De batallas y comillas
Por Laika Paz
Las cuevas y las casas
Hace unos días, la senadora nacional Juliana Di Tullio asintió a su entrevistadora diciendo que sería correcto que la Policía Federal intervenga de oficio en las cuevas de compra venta ilegal de moneda extranjera, o sea, para dimensionar, en espacios físicos donde se llevan a cabo operaciones ilegales, equiparables a la compra de armas, drogas o incluso personas, porque es dinero que no es rastreable y por ende, plausible de ser usado en esos delitos más graves, que hasta el más inocente, se dará cuenta que no se hacen en pesos.
Las casas y las cuevas
Minutos después, Infobae y Clarín titulan que Di Tullio propone que la Policía Federal, intervenga en las “casas de cambio”, que el lector desprevenido, atribuye a las casas de cambio legales. La tergiversación pareciera tener un doble propósito: generar malestar en sus lectores, aunque la mayoría no tenga la capacidad de comprar o vender dólares, y además ¿Proteger el circuito de comercio ilegal de moneda extranjera en el que participan?
No es la billetera lo que mata al galán
Billetera mata galán es un viejo refrán del siglo pasado, más viejo aún por lo machista, y además de estar errado por su mal intencionado, por no decir nefasto, sesgo de género; está errado porque el dinero no es lo que garantiza el poder, si no la capacidad hegemónica de contar, relatar los hechos, y de argumentar por qué suceden, aunque hechos y argumentaciones sean falsas. Eso no es obstáculo para su comunicación.
La cultura no es la sonrisa
De todas maneras, no es tan sencillo esto. Para lograr que hechos y argumentaciones falsas o falaces sean interpretadas como verdaderas, el poder hegemónico necesita generar, crear, un contexto cultural permeable: Negro=delincuente, árabe=terrorista, político=corrupto, Miami=paraíso, Europa=mundo desarrollado, Iphone=pertenencia a una elite, etc…Todo esto es posible gracias al control de la industria del entretenimiento, que es en realidad de la propaganda. Cine, series, revistas, teatro, redes, publicidad. Los medios en general.
La cultura es la batalla
Cuando este relato cultural es contrariado, mejor dicho, cuando pasivamente nos empezamos a dar cuenta que este relato cultural es contrariado, estamos viviendo un momento histórico donde el poder hegemónico va perdiendo esa hegemonía. La famosa batalla cultural, que es batalla porque vivenciamos que se está dando. Hoy a nivel internacional lo vemos como el establecimiento del “nuevo orden mundial” por parte de las naciones BRICS. A nivel nacional y regional lo vivimos durante los primeros 15 años de este siglo.
Los políticos vs. la política
Toda esta introducción es necesaria para observar cómo somos capaces de naturalizar que desde la dirigencia política se despotrique contra la misma acción política en general, pero interpretando que en realidad ese despotricamiento sea en particular hacia ese accionar político que beneficia a las mayorías populares en detrimento de las minorías privilegiadas. Sólo así podemos entender como es que “un político” diga que “la política” es mala; y si bien la política es una acción que se desarrolla en ámbitos tan diversos como clubes, empresas, dictaduras, imperios, escuelas, ONGs o universidades como un hecho de administración de tensiones, ya sea a bala, tortura, debate, asambleas o militancia barrial, “la política” se asocia con “los políticos” que son en realidad dirigentes, militantes, adherentes de un espacio determinado y por, ende, relacionados con la democracia. Por eso sería importante determinar cuánto desvalorizamos a la democracia cuando desvalorizamos a la política, y qué alternativa tenemos a ella.
“La política” vs. la política
“La política” es la que permite, por ejemplo, capitalizar políticamente al Municipio los millones de pesos invertidos en las escuelas del distrito. La política en cambio es la que permite la transferencia de esos millones de la Nación a las provincias y de las provincias a los municipios, gracias a la acción distributiva e impositiva implementada por el conocido “fondo solidario de la soja” (no tan solidario porque más bien es compulsivo, para que sea posible), donde la Nación toma la renta extraordinaria a las exportadoras de la oleaginosa para redirigirlas al presupuesto educativo, uno de los más altos del mundo en términos de porcentaje, y a partir de este, a cada provincia y municipio. Esa política es posible porque es posible la democracia, que además es fortalecida, cuando el poder hegemónico es puesto en cuestión. (27-07-22).