Télam: La memoria no se borra
Nota escrita por Ricardo Ragendorfer en Somos Télam
Los mastines policiales del régimen habían tomado por asalto los dos edificios de la Agencia Télam durante la madrugada del 4 de marzo. Envueltos por la penumbra, amurallaron sus accesos con chapones blindados, como para aislar algún virus del resto del mundo. Perecía una escena de la última dictadura.
En este punto es necesario retroceder tres días, cuando el interventor de medios públicos, Diego Chaher, se dejó caer en la sede de la calle Bolívar.
El tipo, chorreando amabilidad, simuló un gran beneplácito al constatar el funcionamiento del lugar.
–Todo está mejor de lo que esperaba –le dijo a un grupo de empleados.
Era la calma que anticipaba la tormenta.
Tal vez entonces ya tuviera redactado el mail que, durante las primeras horas del lunes –paralelamente a la irrupción de los uniformados a Télam–, enviaría al personal para así comunicar que se le “dispensa (SIC)” del “debito laboral (SIC)” por siete días, con goce de haberes.
Tal vez entonces también supiera que, durante la noche de ese viernes, el presidente Javier Milei aprovecharía su show ante la Asamblea Legislativa para sellar definitivamente el destino de esa usina nacional de noticias con una frase breve y contundente: “La vamos a cerrar porque fue usada en las últimas décadas como agencia de propaganda kirchnerista”.
Milei estaba muy embalado con eso.
¿Acaso su encono hacia Télam tiene un origen similar a la animosidad que le profesa al Banco Central (cuyo posible cierre viene esgrimiendo desde la campaña electoral)? Pues bien, el trasfondo de este asunto –tal como lo supo poner al descubierto Sergio Massa en su último debate televisivo con él– es nada menos que una revancha a una ya añeja afrenta: la no renovación de una pasantía –por ineptitud manifiesta– en su época de estudiante. ¿Acaso en lo de Télam también palpita una venganza?
Si la respuesta a esta cuestión fuera afirmativa, habría que preguntarse qué cable, qué artículo, qué fotografía o qué video de Télam pudo lesionar su sagrada autoestima. Porque la brutalidad del ataque que ordenó no solo apunta a pulverizar de un plumazo el presente y futuro de la agencia, sino también su pasado. Un pasado con 78 años de servicios ininterrumpidos.
Es que, en sincronía con el asalto físico de sus espacios laborales y el “licenciamiento” de los trabajadores, también fue levantado el sitio web de la agencia, sin otro argumento que la leyenda “Página en construcción”. Idéntica suerte corrió la cablera de noticias y fotos, junto a la plataforma de despachos informativos. Tal combo, desde luego, incluye su archivo público.
Detengámonos en este punto.
Resulta difícil no asociar semejante acto con las quemas de libros en la Alemania nazi. Porque en la súbita desaparición (¡qué palabra!) de todas sus coberturas subyace la fantasía de borrar la memoria de una sociedad. Lo cierto es que ese cúmulo de registros, en formato de textos e imágenes, acaba de ser arrojado a un abismo infinito, el abismo del olvido y del silencio. ¿Acaso, si el periodismo es la primera versión de la Historia, todos los acontecimientos que (ya) no están escritos ni retratados realmente sucedieron o no? Esta parece ser la ilusoria lógica que anima a los censores libertarios.
Fundada en 1946 por Juan Domingo Perón, Télam atravesó casi ocho décadas del país al lomo de sus hechos y circunstancias.
Desde la intervención que le impuso la “Libertadora” (al ser colocada bajo la órbita de la Fuerza Aérea) hasta este amague de cierre, pasando por la privatización parcial dispuesta por Arturo Frondizi, la clausura dispuesta por José María Guido, la re-estatización militarizada dispuesta por el general Juan Carlos Onganía, su uso propagandístico dispuesto por los jerarcas de la última dictadura, los intentos de de cierre dispuestos tanto por Carlos Menem como por Fernando de la Rúa y la oleada de despidos dispuesta por Mauricio Macri, fueron los peldaños más vidriosos de una saga que ahora se sacude otra vez.
Pero esta es una noticia “en desarrollo”.
Una noticia sobre la cual aún no está dicha la última palabra. (12-03-24).