Política

La motosierra de Milei en los pasillos del Garrahan: crónica de un vaciamiento anunciado

NOTA DE JIMENA BÁEZ EN BIG BANG NEWS

En los pasillos del Hospital Garrahan, la tensión se respira en el aire. Mientras los pacientes infantiles esperan turnos cada vez más espaciados y las guardias colapsan por falta de personal, los trabajadores del centro de salud pediátrico más importante del país enfrentan una situación que muchos califican como “límite”. Mientras Javier Milei celebra sus “triunfos” o se dedica a pelear en redes sociales con artistas mujeres, el ámbito público recibe una golpiza que no afecta a la famosa casta —como definía el propio presidente— sino al pueblo.

La crisis no es nueva, pero se profundizó aceleradamente en los últimos meses. Desde la llegada al poder del mandatario libertario y la designación de Mario Lugones como ministro de Salud, los recortes presupuestarios y la falta de respuestas oficiales desataron una verdadera emergencia sanitaria: hay asambleas diarias, los paros se intensifican y cientos de profesionales abandonan sus puestos en busca de un salario digno. Según los trabajadores, no hubo despidos formales hasta el momento, pero sí un vaciamiento silencioso. En este contexto, BigBang dialogó con Alejandro Lipcovich, secretario general de la Junta Interna de ATE en el hospital, con aportes del secretario adjunto de ATE, Gerardo Oroz.

“Estamos en una situación límite, que no tiene antecedentes. Si sigue así, vamos hacia una liquidación del Garrahan”, advirtió Lipcovich. Y agregó: “Todos los residentes están de paro por tiempo indeterminado y no hay ofrecimientos por parte del gobierno, sólo represión o amenazas de descuento”.

El contexto es alarmante: los salarios de los trabajadores del Garrahan están por debajo de la línea de pobreza. Un residente cobra hoy 800.000 pesos, apenas por encima del salario mínimo y muy lejos del costo de la canasta familiar. Enfermeros, médicos y administrativos también padecen esta situación, lo que obliga a muchos a tener dos o tres empleos: “El impacto de las medidas en la vida diaria es que trabajamos en peores condiciones. Los sueldos se fueron al subsuelo. Eso naturalmente degrada la capacidad de atención y empuja al pluriempleo”, explicó el dirigente.

Mientras el presidente fanfarronea sobre una Argentina en proceso y dice impulsar políticas destinadas a los jóvenes, la realidad es que un profesional recién recibido se desilusiona al enfrentarse con la precariedad laboral que ofrece el Estado. El deterioro salarial se combina con condiciones laborales cada vez más precarias: extensas jornadas, sobrecarga de tareas por la falta de personal y una creciente presión emocional por la responsabilidad de atender a pacientes pediátricos en un entorno colapsado. La falta de reconocimiento institucional y la indiferencia del Ministerio de Salud alimentan el malestar.

El conflicto con los residentes expone una paradoja dolorosa: el Estado exige excelencia y compromiso a quienes recién ingresan al sistema, pero retribuye con salarios indignos, sin perspectivas de carrera ni contención frente a la crisis. La situación no solo desalienta a quienes hoy están en formación, sino que compromete la calidad futura del sistema sanitario argentino: “Los trabajadores estamos sobreviviendo. Muchos complementan su trabajo haciendo Uber o tareas por aplicaciones. Lo mismo los médicos y enfermeros, que sostienen ingresos en dos o tres lugares”, relató Gerardo Oroz.

Además, hay una fuga constante de personal que no es reemplazado. Áreas clave como enfermería, farmacia, alimentación y especialidades médicas están gravemente afectadas. Lo que no entienden ni el Presidente ni el Ministro es que no sólo se burlan de los trabajadores de la salud pública, sino también de los niños que esperan tratamientos urgentes. Las familias llegan al que promete ser el mejor hospital pediátrico del país y se encuentran con un sistema vaciado y sin insumos.

Desde ATE y los sectores autoconvocados del hospital, las críticas apuntan directamente al gobierno nacional. Señalan a Milei y a Lugones como responsables del desfinanciamiento: “El accionar del ministro es criminal. No hay diálogo ni respuestas. Quieren quebrarnos por cansancio. No tenemos dudas: es un enemigo de la salud pública”, denunció Lipcovich. Para Oroz, la intención es clara: “Lugones entiende la salud pública como un negocio. El desfinanciamiento favorece a las obras sociales y la medicina privada. Quieren que prospere el negocio de la salud, pero solo para quienes puedan pagarlo”.

El conflicto está lejos de resolverse. El jueves 22 de mayo, los trabajadores de planta se sumaron al paro iniciado por los residentes y marcharon hacia el Ministerio de Salud. La asamblea que definió la medida fue “multitudinaria”, según los delegados, y ya se prepara una nueva movilización. “Es un plan de lucha que va a continuar. Nos unifica el reclamo por un salario digno, acorde a la canasta familiar. Hoy pedimos un salario inicial de un millón setecientos mil pesos, pero estamos muy por debajo de eso”, aseguraron.

Mientras tanto, los efectos se sienten en cada rincón del hospital: agendas reducidas, turnos postergados, guardias desbordadas y un clima general de agotamiento y desilusión: “Un hospital es un engranaje complejo. Si toda esa gente está mal paga, angustiada, con problemas de salud mental, eso afecta directamente la capacidad de atención. Estamos en un choque frontal con un gobierno que quiere destruir la salud pública”, remarcó Lipcovich.

Los reclamos salariales unifican a todos los sectores del hospital, desde residentes hasta administrativos. Exigen un salario que al menos iguale el valor de la canasta básica: “Estamos reclamando un salario familiar, una duplicación de los ingresos genuinos, el pase a planta de todos los contratados y el reconocimiento del tramo profesional. Hoy, con sueldos muy por debajo de la línea de pobreza, lo que pedimos es apenas lo básico para poder vivir”, resumió el secretario adjunto de ATE Garrahan.

La pregunta que queda flotando es: ¿cuánto tiempo más podrá sostenerse el Garrahan en pie antes de que el ajuste termine por desmantelar uno de los pilares más importantes del sistema de salud argentino?

Frente a un gobierno que celebra los recortes como si fueran virtudes y abandona a su suerte a un hospital que cuida a los niños más vulnerables del país, lo que se está destruyendo no es sólo un edificio, sino una promesa de cuidado, dignidad y humanidad. Javier Milei y su ministro Mario Lugones eligieron mirar para otro lado mientras profesionales desesperados piden condiciones básicas para seguir salvando vidas. No hay libertad posible en una sociedad donde enfermarse es un lujo y curarse, un privilegio para pocos. Defender al Garrahan es defender lo más elemental: el derecho a una infancia con salud. (29-05-25).

Mostrar Más

Artículos Relacionados

Un Comentario.

  1. La cosa es que acá nadie se hace cargo de lo que vota.
    El energúmeno dijo clarito como el arsénico en campaña “la salud no es un derecho, es un bien de mercado”.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver al botón superior