Dorrego -1937 – “La Revolución”

Aclaración: Lo que sigue es un fragmento del libro “1937 – La Revolución”
Por Fabián Enzo Barda
1937 – La Revolución – acaso la denominación para los acontecimientos del 5 de setiembre de 1937, en la Plaza central, de la ciudad de Coronel Dorrego represente una de las constantes de la Historia Argentina que resulta, precisamente, del mal uso de la palabra Revolución. El origen mismo de la Argentina, como futura nación independiente y como futura República (aunque para la estatura de tal tuvo que crecer entre debates y cruentas luchas), pone en jaque si se debió a una “Revolución” o a una de las denominadas “asonadas” (también muy presentes en este derrotero de más de 200 años). Tal es la situación que, en la memoria colectiva, hasta hace algunos años, nuestros mayores hablaban indistintamente de “Revolución” para referirse a la histórica del 25 de mayo o los variados golpes de Estado que sufrió la Argentina del siglo XX, tal vez porque muchos de ellos se autodenominaron como “Revolución Libertadora” (1955), “Revolución Argentina” (1966) u otros fueron popularizados como “La Revolución del „30” o la del ‟43.
Esta “manía” argentina se trasladó a la categorización de los acontecimientos ocurridos, en Coronel Dorrego, distrito ubicado en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, el 5 de setiembre de 1937. Básicamente lo que sucedió fue el alzamiento contra el poder del Conservadurismo gobernante de un grupo de militantes, afiliados, adherentes y dirigentes de la Unión Cívica Radical encabezados por quien, a partir de ese momento, adquirirá la estatura de caudillo popular: Juan Bautista Maciel, pretendiendo en la época de fraude electoral sufragar libremente.
Esos trágicos sucesos que, cobraron la vida del propio Maciel, Carlos Costa, Severo Vera y Emilio Navarro por lado de los radicales, la de Zoicimo González y el Sargento de Policía, Alberto Giusso por el bando de los defensores “del orden” y la de Alfredo Zarzoso quien, por circunstancias estrictamente laborales, quedó en medio del tiroteo en el inicio de la lucha en la zona rural a unos kilómetros de la ciudad cabecera, pasaron integrar el legado de las jornadas heroicas de los dorreguenses afianzándose en esa memoria popular como “La Revolución del „37” o a secas, “El 5 de setiembre”.
Por lo menos esa transmisión cultural como historia oral, como anecdotario o como respuesta a la simple pregunta de: ¿Qué es eso?, pregunta muy frecuente en nuestra niñez y que todavía algún niño o adolescente, o todo visitante a Dorrego, realiza al pasar por el Monumento ubicado en uno de los extremos de la Plaza Central y que recuerda los hechos setiembre.
La Memoria popular siempre tiene un fuerte contrapunto contra el olvido, “La Revolución del „37”, “El 5 de setiembre” o “Lo de Maciel” ha sobrevivido los intentos de absurdos borrones pero como desde los tiempos que decretaron “El fin de la Historia” y el avance de un mundo hiperconectado por la tremenda evolución tecnológica y, no exentos de intencionalidad para imponer el cortoplacismo y decretar el fin de las ideologías, esa transmisión intergeneracional va perdiendo terreno tal vez sea necesario “amojonar” esta historia en la tierra misma que la dio a luz.

Quienes hemos transitado una importante porción de la vida, “la Revolución del „37” nos llegó por el relato de nuestros mayores. Puntualmente quien esto escribe lo escuchó cientos de veces de boca de su propio Padre quien en esa jornada con 18 años de vida estaba en su lugar de trabajo: el viejo Teatro Italiano, ubicado a unos 70 metros donde Maciel cayó alcanzado por el tiro de un Máuser. Una balacera de casi una hora y después el silencio más absoluto y marcial que haya presenciado ese hombre, también “boina blanca”, en su larga vida.
En la primera infancia, hasta los 12 años, al relato paterno se le sumaba un ritual casi diario. El lugar de residencia de nuestra familia, una vez casados nuestros padres, era frente al otro mítico teatro dorreguense, el de los españoles, a pocos metros del mismo y de la casa familiar estaba “el boliche de Fonseca”. Diariamente a “hacer los mandados” y la yapa de unos sabrosos caramelos “Misky” y la amabilidad del despachante nos hizo tomar un gran cariño por ese hombre al cual traté hasta su muerte. Ese “bolichero” era Luis Fonseca uno de los radicales sin dobleces hombre que acompañó a Juan B. Maciel. La deferencia, el respeto casi reverencial que nuestro Padre le prodigaba por su lealtad y compromiso como “boina blanca” nos fue transmitido al igual que a Arturo Washington González, el popular “Pancho Villa”, quien lo visitaba asiduamente. Es decir que los primeros caramelos que comimos nuestra vida, eran obsequio de Fonseca o “Pancho Villa”. Después el destino quiso que nos mudáramos a una vivienda ubicada en la ex Avenida Roca (hoy Avda Santagada) pegada a otra que actualmente ocupa el Comité “A. Ricardo Fuertes” del radicalismo dorreguense, y en la que, por aquel entonces, residía la familia Roubió. Esa tradicional familia, radicada casi desde los comienzos mismos de Dorrego como distrito (1887), Juan el primero de los Roubió fue el primer corresponsal de “La Nueva Provincia” y creador del particular “Club de los Juanes”; había dado al movimiento septembrino el concurso de algunos de sus integrantes. Fue así que conocimos y tratamos a Roberto Roubió que mantuvo con Fonseca una amistad de años. En momentos del final de la última Dictadura, cuando era inminente “la apertura democrática” veíamos en esos dos hombres y en don Grialdo Leguizamón, también hombre de las huestes del „37, ya muy maduros y, en el final de sus vidas, con la esperanza en la democracia y la libertad en ese proceso histórico que se abría para la transición hacia la Democracia en la Argentina.
El 5 de setiembre de 1937 está en el ADN de todos los dorreguenses, fue una jornada trágica que abrió heridas, que dividió a la sociedad y que con el tiempo ha ido venciendo “partidismos” para ser apropiado como el hecho más trascendente de la historia política local.
Es el único de los movimientos políticos locales que ha dejado un legado constituido hoy en patrimonio colectivo. Ese legado es el de la lucha por las libertades cívicas en el contexto de un país que, casi en todo su siglo XX, anduvo a la deriva transitando un callejón que parecía no tener salida. (05-09-25).