El Pabellón de las Rosas: el prostíbulo que inspiró un libro sensible
Laura Forchetti y Eliset Nomdedeu dieron voz a las mujeres presentes en el Registro Municipal de Prostitutas de Coronel Dorrego entre 1921 y 1937. Compartirán su obra el domingo 28, a las 18, en el Museo Regional Dr. Carlos Funes Derieul.
Nota de Anahí González Pau en La Nueva.
Cuando Eliset Nomdedeu, que trabaja en el área de Cultura del Municipio de Coronel Dorrego y en el Museo Regional, tomó conocimiento de que existía un Registro Municipal de Prostitutas de principios del siglo XX (desde 1921 a 1937), se vio fascinada por este objeto y todo lo que representaba e implicaba.
Notó que en una de las columnas de este Registro podía leerse el nombre del prostíbulo: El Pabellón de las Rosas. El mismo estaba ubicado en el lugar donde años después se construyó un hogar de ancianos y funcionó un comedor de niños y niñas de la Iglesia Católica.
Eliset compartió esta información con amigas, entre ellas la escritora Laura Forchetti, y ese fue el inicio de una obra, un libro textil, en la que ambas se lanzaron al desafío de dar voz a aquellas mujeres que eran tan solo nombres y apellidos de una lista, como objetos de un catálogo, pero que, sin dudas, habían tenido una historia.
El libro se presentará el domingo 28, a las 18, en el Museo Regional Dr. Carlos Funes Deurieul.
La posibilidad de hacer algo creativo con estos documentos se abrió en 2017 gracias al intercambio con la artista visual Valeria Salum quien les proporcionó una copia del Registro de prostitutas de la Municipalidad de Tres Arroyos.
Este registro, como otros de la zona, incluye los datos biométricos de las mujeres: estatura, color de piel, ojos, pelo, forma de la nariz, boca, señas particulares y también sus fotografías.
«Pasando las hojas de estos registros, mirando las fotos, las fechas de movimiento, las nacionalidades, el color de pelo, de ojos, la estatura, empezamos a preguntarnos dónde estaban ellas; detrás de todas esas marcas escritas por otras personas, seguramente hombres, quiénes eran ellas, las mujeres del Pabellón de las Rosas», señalaron en el prólogo.
«Nos nació, entonces, el deseo de hacer otro registro, un registro de lo que no dicen estos documentos. ¿Qué hubieran contado si les hubiesen preguntado por sus nombres, sus lugares de procedencia, sus infancias?…», rescataron.
La idea de recuperar estas historias desde un abordaje artístico, sensible, comenzó a tomar la forma de un relato poético y objeto de arte textil.
Los documentos forman parte de un período que se dio tanto en Argentina como en Latinoamérica conocido como la etapa de la prostitución reglamentada cuando esta actividad pasó a estar bajo controles sanitarios y administrativos del Estado Nacional.
«Trabajamos con las mujeres que aparecen en ambos registros. Era notorio que ellas estaban allí pero no estaban, estaban sus rasgos, nacionalidades y nombres pero siempre través de una mirada nomencladora», agregó.
Estaban visibilizadas pero mudas. Fue entonces cuando Eliset le propuso a Laura un desafío: «Hacelas hablar».
En el libro textil en el que se integraron los textos conviven recortes de telas usadas, algunas cosidas, otras zurcidas o bordadas.
«Retazos unidos entre sí que son un parangón de la vida de esas mujeres, de la mía, de todas, de la forma en cómo construimos nuestra cotidianidad. De cómo ellas construían su día a día en esa casa de tres habitaciones, con sus experiencias, sentimientos y vivencias», expresó.
La obra mantiene una línea cromática de blanco y negro por la dicotomía manifiesta durante el período.
«Representa, por un lado, la sexualidad reprimida de las que se consideraban ‘buenas mujeres’ y, por otro, la prostitución reglamentada para que los hombres pudieran seguir haciendo uso de lo que se consideraba un instinto natural», remarcó.
«En aquella época las casas de prostitución debían estar alejadas de la ciudad, tener frentes austeros, no tener nada llamativo que evidenciara la actividad que se realizaba allí y, por ende, las mujeres también debían tener una apariencia austera, entre blancos y negros, muy discreta», dijo.
Laura Forchetti comentó que desde el primer momento el nombre El pabellón de las rosas, la atrapó.
«Me impactó ese contraste entre el nombre lírico y el libro con las listas de nombres y datos que borraba la vida de esas mujeres encerrándolas en la categoría de prostitutas, como un inventario», destacó.
«Cuando Eliset me pidió: ‘hacelas hablar’, la primera sensación fue qué derecho tenía yo a poner palabras en sus bocas pero esa línea vacía de Observaciones que estaba presente en los Registros era una incitación a la escritura», dijo.
«Comencé a pensar por qué llevaban ese nombre, quien lo había elegido para ellas y a imaginar dónde habían vivido de niñas, si habían ido a la escuela. Qué les gustaría hacer. Todas esas informaciones que no están en el registro, pero que son como los retazos de Eliset, lo que hace una vida, la intimidad que hace una identidad», añadió.
Leyendo los rostros de las fotos carnet, el peinado, la ropa, haciéndose preguntas, escribió las líneas breves que aparecen en la obra como fragmentos de cada novela imaginada.
«El libro fue un diálogo entre Eli y yo y con todas esas mujeres. Es una conversación, un poco tímida, en torno a una parte de la historia de las mujeres porque sabemos que nuestras propias vidas también derivan de estas historias. El feminismo es un camino que compartimos y es esa mirada la que nos acompañó», agregó.
Manuela Tejerina hizo las fotografías del libro textil sobre las que se armó el diseño del libro en papel.
«Fue muy importante la participación de Laura Aluan Canselo, la editora de Charco, editorial que publicó El pabellón. Ella se comprometió mucho, completó nuestra idea y agregó detalles. Un libro es un objeto hecho por muchas manos, muchos corazones», reflexionó. (21-04-24).