Cuando un amigo se va
Por Néstor Machiavelli
Con Lorenzo Natali nos quedamos con las ganas de compartir asados, mesas de café y una programada cena familiar de pescaditos del Atlántico en Sauce Grande. Por mil razones siempre había motivos para posponer lo que en la vida no tiene vuelta atrás y es el inexorable paso tiempo. Sin embargo a la distancia anudamos una amistad sincera de la que fueron testigos los oyentes de su programa y nave insignia que durante años brilló en LU2.
Para mi Lorenzo representaba un estilo y una época de la radio. Un locutor que a fuerza de trabajo y persistencia, con carisma y simpatía fue creciendo en la profesión, sumando oyentes hasta lograr ser conductor y protagonista del horario fuerte en la mañana de una radio con mucha audiencia en la ciudad y la región.
Paradójicamente, la pandemia que aisló a todos entre cuatro paredes, a la distancia nos acercó más que nunca. Yo escribía en Face casi a diario crónicas de lo que leía y escuchaba y el comenzó a llamarme para conversar al aire sobre esta calamidad que padecimos. Y las salidas en directo se hizo costumbre tres veces a la semana, con largas charlas telefónicas cada tarde programando la salida del día siguiente.
Jamás hablamos de honorarios, de dinero. Había afecto, respeto profesional y nos movilizaba el deseo mutuo de hacer algo, en nuestro caso informar y acompañar a la audiencia que enfrentaba a una situación angustiante y desconocida.
Con Lorenzo además de la pasión por la radio tuvimos en común el afecto por Ingeniero White. El por ser hijo de ese lugar, yo porque aunque tarde, llegue a tiempo para descubrir sus increíbles historias de vida, trabajo, trenes, inmigrantes y cantinas.
Una mañana Lorenzo me llamó al celular para decirme que dejaba el programa de la radio para encarar el desafío de la candidatura política. Son decisiones personalísimas, valoré el compromiso que asumía y tenía claro que era su despedida de la radio.
Desde que asumió la banca conversamos muchas veces por teléfono, nos vimos en las presentaciones públicas de los trabajos de televisión y en la noche de entrega de los Martín Fierro el año pasado en Bahía Blanca. Esa fue la última vez.
El último tramo de su enfermedad lo fui siguiendo a través de informes que enviaban sus amigos, hasta anoche a última hora que dos compañeros de la radio me confirmaron la noticia.
Lorenzo fue una buena persona, un gran profesional querido por los oyentes a los durante décadas acompañó con su calidez. (22-08-24).