(*) POR CARLOS MADERA
Suele llamarse personalización de la política a la tendencia a reducir el conjunto de posibilidades de un cierto momento en la vida de un país, una provincia, un distrito, al inter juego de un puñado de individuos ( sus políticos ) que resumirían en sus rostros, sus voces y sus biografías todas las variantes de ese drama colectivo. Es cierto que es difícil pensar la historia de una sociedad sin encontrar, en sus coyunturas más intensas, las voces, los rostros o las vidas, ( o los nombres, a veces los nombres lo sintetizan todo),de ese reducido grupo de personas que pueden condensar las grandes opciones de una encrucijada histórica, o las formas abreviadas de una genealogía. Pero no es menos lo que
debemos preocuparnos cuando de un cierto momento de la historia, solo nos queda las siluetas de esas figuras singulares, que sí a veces pueden resumir un cierto estado de la movilización social o de la conciencia colectiva, otras veces pueden contribuir a ahuecar la una o a hacer retroceder la otra, incluso hasta sustituirlas. En un libro de ya hace unas décadas, Richard Sennet lo sugería; el peso de las personalidades políticas que ocupan el centro de la escena política de un país es inversamente proporcional a las fuerzas de los lazos que configuran una vida pública activa. Y tiene un par de efectos muy poco saludables. Uno es la tendencia a figurarnos esa vida pública en términos individuales o hasta psicológicos, a preocuparnos por lo que el líder “ siente”, o por lo que “le pasa”, a reducir la discusión política a los pobres términos de un debate , sobre el carácter, los sentimientos o las intenciones de los políticos. El otro es la tendencia a librar ese debate en la pobre clave de una moralina de buenos y malos, de puros e impuros, que hacen retroceder a la reflexión ética sobre la políticas varios casilleros respecto al punto que la habían conducido las mejores tradiciones de la filosofía política moderna y nos deja seriamente desprovistos para volver a pensar las grandes exigencias colectivas de todos los momentos, todos, históricos por existir. No se trata de negar el peso de las grandes figuras aquí, allá y en todos lados, cuyas ideas, palabras o determinaciones, en tal o cual recodo de la historia de cualquier sitio, pueden tener una importancia decisiva en el curso de las cosas. Pero es pura ideología reemplazar el estudio de las fuerzas que determinan figuras, como lo es también poner la esperanza de que nuestros políticos y nuestros gobernantes sean buenas personas en el lugar donde deberíamos situar una militancia a favor de la ampliación de los espacios públicos, la lucha porque sean otras voces, las de una ciudadanía activa y crítica, movilizada en torno a un conjunto de debates bien planteados, las que tengamos para oír. Esa, y no la denuncia del carácter ambicioso o vengativo y peleador, de esa o aquel, es la necesaria materia del combate de esta hora y de todas las horas, del combate a favor de una nación, con una provincia, y un distrito más justo, más democrático y más libre. Nunca es demasiado. En persona, frente a frente, la vida es real no virtual, aunque lamentablemente ocupe mayoritariamente gran parte de la existencia. No se habla de nadie, sino de todos. Si queremos reivindicar la política, al menos los que queremos, tenemos que hablar de política y no de los políticos. Una nueva etapa, la que brinda constantemente la democracia, se abre prontamente, es nuestra nueva oportunidad, con la esperanza también llega la ocupación…. y cierro con Bartolomeo Vanzetti; “ Siempre quise un techo para cada familia, un pan para cada boca, una educación para cada corazón, la luz para todo intelecto. Sostengo que el derecho a la libertad de conciencia es tan inalienable como el derecho a la vida “.
(*) Conduce Dorrego Despierta, de lunes a viernes, de 7 a 9 por LA DORREGO.
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