Se cumplen 25 años del fallecimiento de Horacio Marino: el emotivo recuerdo de César Mc Coubrey

Por César Mc Coubrey

Cronológicamente lo ubicamos entre el 3 de julio de 1943 y el 17 de diciembre de 1995. Fechas de su nacimiento y fallecimiento.

Los dorreguenses lo empezamos a conocer el 13 de septiembre del 68 cuando llegó a la casa de sus suegros, el Dr. Francisco Pérez y su esposa “Pety” Colturi para afincarse definitivamente en la ciudad y ejercer su profesión de Médico Pediatra. Ese mismo día nacía Horacito, quién también es médico. Las historias de cada uno con Horacio (porque así se lo conoció y se lo recuerda), seguramente son muchísimas y variadas pero lo que las aúna al cumplirse hoy 25 año de su muerte tienen como denominador común el recuerdo de su simpatía, sencillez, desinterés, además de sus enormes conocimientos médicos. Cuando Horacio veía a un chico era el primer paso para su curación porque los padres y especialmente las madres le creían y si lo decía Horacio era “palabra santa”.

El reconocimiento oficial se concretó el 27 de diciembre de 1997 cuando se dispuso una ordenanza que entre otras consideraciones rezaba: “Durante el ejercicio de su profesión, el Doctor Horacio Marino Ochoa supo ganarse el aprecio, cariño y respeto de la comunidad toda; que la profesión de médico creada para que el hombre sirva al hombre, llevó al Dr. Marino a volcar en el pueblo toda su voluntad de hierro y bondad, constituyéndose en el servidor y amigo de los niños, sin pensar en premios, reconocimientos o compensación económica alguna por su labor”.

Oscar Montero en su recordada publicación LA HOJA agregaba: Nunca más justa la frase inserta en el bronce testimonial del monolito ubicado en la más importante Plazoleta de la ciudad que lleva su nombre: “Médico Servidor… ¡Amigo de los niños!

Sus compañeros del Centro Educativo complementario según “Tati” Fuertes se nutrían de su dinamismo y conocimiento y los niños recibían además de caramelos el cariño de alguien que desbordaba con su excepcional personalidad.

Omar Pietrafesa, que compartió reuniones familiares y sociales, comentó que hacía un culto de la amistad, que vivió intensamente y como amigo estaba tanto en los momentos de alegría como de tristeza. Con “Chenano” Reta fueron más que amigos y una vez, en el desarrollo de una entrevista, él y yo nos emocionamos recordándolo.

El “flaco” Marino fue el pediatra de nuestros hijos, todos conservamos el mejor recuerdo, ellos lo tienen como un referente. Era alto, jodón, abierto, sincero y desbocado…

Fue un faro que a 25 años de su muerte sigue brillando con esa luz tan particular que irradiaba. Cierro con lo escrito por Néstor Machiavelli que me parece engloba el sentimiento de lo que nos ocurrió aquel 17 de diciembre de 1995. Néstor tituló “El otro tornado”, fue el que abatió el alma colectiva de una ciudad y lo provocó la muerte de Horacio Marino Ochoa. (17/12/20).

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