(Entrevista en LA DORREGO) «No nos podemos descuidar porque hay mucha gente», destacó el jefe de los guardavidas de Marisol
Hay una creencia bastante extendida: es muy sencillo ser guardavida. Estar de pie junto al mar, piscina o río, relajados, de frente o espaldas al sol.
Nada más alejado de la realidad. La labor de estos servidores públicos no sólo se circunscribe al cuidado de aquellos confiados bañistas que se internan en el agua más adentro de lo aconsejable. También se ocupan de advertir sobre la exposición en horarios críticos, estar atentos a los niños que se alejan de la compañía de sus padres, proveer el antídoto necesario para calmar la molesta picazón de las aguavivas, juntar los desechos que los desaprensivos turistas dejan en la plaza y hasta ayudar con el descenso de las sillas anfibias.
Todo esto sin mencionar los riesgos asociados a entrar al agua para hacer un rescate, nadar hasta alcanzar a la víctima, traerla segura a la orilla y, efectuar las maniobras de primeros auxilios o de estabilización.
En Marisol hay 12 guardavidas, cuya labor se extenderá hasta el 31 de marzo.
«La actividad es muy intensa y permanente, superior a anteriores temporadas», dijo a LA DORREGO el tandilense Bernardo Baigorri, jefe del cuerpo de guardavidas, quien lleva 14 temporadas en el único balneario del distrito dorreguense.
«Nos ha superado la cantidad de gente, se extendió la zona de playa y eso hizo que se sumaran un par de guardavidas más. No nos podemos descuidar un instante», admitió.
A su turno, el joven Marcos Safita, nativo de Oriente, destacó que la mayoría de los turistas respeta las recomendaciones y hace caso al código de banderas que indican las condiciones del mar.
Para Marcos, la toma de precauciones del bañista como principal arma para evitar que ocurran accidentes o situaciones fatídicas en la playa es producto de la concientización que se hace año a año desde el servicio de guardavidas.
Podrán escuchar el audio de la nota en la parte superior de este post. (31-01-22).