El optimismo de querer y la responsabilidad de ser
Por Laika Paz
Hace 13 años aproximadamente, cuando la tasa de inflación interanual era de un insoportable 9,47% o 18,3% según quien la medía, solía ir todavía a la verdulería de mi barrio. Su dueño recurrentemente me advertía de lo que subían los precios de las frutas y las verduras, y me recomendaba no comprarlas. Una estrategia de ventas algo extraña. Unas semanas después dejé de ir, y al tempo, finalmente la verdulería cerró. Supongo que a buena parte de los clientes nos pasó lo mismo, preferimos vendedores más optimistas. Y no porque preferimos que nos mientan para poder vendernos, más bien que no nos subestimen como clientes, porque conocemos de nuestra economía y de la economía que nos rodea. Además, los negocios de barrio, de cercanía, todavía guardan esa magia de la charla amena, de las risas, y de sí, el optimismo de cara a lo que viene, sea lo que fuere. La famosa “cola de la panadería” que refiere a cómo se propagan malas noticias fácilmente, sólo hace referencia a un puñado de clientes que siempre ven el vaso medio vacío.
Varios años antes, como 15 más o menos, la actual vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández, tuvo un intercambio de opiniones muy enriquecedor en la TV con el ya fallecido escritor David Viñas. Ella reconocía que él, como intelectual, podía haber perdido todas las esperanzas, pero le aclaraba que ella, como dirigente política, tenía la obligación de ser optimista, de creer que el desarrollo es posible y de transmitirle esa esperanza a quienes le dieron la responsabilidad de legislar en ese momento.
Varios años después, justo cuando todavía estaba abierta esa verdulería, el actual presidente de Brasil, Luiz Inácio Da Silva, declaraba en la serie de Canal Encuentro, Presidentes de Latinoamérica, que el estado moderno se constituye como tal, para proteger a los vulnerados, a los desposeídos, de las clases privilegiadas, y que sin ese rol fundamental, el estado como tal, no tiene razón de ser.
Lula deja en claro la responsabilidad de los dirigentes políticos en su función. CFK deja en claro que sin la posibilidad de ver efectivos los objetivos, esa responsabilidad es inocua, inerte, carece de cualquier funcionalidad.
Cuando una vecina que anhela por fin tener su casa propia, gozar de ese derecho como tantos otros privilegiados, se encuentra con un estado que le da respuesta, lo mínimo que necesita de sus representantes políticos es esperanza, y no todo lo contrario».
Cuando una vecina que anhela por fin tener su casa propia, gozar de ese derecho como tantos otros privilegiados, se encuentra con un estado que le da respuesta, lo mínimo que necesita de sus representantes políticos es esperanza, y no todo lo contrario. Y respaldo. Porque lejos de transmitir incertidumbre o desconfianza por esa posibilidad tan esperada por tantos, los dirigentes políticos en su rol de controladores, deberían acompañar y respaldar a los vecinos, asegurándoles que harán todo lo que esté a su alcance para que las políticas de estado, se plasmen. Porque esa es su responsabilidad.
De otra manera, muchos dirigentes políticos terminarán como el verdulero de mi barrio, del que todavía tengo dudas si alguna vez se sintió cómodo siendo verdulero. (07-05-23).