Un caño al patriarcado
La selección argentina de fútbol femenino generó furor en el mundial
ESCRITO POR CARLOS ULANOVSKY EN UN COHETE A LA LUNA
Nunca imaginé que un partido de fútbol femenino –aunque uno de los equipos fuera la selección argentina– me iba a interesar tanto. Y parece que no fui el único. La transmisión de los partidos por la televisión pública, en horarios no centrales, reunió frente a la pantalla entre 600.000 y un millón de personas. De ahora en adelante cualquier mujer que amoneste a su pareja con el clásico sanbenito de “No sé cómo te podés pasar horas viendo correr a 22 tipos detrás de una pelota”, deberá reconocer que su queja atrasa varios mundiales. El fútbol femenino es una realidad en todo el mundo y también en la Argentina. En marzo pasado, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) anunciaron el estreno de la Liga Profesional y prometieron para el 2020 la puesta en marcha de la Copa Evolución, un torneo de características federales, similares a la Copa Argentina. Se enfervorizó el presidente de la AFA, Claudio Tapia, cuando proclamó: “Somos la gestión de la igualdad de género”. Es más fácil decirlo que llevarlo a la práctica.
Después de tres partidos clasificatorios en el mundial de Francia (el tercero que disputaba en el siglo; los anteriores fueron en 2003 y 2007) finalmente la selección argentina no pudo acceder a octavos de final. Empató con Japón, cayó por la mínima ante Inglaterra y consiguió un empate con sabor a proeza frente a Escocia luego de estar abajo 3 a 0. En términos relativos alcanzó logros inéditos en torneos de esta categoría: sus primeros dos puntos, marcó tres goles y, especialmente, hizo una muy digna presentación. Como para entusiasmar a los más escépticos o a los más recalcitrantes machistas, condición que, paradójicamente también ostentan muchas mujeres. Unos y otros tuvieron que reconocer las virtudes de la notable arquera Vanina Correa, de la defensora Aldana Cometti, de la volante ofensiva Florencia Bonsegundo o las diabluras de la joven delantera Dalila Ippolito. Paradas sobre el verde césped, y salvadas las diferencias biológicas, hacen lo mismo que los astros del fútbol masculino. Ponen, tocan, salen jugando con elegancia o la revolean con fiereza, hacen caños y tacos, reciben tarjetas amarillas, protestan, se besan la camiseta en los festejos y cuando cabecean se les vuelan los pelos, solo como a ellas puede sucederles.
Primera Etapa
En Inglaterra, indiscutida cuna de este deporte, que las mujeres patearan la pelota para adelante fue visto con tan malos ojos que en la década del ’20 se lo prohibieron. Entre la Primera y Segunda guerra, con millares de hombres enrolados en las Fuerzas Armadas, en la primera línea de fuego o muertos en combate, quienes ocuparon sus puestos de trabajo fueron las mujeres. Ignorando el veto, ellas llenaron sus tiempos de ocio y recreación jugando a la pelota como podían y de a poco haciéndose un espacio propio en el campo. La práctica, en secreto o pública, siguió avanzando y frente a esa realidad la Federación Internacional de Fútbol Asociado (la hoy poderosa transnacional FIFA, que maneja los hilos del deporte más popular del universo) recién reconoció su existencia y avaló su práctica en 1991. Eso no eximió a muchachas de todos los tiempos de sufrir descalificaciones y estigmas. Toda chica que vistiera cortos y calzara botines podía ser maricona, bombera, marimacho, varonera, machona.
El cambio de los tiempos y los paradigmas de costumbres, los avances en las políticas de género y el irrefutable empoderamiento de las mujeres fueron decisivos para la evolución del fútbol femenino y para que la actividad, en muchos lugares del mundo, sea seguida y celebrada por multitudes. En la Argentina se estima en un millón la cantidad de quienes lo practican. Mujeres de variadas edades y de toda condición social lo juegan en villas y countries, en la playa o en el barrio, sin atisbos de esconderse o avergonzarse. Con alegría hicieron propio el placer de jugar y entendieron que les pertenece porque no solo era cosa de chabones. Con amplitud admiten que un hincha cuando ve desplazarse a una habilidosa diga que “juega como un hombre” o soporta memes de Internet como “las chicas salieron a jugar con los tampones de punta”.
La historia no miente. No solo tuvieron que enfrentarse a estereotipos. Las biografías de las jugadoras más destacadas del mundo incluyen el dato de que se tuvieron que hacer desde abajo, pero en muchas ocasiones integrando equipos de varones. Las diferencias salariales entre mujeres y hombres, existentes en cualquier nivel laboral, también se verifican en el fútbol femenino, incluso en el de élite. La estrella estadounidense Alex Morgan gana 2,7 millones de euros anuales, unas treinta veces menos de lo que, merecidamente, embolsa Lionel Messi. Y lo mismo la noruega Ada Hegerberg, balón de oro 2018, que cobra mucho menos que Luka Modric, el serbio ganador del mismo galardón. Algo los iguala: ambos prestan sus servicios fuera de sus países. Modric en el Real Madrid y Ada en el Olympique de Lyon. Muy molesta por esas diferencias que no terminan de dirimirse, Ada renunció a integrar el seleccionado de su país. En la Argentina, como lo hicieron Gonzalo Higuaín, Ángel Di María o Paulo Dybala, muchas de las integrantes de la selección juegan en otros países. La eficaz defensora Agustina Barroso juega en el Madrid CFF; la delantera Soledad Jaimes (una gigante de un metro 87) integra el plantel del Olympique de Lyon, considerado el mejor equipo europeo del momento; la capitana Estefanía Banini también luce la camiseta 10 en el Levante español.
Además de emigrar a plazas económicamente más tentadoras, hay otro aspecto que equipara a las chicas y muchachos más prestigiosos del balonpié universal. Tienen auspicios publicitarios de marcas cotizadas: indumentaria deportiva, bebidas, productos de belleza y en el caso de las mujeres también son auspiciadas por una conocida marca de tampones. Ya les llegarán a las argentinas esas dispensas. Para el mundial en disputa, Nike y la cervecería Quilmes (con la participación de la cantante Miss Bolivia) pusieron en el aire comerciales de alta creatividad. Conmueve el oficial de la AFA, en una cariñosa filmación en la que mencionan a las seleccionadas.
Entretiempo
El fútbol de mujeres está en auge en todo el mundo. En la Argentina se juega en modalidad futsal, fútbol 5 y en canchas de 11. Funcionan 50 escuelas, se disputan un centenar de torneos no federados y federados. Como parte esencial de la actividad, no pocas mujeres estudian para directoras técnicas y ya es cosa de muchos partidos que impartan justicia referees mujeres y que marquen tiros de esquina o laterales juezas de línea. Pueden escucharse espacios radiales y televisivos que siguen la actividad, como las transmisiones de los domingos al mediodía de Crónica TV. Periodistas especializadas describen, opinan, profundizan. Es el caso de Ayelén Pujol, autora de un libro de reciente aparición: ¡Que jugadora! Un siglo de fútbol femenino en la Argentina. Historiadora de este deporte, ella ubica en octubre de 1923 la disputa del primer partido entre damas y damitas. Ocurrió hace 96 años en la cancha de Boca donde ante 6.000 espectadores se enfrentaron las argentinas y las Cosmopolitas. Ayelén juega en el Norita Fútbol Club, amadrinado por la querida Nora Cortiñas. Otras pioneras fueron las argentinas que el 21 de agosto de 1971 golearon 4 a 1 a Inglaterra en el estadio Azteca, de México, en el marco de otro mundial, pero aun sin el auspicio de la FIFA. En ese partido se destacó Elba Selva, la delantera albiceleste autora de los cuatro tantos. En este momento, siete de aquellas mundialistas, están en Francia especialmente invitadas a presenciar la Copa del Mundo.
Lo que tuvo que atravesar este juego y sus protagonistas antes y después del visto bueno de la FIFA no fue ni fácil ni estimulante. Hasta hoy, la selección nacional debe luchar para conseguir mínimos objetivos. En 2017, hartas de los habituales destratos de la AFA, las jugadoras declararon un paro; al año siguiente, mientras participaban de la Copa América en Chile simbolizaron su disconformidad con una fotografía en la que todas aparecían haciendo el gesto del Topo Gigio, popularizado por Juan Román Riquelme. La protesta tenía que ver con una larga lista de discriminaciones. Jugaban sin contratos y sin reconocimiento laboral; la asistencia técnica, física y médica era más que precaria; les impedían utilizar las mejores instalaciones del predio de la AFA en Ezeiza; los viáticos que recibían no superaban los 140 pesos por entrenamiento; la ropa que usaban era descarte del fútbol masculino, estaban malgastadas o les sobraban por todos lados; no recibían facilidades para los viajes, al punto que en varias ocasiones tuvieron que pernoctar en los ómnibus de traslado. Pero el auténtico “Esto no da para más” ocurrió cuando a principios de este año a la jugadora Macarena Sánchez, delantera del varias veces campeón UAI Urquiza, le comunicaron que no seguiría integrando el plantel. Dolida por la medida injustificada, Sánchez inició una demanda para conseguir su debido reconocimiento laboral y reclamar por la arbitraria interrupción del fichaje. Eso fue el principio del fin para años y años de invisibilización y malos tratos a las jugadoras, y habilitó la decisión de la AFA de profesionalizar la categoría.
Segunda Etapa
La UAI, siglas de Universidad Abierta Interamericana —cuyo antecedente fue el colegio Esteban Echeverría—, es un emprendimiento de la familia De Vicenzi. Siempre sospechada de vínculos con grupos extranjeros y/o confesionales, la entidad creció y hoy se ramificó por todo el país e incluso en otros países. Deseosa de participar en campeonatos oficiales, en 2002 compró el viejo club Urquiza que sobrevivía penosamente en la D, la categoría más baja del fútbol nacional. Los progresos fueron evidentes, porque acaban de ascender a la Primera B Metropolitana. También resulta significativo el desarrollo del fútbol femenino, ya que se alzaron con buena parte de los campeonatos de la última década, cuatro de ellos en los que tuvo participación descollante la santafecina Sánchez. Despedida con causas ambiguas, tras su decisión de llevar su caso a la Justicia recibió insultos y amenazas por las redes sociales. Pero no se calló. Expuso su manera de pensar en fotografías posando con el pañuelo verde y en Twitter escribió: “El fútbol será disidente, profesional y feminista. Y el aborto será legal, carajo”. Su despido arrastró también a Ricardo Pinela, vicepresidente de la UAI y dirigente importante del futbol femenino en AFA.
Alargue
Las figuritas de las seleccionadas hicieron furor.
Nada será igual para la evolución del fútbol femenino en el país después de lo que acaba de generar la actuación de la selección en el máximo torneo que organizó Francia. Luego del empate frente a las poderosas japonesas, alcanzaron elogiosas consideraciones en las secciones deportivas de distintos medios y llegaron a la tapa del diario Olé. Y fueron un suceso de venta las figuritas con las imágenes de las jugadoras.
Después de lo demostrado en Francia volverán con una sonrisa. También con la convicción de que los imparables movimientos de género serán fundamentales para el crecimiento de este deporte. A fines de 2018, las chicas clasificaron al mundial venciendo 4 a 0 a Panamá, en un partido disputado en la cancha de Arsenal ante 11.000 espectadores. En marzo de 2019 el Boca Girls goleó 5 a 0 a Lanús, en un partido jugado en la Bombonera y en el que fueron teloneras del partido estelar.
En mayo finalizó el campeonato de primera división. Dieciséis equipos disputaron el cetro que volvió a ganar la UAI Urquiza. Detrás llegaron Boca y Ríver, San Lorenzo y Huracán, Rácing e Independiente, Lanús y Estudiantes de la Plata, Platense y Atlanta, Excursionistas y Villa San Carlos, UBA Fútbol, Deportivo Morón y El Porvenir. Desde la temporada siguiente, la AFA se comprometió a inyectar unos 24 millones de pesos para que los clubes puedan contratar, seguro, a ocho jugadoras que percibirán una retribución similar a la de un jugador de Primera C, la última rentada del futbol local. No se volverán ricas con los 13 o 15.000 pesos mensuales, pero será otro paso adelante y si, además, les permiten firmar contratos en blanco y con obra social, la cosa estará mucho mejor que antes. En los últimos días trascendió que Macarena Sánchez podría jugar para San Lorenzo en el siguiente campeonato.
A los penales
El fútbol, que supo ser de todos, ahora está en manos y pies de todas. Así como en cada acción reivindican su derecho a jugar, también expresan sin tapujos su condición sexual. La mediocampista de la selección norteamericana Megan Rapinoe hizo pública su elección sexual hace siete años y actualmente se encuentra en pareja con una conocida basquetbolista. Sus compañeras de equipo Ali Krieger y Ashly Harrison se casaron hace unos meses. En la Argentina, la jugadora Lorena Benítez y la dirigente de la comisión de Futsal de la AFA Verónica Rivero fueron, hace poco, madres de gemelos. Vanina Correa es madre de los mellizos Romeo y Luna, que tuvo por fertilización asistida con su pareja mujer. Su caso es emblemático. Era muy joven cuando defendió la valla de la nacional en los mundiales de 2003 y 2007. En el último, realizado en China, soportó un resultado perturbador: 11 a 0 contra Alemania. En 2010 decidió retirarse, pero tras tiempo de inactividad y considerando sus valores futbolísticos, el director técnico Carlos Borello la convenció para que volviera a ubicarse entre los tres palos. Con 35 años, en Francia fue una figura sobresaliente y cuenta —con gracia— la empleada administrativa del municipio de Villa Gobernador Gálvez que tiene más dificultades para atajar las quejas de los contribuyentes de su ciudad que para detener los penales como el que le contuvo a la inglesa Nikita Parris.
Su colega Gabriela Garton, nacida en los Estados Unidos de madre argentina, integró la delegación como la tercera arquera de la selección. Llegó hace seis años, se nacionalizó y reside en la provincia de San Luis donde trabaja su marido. Ahí, si se lo permiten, buscará sumarse en su puesto en algún equipo de varones. Garton es socióloga e investigadora para el CONICET y en esta condición concluyó su tesis de grado titulada “Guerreras. Fútbol, mujeres y deporte”. Mónica Santino es desde 2007 directora técnica de La Nuestra, en la Villa 31. Cada martes y jueves entrena a más de 60 chicas de 7 a 17 años. Ex jugadora, retirada, profesora de educación física, piensa que si la preparación es la adecuada y sostenida desde la escuela primaria, en unos años la competitividad del fútbol argentino aumentará superlativamente. No es una mera expresión de deseos. Es, ni más ni menos, lo que volvió potencia a los mejores conjuntos de la actualidad. Agrega Santino: “Y si el cuidado se extiende a los planteles de chicas sub 15 y sub 17 en siete, ocho años podemos llegar a ser algo importante”. En la Argentina, el fútbol de mujeres está dejando de ser uno de los secretos mejor guardados. Infinitamente más empático que ver a mujeres moliéndose a trompadas arriba de un ring, es probable que, si se dan las condiciones dirigenciales y los medios ponen su parte, la actividad de la selección genere un furor equivalente al que en su momento despertaron las Leonas en hockey.