La Región

Volver a empezar

Si hay algo que define a Bahía Blanca es su capacidad de abrazar al que sufre. La ciudad ha sido siempre una escuela de solidaridad.

Por Néstor Machiavelli

Algunos la llaman “Bahía que besa el mar”. Otros “Puerta y puerto del sur argentino”. Nadie imaginó que, a poco de cumplir doscientos años de vida, Bahía Blanca tendrá que volver a empezar.

Con furia implacable y por segunda vez en poco tiempo, la naturaleza se ensañó con la ciudad. Paradójicamente, donde la escasez de agua ha sido un problema cotidiano para los vecinos, de repente una inmensa masa de agua irrumpió con la fuerza de un diluvio universal. Y ante un fenómeno extraordinario, ocurrió lo inevitable: la ciudad resistió hasta donde pudo… y colapsó.

Bahía Blanca atraviesa la peor tragedia de su historia. El país entero observa las imágenes y, en paralelo, la solidaridad crece y se multiplica. Cualquiera puede ponerse en la piel de esas familias que, con esfuerzo, levantaron su casa, compraron un auto y, en un instante, lo perdieron todo. Ahora están a la intemperie, sin más pertenencias que el dolor y la incertidumbre.

La historia universal está llena de epopeyas de pueblos arrasados por desastres naturales o guerras que lo destruyeron todo y, aun así, renacieron desde las ruinas con esfuerzo propio y la ayuda solidaria. Bahía Blanca, hoy, se enfrenta a su propio desafío: reconstruirse desde el barro y el dolor.

Si hay algo que define a esta ciudad es su capacidad de abrazar al que sufre. Bahía Blanca ha sido siempre una escuela de solidaridad. Ese sentimiento humanitario lo encarnó Natty Petrosino, quien dedicó su vida a alimentar cuerpos y almas en su Hogar del Peregrino. Su obra trascendió fronteras y llegó a los rincones más olvidados de la Argentina. En Formosa, en medio de la extrema pobreza de los pueblos originarios, fundó un barrio de viviendas en El Divisadero que lleva el nombre de Bahía Blanca, sostenido con donaciones que partían desde aquí, desde la ciudad que hoy está en ruinas.

Emociona ver cómo, una vez más, la solidaridad se hace presente. Clubes de fútbol, iglesias, escuelas, en cada rincón del país donde haya un corazón sensible, se organizan colectas, responder al llamado del dolor.

Y entonces la imagino a Natty recorriendo calles anegadas, con los pies hundidos en el barro, golpeando puertas, cargando bolsas de comida, buscando refugio para los que quedaron sin techo, repartiendo pan y abrazos.

Recuerdo la entrevista a Natty a fines del siglo pasado, cuando miró a cámara y dejó un mensaje a los bahienses que hoy tiene plena actualidad. Al verlo, la emoción es inevitable, porque parece que Natty está aquí y ahora entre nosotros. Y si, efectivamente, aunque no la veamos ella siempre está… (La Nueva.). (13-03-25).

Mostrar más

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba