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Coronavirus: los anticuerpos de las llamas podrían esconder una respuesta

“Queremos diseñar anticuerpos argentinos para que el Ministerio de Salud pueda utilizarlos cuando crea conveniente y no tenga que importarlos de otros países», dice Viviana Parreño, quien lidera el Laboratorio de Virus Gastroentéricos del Instituto de Virología del INTA y, desde hace décadas, se especializa en virus que causan diarrea neonatal. Parreño llidera uno de los 64 proyectos que será apoyado y recibirá el subsidio del gobierno por 100 mil dólares. Será financiado a través de la Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación. «En seis meses, a más tardar, deberíamos estar culminando con todo el procedimiento y tener listos los prototipos para ir a fases clínicas y por último escalarlos comercialmente. La fórmula costo-efectiva puede llegar ser muy buena incluso”, señala Parreño.

Las llamas, camélidos sudamericanos y símbolo de la cultura andina, atesoran en su sistema inmunológico un tipo particular de anticuerpos que poseen propiedades biotecnológicas singulares. Cuentan con “nanobodies”: las moléculas más pequeñas que existen en la naturaleza; característica que les permite reconocer a otras y neutralizarlas. Además, conservan sus propiedades en pH extremos y resisten altas temperaturas. “A diferencia de los humanos, los anticuerpos de las llamas son ‘de cadena pesada’ y ello produce una ventaja desde el punto de vista de la ingeniería genética. Son moléculas muy chiquititas –del orden de los nanómetros–, con lo cual, pueden penetrar tejidos y atravesar barreras. Por ejemplo, llegan con facilidad al cerebro y a los testículos, regiones a las que generalmente los anticuerpos no consiguen acceder. Así es como pueden penetrar en los virus y desarmarlos”, explica esta investigadora que también se desempeña como coordinadora científica de Incuinta, una incubadora de proyectos que desde el INTA promueve la formación de empresas público-privadas de base tecnológica. Y continúa: “En el caso de SARS CoV-2 se pueden enganchar a la vesícula del virus hasta neutralizarlo y evitar que se una en las células, utilice la maquinaria celular en su provecho y en detrimento de nuestros organismos”.

Ahora bien, ¿cómo es el proceso experimental? Se inmuniza a la llama hasta que alcanza su grado máximo de defensas para combatir al virus. Se le extrae sangre, se identifican con precisión sus nanoanticuerpos y, como resultado, se obtienen aquellos que son capaces de reconocer moléculas virales y neutralizarlas. “A las llamas las vacunamos con una proteína inactivada de SARS CoV-2 (no puede hacerle daño), aguardamos que genere los anticuerpos y, luego de un tiempo, extraemos la sangre. De allí los linfocitos y de éstos, a su vez, separamos los ácidos nucleicos y, finalmente, generamos una biblioteca de genes. Por último, de esa biblioteca tendremos que identificar cuál es el anticuerpo más efectivo para combatir al patógeno. Es un proceso que lleva unos meses”, narra Parreño.

Una vez que seleccionan al anticuerpo adecuado y que atraviesa con éxito todas las pruebas de toxicidad y seguridad, la meta es escalarlo industrialmente para que pueda llegar a buena parte de la población. “Nuestro objetivo será utilizarlos para nebulizar a aquellas personas que están muy expuestas al coronavirus, como los enfermeros y los médicos. Las partículas virales podrían neutralizarse en la garganta y evitar que conquisten los pulmones. Esa barrera de defensas serviría muy bien para frenar el contagio. En definitiva, sería útil como prevención para aquellos individuos que aún no se han infectado y como tratamiento para los que tienen al patógeno en el organismo”, destaca la experta. De manera que podría administrarse por vía oral, nasal y a través de inyecciones, si es que la enfermedad se halla en una fase avanzada y la droga debe actuar directamente en los pulmones.

Un punto a destacar es que solo se necesitan los anticuerpos de una sola llama para fabricar decenas de miles de dosis. “Lo que nosotros extraemos del animal es el código genético del anticuerpo que nos sirve. Eso, más tarde, se expresa y se puede replicar de manera ilimitada, del modo en que lo hacen las empresas biotecnológicas con otros fármacos. Es muy positivo porque a la llama solo le sacamos sangre una sola vez y utilizamos su material genético de manera indefinida”, advierte. Los anticuerpos, previamente, deberían “humanizarse” para no ser rechazados por las personas; de lo contrario, el sistema inmune de los humanos podría atacar al reconocerlo como un agente extraño. Resuelto este paso, la droga estaría en condiciones de cumplir con todas las funciones que se esperan que realice.

La llama en cuestión fue bautizada “Spike” en referencia a la proteína clave que se encuentra en la superficie del virus. Es blanca y cuenta con una pintita marrón que la distingue del resto. Se encuentra en la Unidad de Camélidos del campo experimental que el INTA tiene en Castelar. Fue donada –junto con otras cuatro– por Estancias y Cabañas “Las Lilas” y el transportista las trasladó desde Saavedra (provincia de Buenos Aires, a 700 km de CABA) en plena cuarentena. Contó con un permiso especial que confeccionó el Ejército para sortear los retenes y así fue como este camélido, que apenas tiene un año de vida, consiguió arribar al campo. “Para nuestra sorpresa, Aymar Moris (quien manejaba el camión) nos regaló sus honorarios y el combustible del transporte. Por eso, en retribución a su buena acción otra de las llamas lleva su nombre”, relata emocionada. “Para que todos se queden tranquilos, los camélidos son tratados por especialistas. No hacemos más que extraer su sangre en una ocasión y realizamos algunas pruebas control sin ningún tipo de riesgo, por supuesto. Cuando todo esto termine habrá que buscarle un lugar para vivir, yo me las quiero quedar”, remata Parreño.

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