La ciudad

Hechos y protagonistas del Pago Chico: El aparecido de la Revolución

Por Fabián Enzo Barda

El 5 de septiembre de 1937, día de elecciones generales en la provincia de Buenos Aires, en Coronel Dorrego, se produjo uno de los hechos más importantes de la historia política dorreguense.

El levantamiento contra el poder local de la “Restauración Conservadora” por parte de Juan Bautista Maciel y su gente pretendiendo en la época de fraude electoral sufragar libremente revistió caracteres de epopeya.

Esos trágicos sucesos que, cobraron la vida de varios militantes radicales, un militante conservador, un efectivo policial y un ciudadano que fortuitamente quedó en medio de la balacera, pasaron a integrar el legado de las jornadas en que se luchó por las libertades cívicas.

La represión que se desató posteriormente por parte del Estado Provincial alcanzó a más de 200 personas que fueron demoradas, detenidas llegándose a la atrocidad de la práctica de la tortura no solo en las horas inmediatamente posteriores en la Comisaría de Coronel Dorrego sino también en dependencias penitenciarias en la ciudad de Bahía Blanca donde fueron trasladados la casi totalidad de los detenidos que fueron puestos a disposición de la Justicia Federal.

Muchos escaparon al brazo de la represión, trasladándose a otros lugares y con el tiempo regresar al pago. Hubo casos de quienes ingresaron en un exilio interno que duró varias décadas hablándose de su desaparición y muerte, este es el caso de don Juan Lazarte.

“Historias que durante mucho tiempo permanecieron desconocidas”

“La Revolución del ‘37”, como suele conocerse a lo ocurrido el 5 de setiembre de 1937, fue el hecho más trascendente de la historia política dorreguense; básicamente lo que sucedió fue el alzamiento contra el poder del Conservadurismo gobernante de un grupo de militantes, afiliados, adherentes y dirigentes de la Unión Cívica Radical encabezados por quien, a partir de ese momento, adquirirá la estatura de caudillo popular: Juan Bautista Maciel, pretendiendo en la época de fraude electoral sufragar libremente.

Esos trágicos sucesos que, cobraron la vida del propio Maciel, Carlos Costa, Severo Vera y Emilio Navarro por el lado de los radicales, la de Zoicimo González y el Sargento de Policía, Alberto Giusso por el bando de los defensores “del orden” y la de Alfredo Zarzoso quien, por circunstancias estrictamente laborales, quedó en medio del tiroteo en el inicio de la lucha en la zona rural a unos kilómetros de la ciudad cabecera, pasaron integrar el legado de las jornadas heroicas de los dorreguenses afianzándose en esa memoria popular como “La Revolución del 37” o a secas, “El 5 de setiembre”.

Han pasado 86 años, a medida que se suceden los homenajes, los artículos periodísticos y trabajos históricos van surgiendo detalles, toman visibilidad historias que durante mucho tiempo permanecieron desconocidas.

Atilio Palacios tenía, en aquel 1937, 10 años, su padre era el propietario de la Panadería (que todavía funciona como tal) ubicada frente a la comisaría de Coronel Dorrego, en esa cuadra del entonces Boulevard Uriburu (hoy Avenida Fuertes) había pocas construcciones: lo del Maestro Nicolás Antonini, la citada panadería y no mucho más. Recuerda Atilio que el día del tiroteo desde el patio de su hogar veía el campanario de la Iglesia desde donde efectivos policiales abrían fuego sobre los radicales y como también eran aprovechados los fondos de la panadería y de la Escuela N° 1 para abastecer de municiones a los tiradores. Sin dudas que este testimonio es otro de los que ratifica que las balas partieron desde el campanario.

Otra historia con ribetes épicos sale a luz más de 30 años después de aquel 5 de setiembre. Como testigo protagonista de la misma está nuestro vecino Juan Carlos Anderson. Principios de los años ’70, un muy joven Juan Carlos trabajaba en la Estancia de González Martínez cuando se incorpora como compañero de tareas, un hombre entrado en años llamado Juan Lazarte.

Don Juan comenzó a contar su vida en rueda de mates. Lo que parecía inverosímil al poco tiempo fue ratificado por la absoluta verdad. Juan Lazarte contaba que había estado entre el grupo que acompañó a Maciel y que era el que le había dado manija al camión Ford que se paró, en medio de del tiroteo, frente al Club Social, además, no poca cosa, que había sido él quien le enseño a andar a caballo al “Pibe” Ballester (tropillero, tradicionalista, hombre de a caballo).

Todo era por boca de Lazarte que en la matera de la Estancia repasaba su vida hasta que un día, Anderson en un Renault 4 lo trajo con él al pueblo y comenzaron las sorpresas: a Lazarte lo daban por muerto en el tiroteo de Maciel, había huido de las fuerzas represoras y permaneció más de 30 años casi en la clandestinidad.

Transitaban por las calles de Dorrego cuando Lazarte pide bajar del auto, el sonido de su voz llamó la atención de uno de los hermanos Ford que no salió del asombro de ver a su amigo al que consideraba fallecido, lo mismo ocurrió con los viejos parroquianos del Bar de Tort (estaba ubicado en Avenidas Fuertes casi Sarmiento) y ni hablar cuando finalmente ubicaron al “Pibe” Ballester y certificó que el mentado Juan Lazarte le enseñó a andar a caballo. Todos coincidía en decir: “fue el que le dio manija al camión que se paró frente al Social” (testimonios ubicaban en principio a uno de los Roubió, a Guzmán y al propio Lazarte).

Estas historias que conforman la gran historia de ese 5 de setiembre nuevamente ratifican la gravedad de los hechos que llevaron a la persecución, la cárcel, las torturas y ahondó la división de la sociedad dorreguense en tiempos de Radicales y Conservadores.

Desatada la represión muchos tuvieron que huir, varios fueron apresados, otros volvieron cuando la causa judicial cambió de carátula y otros jamás regresaron creando incertidumbre sobre su suerte.

La historia de Juan Lazarte es la del “primer aparecido de la Revolución”. (Fuente Ecos de mi Ciudad). (08-09-23).

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