Mansión Zubiaurre, la leyenda de un amor no correspondido

Con el título Leyendas de amores frustrados, fantasmas en frac y torturas: las increíbles historias de los palacios argentinos que están en ruinas, Infobae publicó una nota que incluye a la Mansión Zubiaurre, en nuestro distrito.

Esta es la síntesis que hace el portal porteño:

«Ubicada en el partido de Coronel Dorrego, en este caso también la leyenda tiene más peso y es mucho más romántica que la realidad. La misma señala que en 1901 un vasco -Juan Ayerbe- partió de España y se estableció en la zona tres años después, conchabado como peón de campo. Pero algo quedó en su país: su corazón, el cual había entregado al amor de su vida con la promesa que sería rico y que volvería a por ella. En 1922, junto con su hermano Ramón, compró algunas hectáreas a Don Zubiaurre y allí comenzó a construir el palacio, en el cual viviría con su amada el resto de sus días.

La mansión terminó de construirse en alrededor de 1925. Poseía estatuas, pinturas en los salones y todos los avances de la época. Estaba todo listo: tenía tierras, tenía ganado, un palacio… solo le faltaba ir a recoger su corazón y con él a su amada, allá en el país vasco. Juan regresó a su pueblo y raudamente fue hacia la casa de su amada. Encontró a otra familia viviendo en ella, preguntó por su “amada inmortal” (nunca se supo el nombre) y le indicaron dónde vivía. Sin dudarlo, corrió hacia su nuevo hogar con las fotografías de su mansión y un ramo de trigo para entregarle, y envuelto en él una cinta de seda con un anillo. Llega a la casa indicada, llama a la puerta y lo atiende un joven de unos 19 años. Pregunta por ella, y el joven la llama diciendo: “Madre, te buscan….” Juan queda fulminado como por un rayo y cae en la cuenta: ella no lo esperó y se casó con otro hombre.

Sin esperar verla, regresó a su castillo en Zubiaurre, en Argentina. Al llegar se encontró con su hermano, que se dio cuenta inmediatamente de la situación: Juan había vuelto solo. Esa misma noche arremetió a golpes de martillo contra las esculturas. En una de ellas colgó el anillo y destrozó la escultura y el propio anillo. Juan vivió junto a su hermano hasta su muerte. Nunca más lo vieron salir de su castillo. Y al morir él, también se fue muriendo la mansión. Poco a poco.

Hasta allí la leyenda. La realidad es que sí existieron los hermanos Juan y Ramón Ayerbe, pero Juan no construyó el castillo para ninguna “amada inmortal”. Los Ayerbe, al hacerse más ancianos, decidieron vivir en la ciudad de Bahía Blanca y vendieron la propiedad a la familia Thomas, los cuales eran arrendatarios de parte de sus campos. Ya en ese momento el castillo estaba bastante venido abajo. Tenía muchas filtraciones y demás problemas edilicios. Y Juan no destrozó las esculturas a martillazos, fueron regaladas a un coleccionista de Tres Arroyos. Juan fallecerá en un accidente ferroviario, y el castillo y las tierras hoy ya no pertenecen a la familia Thomas. Actualmente es un depósito».

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