La Región

Esta noche, Favaloro en Monte Hermoso

Nota de Néstor Machiavelli en La Nueva.

Hoy domingo 4 de febrero, después de la puesta del sol en el mar, René Favaloro rondará entre nosotros. A partir de las 22, en el Centro Cultural del balneario compartiremos un momento especial y emocionante, como sucedió en las dos noches que vivimos a sala llena en la Biblioteca Bernardino Rivadavia de Bahía, cuando estrenamos el documental “Favaloro, entre Bahía Blanca y Jacinto Aráuz”. Y que se reiteró en la presentación en la última edición de la Fiesta Nacional de las Llanuras en Coronel Dorrego.

Durante mucho tiempo soñamos realizar este trabajo. Digo trabajo y fue mucho más que eso porque a medida que filmábamos testimonios sentíamos en realidad que era un tributo mediante el cual expresábamos nuestra admiración y reconocimiento por un hombre excepcional e irrepetible.

De mirada triste, ejemplo de vida y trabajo, pasó por la vida ajustando corazones destemplados: los reparaba con bisturí, los reconfortaba con palabras profundas y sencillas. Abuelo sabio, tripero por Gimnasia y Esgrima y porque hablaba desde las tripas, síntesis de academia, calle de tierra y potrero. Triunfador en las grandes ligas del planeta pero siempre con guardapolvo de médico de pueblo de campaña.

Se enorgullecía del papá carpintero y la mamá modista, de sus abuelos de una isla siciliana, de los que heredó la italianidad que le salía por los poros. Nada le fue fácil, todo lo logró con esfuerzo y sin olvidar sus raíces. Desde la cima de la gloria al desarrollar en EEUU la técnica del by pass aorto coronario que salvó millones de personas en el planeta, cuando hablaba en congresos internacionales pedía expresamente que no lo presentaran como un cardiocirujano consagrado sino como un médico rural.

Si se habrá encariñado con los vecinos, el consultorio y las visitas a domicilio por calles de Arauz que en la conmovedora carta antes del tiro del final, expresó el deseo que sus cenizas descansen para siempre en un campo cerca del pueblo donde fue feliz y nunca olvidó.

Monte Hermoso es lugar preferido de bahienses y pampeanos en los veranos. Favaloro se enraizó a los dos lados de la frontera provincial. En Aráuz quedan pacientes y amigos, el museo de la Estación que alberga sus pertenencias, perdura la Clínica que levantó a puro esfuerzo con su hermano José. En Bahía dejó amigos y un formidable legado: cardiocirujanos formados a su lado que llegaron aquí con su aval y carta de presentación y que hoy siguen reparando corazones en quirófanos de la ciudad.

Una calle de Monte Hermoso que nace al borde del Atlántico lleva su nombre. Gran acierto en la elección, con vista al horizonte y los atardeceres que lo cautivaban. Su mayor placer era observar la puesta del sol en suelo pampeano. Estoy seguro que los de Monte Hermoso en el mar también le habrían ganado el corazón.

“¿Qué pensaba yo cercano a la muerte? Pensaba en esas cosas pequeñas, en ninguna cosa material. Recuerdo claramente que decía no voy a poder ver más los atardeceres… yo vivo enloquecido con los atardeceres…En el momento de partir es imposible poner toda la riqueza en el cajón. Nos vamos a llevar nada más que esas pequeñas cosas…” (Palabras de René). (04-02-24).

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