El análisis del último clásico en clave de guión de cine
ESCRITO POR MANUEL MENDIONDO EN EL FACEBOOK DE BOLA
“El increíble Independiente 1 – Ferroviario 1”. Nos decidimos por ese título. Póngale usted el que quiera…El que más le guste. Decídase por la combinación de palabras que más se ajusten a su estado de ánimo. Porque éstos, éstos fueron noventa minutos según cada uno. La emoción según cada uno. El suspenso según cada uno. ¿Quién es el propietario exclusivo para definir un clásico como éste? Nadie. Nadie y todos. El que define está midiendo. Y esto no ofreció ninguna posibilidad para esta pretensión sensata…Por eso decimos que no lo olvidaremos. Mandaron los sentidos. Y para los sentidos no hay decámetro, ni hectolitro, ni hectáreas, ni kilogramos. Pasa una mujer atractiva por la calle. Diez opiniones. Que uno destaca el color de los ojos. Que otro la sensualidad de la boca. Que otro el azabache del pelo. Que otro, la turgencia de las caderas. Que nada. ¡Que nada! Que es una mujer atractiva y se acabó. Que es la suma de todo. Y, entonces, que cada cual se la lleve para él, según la sienta. Salimos de la sala cinematográfica. Todavía estamos turbados por las sensaciones que vivimos en la penumbra. Ni siquiera se nos da para vertir una opinión. Y surge el tipo ese de baja estatura, ese de la camisa azulada, que por ahí desliza en voz alta…”Sí, es muy buena la película, pero me pareció advertir algunos defectos del guión…” (…)
Que ese tipo, ese que también estaba en San Martín el otro día –sí, el petiso de la camisa azulada- me elabora su propio ácido argumento tratando de cambiarme todo el título. Todo el gran título que yo me llevo para mí, para mi casa, para contárselo a mis amigos…Allí lo veo, con su aire suficiente y doctoral explicando que esos dos goles están demostrando justamente el nivel mediocre de una paridad.
Festejás un empate… ¿Cómo dice? “Sí, que festejás un empate porque a los dos les convenía no perder, se conformaron con poco y entonces por eso…” Pero, ¿cómo? No era que para demostrar los desastres de cada domingo, eran el temor por perder y ser conformistas… No, señor petiso de camisa azulada… No, señor del guión y del montaje… Ojalá que siempre, que todos los domingos, los equipos ignoren el temor a perder como ocurrió en la oportunidad de este clásico… Los incordiosos diez minutos agregados a las 15:30 terminaron de valer la pena. Dos minutos y Estebanez que salvó a Independiente. Cuatro minutos, segunda contención de Estebanez. Nueve minutos, muy activo de Abajo sobre la derecha que busca la diagonal de Checho Lindner. Doce minutos, Ferroviario domina las acciones del clásico haciéndole sentir la rigurosidad de su casa y de su gente al huésped vestido de rojo. Catorce minutos, Hollender y Barrios comienzan a adaptarse al resbaloso campo de juego y empiezan a tocar. Quince minutos, amonestado Rey Lindner por una falta sobre Hollender que desde mi posición detrás de uno de los arcos, en las alturas de Gregorio Juárez y Rubén Álvarez, no logré apreciar. Diecisiete minutos, Independiente sale momentáneamente de la hostilidad del aurinegro. Dieciocho minutos, Hollender recibe de Rasmussen, arma desde el centro y Barrios recibe en la izquierda del ataque, lo separan escasos centímetros del cuadro mayor, descarga hacia la entrada en carrera de Hollender. Dieciocho minutos, veintidós segundos, la historia, las piernas flacas y largas de Aguirre llegaron antes que el hambre y la derecha del purrete dinamarqués. En nada más que dieciocho minutos de un clásico entre Ferroviario e Independiente, notarán… palparán… la electricidad del partido… el ida y vuelta de ambas escuadras. Diecinueve minutos, Estebanez adelantado, Maxi Gette se resbala, Cossu toma contacto con el balón. Diecinueve minutos, cuatro segundos, la determinación lo lleva al puntaltense a ensayar un remate que relamió el horizontal. Veinte minutos, los hermanos Lindner realizan el trabajo de Begbeder y de Abajo: crear juego. Veintidós minutos, Yezzi contiene formidablemente un mano a mano a Digiglio tras un centro lúcido y preciso de ¿quién si no?, el otro purrete, Barrios… Y, ¿quién se puede detener a revisar las marcas? ¿Y quién dispone del tiempo suficiente para distraerse en localizar errores? Únicamente el petiso de la camisa azulada. Sin gritos pero se deja de ver. Ataque de Ferroviario. Y contraataque de Independiente. Y otra vez Ferroviario. Y otra vez Independiente. Y hay errores. Sí que hay errores. Sobre la equivocación de uno está la vocación ofensiva del otro. El ida y vuelta constante que obliga a girar permanentemente la cabeza. A un trámite que apenas si esboza, que apenas si sugiere una mínima explicación coherente. ¿Quién es el mejor de los dos? Nadie. No hay mejor.
Importa el ida y vuelta de la pelota. Y veinticuatro minutos. Y en terreno aurinegro, tiro libre lejano para el rojo. Y ejecuta Sarti, en su primera intervención. Y Fagioli forcejea con Aguirre. Lo propio Pablo con Checho. Y el ollazo que va cayendo. Y Fagioli apenas que se desmarca. Y Fagioli que desde el aire apenas toca sutilmente el balón. Y Yezzi estático. Y Fagioli más seis hombres de rojo y otros tantos hombres aurinegros que atinan a observar el ingreso del balón por el palo derecho de Yezzi, descansando mansamente en la red. Celebración de los once jugadores de Independiente.
Celebración de Díaz en el banco con el profe Rico y los gurises de la banca. Celebración para la mitad teñida de rojo. En la inmediatez del impacto de Independiente, Ferroviario muestra decisión para buscar la igualdad… Maxi Gette despeja en la línea un cabezazo de Checho Lindner mientras se relamen Cossu y de Abajo, el mejor de Ferroviario en el primer tiempo… Y en línea recta al arco, desde la medialuna Rey Lindner captura el rebote y saca un zurdazo rastrero que Bebo Estebanez contiene arrojándose hacia el palo izquierdo. Sigue atacando Ferroviario.
Responde atacando Independiente con un magistral pase de Rasmussen que encuentra la posición de Barrios y la repentización del pibe merece mayor suerte… El once de contextura física pequeña pero con la grandeza de un delantero experimentado, se libera de la marca del mayor de los Barrionuevo y cachetea como viene el pase… Desde arriba imagino que es gol… En verdad, todos los espectadores imaginan lo mismo… Que no hay impedimentos para que Barrios celebre… Ahí está… ¡Palo derecho de Yezzi! Sí, el palo fue el impedimento para que el purrete clave una segunda daga. Y en sólo cuarenta y cinco minutos la suma de todos imprevistos…
Y siguen muriendo y viviendo… Y seguirá siendo el partido sin explicación. O tal vez, la explicación la hacemos desde el resultado por ese toque sutil de Fagioli. Lo cierto es que es un partido no apto para los petisos de camisa azulada… Porque ninguno de los dos es mejor que el otro. Pero, es justamente eso lo que trae la sensación de incertidumbre. Lo que no define al ganador neto, al ganador respaldado por “la justicia” de los merecimientos. Tal, como ocurre a los ocho minutos de la segunda parte cuando, presuntamente, Ferroviario asegura el empate…
Pero no puedo hacerme el otario acá… ¿Por qué? Porque vuelvo a meter esto de la cuestión posicional de la que ya me jacto en líneas anteriores de integran el cuerpo de este relato… Desde mi propia perspectiva, el árbitro Marcos sanciona el forcejeo menos forcejeo de todos… Porque creo que es más virtud de Checho en sacarle el máximo jugo al menos contacto de todos, apenas un roce mínimo con el gran capitán Pablo y caer como soldado herido en guerra dentro del cuadro menor… Naturalmente… Marcos “compró” la caída, lo que yo considero un roce mínimo entre los dos… pero hay que pensar en el otro, siempre. El árbitro Marcos apoyado en su interpretación y principalmente en su rápida determinación, realiza el gesto de “¡Penal!” y el griterío, la bulla, deja de ser griterío, deja de ser bulla, deja de ser protesta… y la tarde del domingo, por unos segundos no más, pasa de la euforia descomunal a un silencio que engloba la tensión, el nerviosismo y los ojos de los veintidós hombres dentro del campo de juego, de los periodistas y de todos los espectadores, puestos únicamente en una escena. La escena en que al ejecutante y al ejecutado los separan apenas doce pasos. Las nubes tapan lentamente la inmensidad celeste que nos cubre desde muchísimo más arriba de dónde estoy yo viendo el espectáculo. Son nubes blancas que enlazadas unas con otras,pasan a ser bastante más grisáceas que blancas. El momento de máxima tensión. Desde acá arriba, sólo se escucha el refunfuño del viento que me obliga a ponerme la campera… El ejecutante, Checho Lindner, tiene la posibilidad de igualar… De poner en partido a Ferroviario… Pero hay un detalle no menor… Un detalle que supongo el día de mañana me hará sentir orgulloso cuando me pidan que les cuente sobre los máximos exponentes del fútbol doméstico… Les hablaré de varios, de los que yo vi… Les hablaré del Checho como también de Bebo Estebanez… Por eso, la tensión… Porque Lindner si convierte llega a los cien goles en una liga… porque siendo tan joven y con toda la carrera por delante, puede compartir el segundo lugar de la tabla de los máximos goleadores de esta liga… Y además… Porque enfrente está Estebanez… Porque desde su armonía tapa la ingratitud del puesto… porque con sus reflejos, sus intervenciones, armó contragolpes, ganó partidos, campeonatos… Se escucha el pitido del árbitro que da la orden para la ejecución… El hombre contra el hombre… Y ahí va Lindner. Y abrió el botín diestro con la cara interna. Y Estebanez que se decide por su palo derecho. Y la pelota que ingresa con potencia cercano al centro pero bien arriba. Y esas lágrimas. Y ese grito aurinegro rendido a los pies de un hombre. Y los amigos del hombre que prepara el aerosol para tachar el número cien. Y alguno de los hombres que están en el banco que le alcance al hombre, una remera negra con la inscripción de su propio objetivo recientemente cumplido. Ese cien en que el hombre, Checho Lindner, pensó durante estos últimos quince días… ¿Y vos?… ¿Por donde andás?… vos, el de la camisa azulada… Si… A vos, ¿a qué parte de su tesis vas a recurrir ahora?… El clásico Ferroviario-Independiente. Y el empate en un gol. La suma de dos goles. Y las ganas de seguir. Las ganas del comienzo.El partido gana en intensidad. El empate es tan parejo como los rendimientos de cada uno de los hombres… Tan parejo y equitativo como el resultado. Ferroviario inclinaba la balanza y después caía. Independiente, lo mismo. Independiente dispuso de la frescura para lastimar de Boesen en lugar de Barrios, uno de los que más aplausos se llevó del hincha rojo. Ferroviario hizo lo propio cuando incursionó en el terreno el pibe Enzo Correa en lugar de otro gurí, de Abajo; la gente aurinegra reaccionó con los mismos aplausos… Veintiseis minutos del segundo período… falta una eternidad… El partido se detiene por una falta. Tarjeta amarilla impuesta por Fernando Marcos… El destinatario es Rey Lindner. Observación del árbitro. “Es el cinco local”. Buscado el menor de los Lindner… La tarjeta roja que sale del bolsillo de la vestimenta del hombre que imparte “la justicia”. Habría que repensar el concepto de su primera amarilla. Lo cierto es que amarilla más amarilla es roja y el cinco local, el cinco aurinegro, se marcha a las duchas faltando veinte… Independiente y la lectura de sus referentes, como Pablo, Ruso Rasmussen, Fagioli, Bebo Estebanez, comenzaba a surgir efecto en momentos como éste… Ferroviario, con la necesidad de contragolpear, un poco por agotamiento y otro poco para gastar las escasas energías que quedaban en cada uno de los hombres, en puntadas finales… En la única que tuvo Digiglio, Yezzi “la encontró”. Estebanez se tomó revancha de Lindner y le contuvo un cabezazo con buena dirección, al ángulo superior derecho. Independiente, en los buenos segundos tiempos del otro pibe que nos faltaba comentar, Capparuccini y, de Leo Étzel, encontró una coartada perfecta para que los referentes sigan alimentando el hambre de sacar una ventaja en el resultado. Ya el desgaste de ambos se veía reflejado en las expresiones de los rostros de los veintidós hombres. En sus gestos. En sus intenciones. En el periodismo. En la gente… Esa gente que acompañó en buen número a ver a sus representados. ¿Quién jugó mejor? No sé. Como que cuando llegué de regreso a casa consulté la opinión de los compañeros de la transmisión sobre quién había sido la figura del partido. Yo me quedé con dos: Lindner y Estebanez, uno por bando, en el orden que usted quiera. Porque así me pareció, aunque no estaba ni estoy del todo muy convencido. Porque además no encontré la coincidencia en los muchachos de la transmisión. Y por otra parte nadie opinó sobre quién había jugado mejor de los dos equipos. Por eso pienso que son partidos para que cada uno lo ajuste a su estado de ánimo… Noventa minutos según cada uno… para que ningún petiso de camisa azulada se nos cruce en el camino y nos salga con aquello de “que festejás un empate porque a los dos les convenía no perder, se conformaron con poco…” Además, me importa mucho llevármelo tal como lo sentí, para mi archivo privado… Para poder decir dentro de unos años, cuando llegue la hora de la historia… “Oíme, que yo estuve en Ferroviario la tarde que Checho Lindner alcanzó la cifra de los cien goles en su campaña y vi a dos gurises como Hollender y Barrios, que explotaron ahí…”.