Rubén Alvarez y Omar Cisneros, siempre en la memoria dorreguera
Cada 2 de abril, en la plaza Islas Malvinas, las autoridades y los vecinos rinden un merecido tributo a Rubén Horacio Alvarez y Omar Santiago Cisneros, desaparecidos durante el hundimiento del crucero ARA General Belgrano.
El periodista y exconcejal Hugo Segurola reseñó la vida de ambos y las incluyó en una de las ediciones de su libro Dorregueros.
Omar Santiago Cisneros nació el 1 de marzo de 1949, en el Hospital local, hijo de Santiago Cisneros y Nélida Sofía Alfaro.
“Los primeros años de su infancia transcurrieron en una vivienda de la calle Ramos Ojeda y Dinamarca, frente a un baldío que ocupaba toda una manzana y que estaba rodeado de enormes pinos, lugar donde se practicaba fútbol y que era conocido como ‘la cancha del monte’; paradójicamente, y tras la guerra del Atlántico Sur, se ubicó una plaza que lleva el nombre de Malvinas”, destacó Segurola.
Luego, recordó que por razones laborales, su familia se trasladó a Punta Alta, donde desarrolló el ciclo escolar, aunque habitualmente retornaba a su tierra natal para saludar a parientes y no olvidar sus raíces.
“Una vez finalizados sus estudios primarios, decidió alistarse en la Armada Argentina, en la carrera de Suboficiales de la Flota de Mar”, recordó.
Luego, mencionó que Rubén Horacio Álvarez también nació en Dorrego, pero el 4 de junio el 1960. Era hijo de Marciano Álvarez y de Josefa Ustarroz, y el menor de seis hermanos.
“Cursó sus estudios primarios en la Escuela Nº 21 y los secundarios en la Escuela Técnica Nº 1, obteniendo el título de Técnico Electromecánico. Vivió en la casa paterna, ubicada en la intersección de las calles Fuertes (hoy lleva su nombre) y Murature (en la actualidad Gregorio Juárez), frente a la cancha de Ferroviario, institución de la que era confeso hincha y, alguna vez, jugador de sus divisiones inferiores”, rememoró Segurola.
El periodista destacó que Alvarez y Cisneros vivieron en los extremos de la ciudad, a varias cuadras de distancia. “La diferencia de edad y la circunstancia que uno partiera de muy niño, quizás nunca antes permitió que cruzaran una palabra, una charla o una mirada”, dijo.
“Sin embargo, el llamado de la Patria en la Guerra de Malvinas los tuvo juntos, compartiendo el mismo barco, concluyendo sus jóvenes vidas en el fondo del mar”, añadió.
“¿Cómo habrán sido las charlas de aquellos coterráneos? ¿Existiría respeto jerárquico entre el colimba y el marino de carrera? ¿Habrán charlado como hijos del mismo pueblo? ¿’Chitín’ le habrá contado del Ferroviario de sus amores, de los Echeto (vecinos del barrio) y del boliche de ‘Chimango’ Cabral? ¿Le habrá dicho Cisneros cosas de su barrio, del Taller de los Saldivia, de doña Felisa, del boliche de Barroso?”, se preguntó.
“Seguramente hablaron de encontrarse un día al regreso, para poder volver a los viejos sitios, para que Rubén le mostrara su barriada, para que Omar lo invitara a sentir los aromas de los eucaliptos próximos a su casa. Omar y Rubén viajaban el 2 de mayo de 1982 en el Crucero ARA General Belgrano. Quizás lo presentían, quizás no lo imaginaban: era el único, el último viaje compartido”, completó Segurola. (La Nueva). (10-04-21).