antes, el barril de petróleo había pasado de 20 a 100 dólares en menos de 2 años debido a una serie de factores concomitantes: el 80% de la energía que se consume tiene origen en la quema de combustibles fósiles y, mientras la transición energética tan promocionada demora bastante más de lo deseado, la exploración viene declinando.
Solo con ese escenario de fondo puede entenderse que Guzmán se haya ausentado en pleno debate en el Congreso y haya viajado a Houston para insinuar ante las petroleras que cumplirá con un viejo reclamo: la libre disponibilidad de divisas a cambio de que aumenten sus inversiones en Vaca Muerta. Según dicen en el gobierno, el ex CEO de YPF y dueño de Vista Miguel Galuccio fue uno de los que le planteó al ministro en 2019 que debía romper el cepo para el sector con el objetivo de elevar la producción. Guzmán viajó ahora acompañado por Daniela Bossio, la subgerenta general de Regulación Financiera del Banco Central que tiene la llave del giro de dividendos al exterior. Su partida en el momento clave de la discusión le trajo críticas por parte de casi todas las alas del oficialismo.
Si en el Gobierno el triunfo pírrico fue de Fernández y la venta al público fue de Massa, del otro lado de la polarización, la derrota táctica fue de Macri. El principal beneficiado de un acuerdo que asume su deuda sin beneficio de inventario quería arrastrar a Juntos al NO como parte de su estrategia de pura confrontación. Gerardo Morales frenó sus aspiraciones y el radicalismo funcionó en tándem con la CC para que el sistema político le permitiera al Fondo sentarse en la mesa de las decisiones, sin fecha de vencimiento. Victoriosos, en los altos mandos de la UCR ahora se ríen y, con perdón a la investidura, comparan a Macri con el Gordo Mortero. Aunque sintoniza con su base de feligreses, la línea dura del ingeniero le provocó por primera vez un choque con Miguel Ángel Pichetto: el señor gobernabilidad, que le votó casi todo a Macri durante sus cuatro años, tiene una histórica relación de confianza con Ernesto Sanz y defiende el colaboracionismo como línea de conducta.
Macri viene de ser aclamado en Expoagro y se mueve en modo 2015. La discusión de las últimas semanas le sirvió para confirmarse como jefe del PRO pero también para notar que el radicalismo ya no se le subordina. Al contrario, Morales se asume como encargado de equilibrar las cargas a partir de su sociedad con Massa y Fernández. En paralelo a una tensión que crece como nunca dentro del oficialismo, en los dos partidos mayoritarios circula la hipótesis de un regreso al bipartidismo de centro, que pueda prescindir tanto de Macri como de Cristina. A nivel de la elite política, el acuerdo con el Fondo es un primer paso en esa dirección, pero todavía tiene que superar la prueba más difícil: el aval de una sociedad que acumula años de caída en el poder adquisitivo, tiene al 40 % de la población en la pobreza y ve cómo la inflación le rebana cada día los ingresos. (EL DIARIO AR). (14-03-22).