Es más fácil buscar en donde ilumina la luz
POR CARLOS MADERA MURGUI
Todo empieza con proponerse ( no es tan difícil) discernir entre información y opinión. Es cierto, la mayoría de las veces una trae la otra, pero aun así, no es imposible. Se trata de diferenciar un hecho, como tal, ocurrido, y luego la posición un opinión sobre ese sucedido. La pandemia nos ha traído tal vez, situaciones no comunes, no corrientes, no acostumbradas. La situación, atemporal de por sí, impuso nuevos hábitos, reacciones desconocidas, comportamientos totalmente ajenos y toda cosa fuera de lo asiduo. Incluso nuestra diaria rutina, totalmente trascotada, ha puesto a prueba, conductas, procederes en un marco de inahabitualidad muy marcada. La información plena, (aquella que mal se adjudica a un sector politizado), como sí politizado fuera solo un sector que le interesa sobremanera los pasos de gobiernos y opositores), ha pasado a ser por bastante tiempo, materia principalísima en nuestros días. Las noticias de la pandemia, fundamentalmente, pero también hasta la frivolidad más desatinada, han pasado a ser parte, de la mano de las tecnologías más avanzadas, elementos casi insustituibles más allá del entretenimiento. Por estos días se conmemoró el día del lector, (ya no lo que suponemos), pero lectura de varias formas al fin, pusieron de relieve, qué es lo que interesa y que es lo que se brinda, desnudando y jugando con esta frase, la importancia de la ubicación, o rigurosidad de los dichos, o mejor expresado de los escuchados. Estos meses, con tanta demanda, y a falta de otras tantas voces, se sigue escuchando “ especialistas” en variados temas, sanitarios y económicos con prevalencia. La opinión de tanta gente no siempre condice con la información dura y pura, conveniendo que aristas paralelas es inevitable para cualquier hecho o situación. Lo cierto es que tanto tarambana opinando, con dudosa o nula autoridad, cansa y deslegitima asuntos muy serios. La información neta de un hecho, (no hablo de dichos, tan habitual y casi común) no es tomada como tal. Siempre viene acompañada por opinión adicional, hasta los mismos informativos de noticias, redactados ya con sesgos debatibles, se tiñen de prejuzgamiento, cosa que debe ocurrir en espacios periodísticos que prestaremos oído o no, según nuestra propia voluntad. El derecho a la información, (paralelo al derecho de expresión), no está siendo observado cómo se debería en el país. Siempre existe el hecho duro, hoy por hoy, es muy difícil, tener acceso confiable, ( no se sabe de dónde vienen las balas), a hechos presentados en forma totalmente opuesta y que el gran público (todos nosotros), compra cándidamente para despabilarse tiempo o años después, de mentiras consuetudinarias que llevan al diario determinar. Lo que la gente quiere escuchar, es la expresión más axiomática, de la anarquía cultural de estos tiempos, y la información, como pilar indiscutible de la cultura argentina, pasa a ser una herramienta letal , (tal cual se ha convertido es des información), una manipulación estentórea y descarada de estos tiempos. Los medios de comunicación, todos, los que se les ocurran, serán hoy y siempre, vehículos invertidos de lo expuesto. La gente, (vocablo odioso, por lo mal usado), como colectivo poblacional, seguirá siendo receptivo de lo que los llegue, suponiendo elemento cultural, de enseñanza, entretenimiento, y desarrollo intelectual e informativo de cualquier persona. La dicotomía ya en deshuso, de lo que se brinda y lo que quiere la gente, que por su significado supone una idea de pluralidad, con varias o muchas personas, y digo en deshuso porque hace tiempo que se perdió de vista. La “sobreinformación” no es lo mismo que la “ sobreopinión.” Cuando escucho “ Satura la sobreinformación”, se me ocurre pensar que estar “sobreinformado” equivale a un mote de “ demasiado culto”.