Mar del Plata y aquellos torneos de verano que hicieron historia en el fútbol argentino
Grandes partidos, equipos inesperados, proezas de antaño, papelones sin retorno y goles para siempre: un repaso por postales emocionantes de esos campeonatos que ya no se hacen más.
Nota escrita por Juan Provéndola en Real Politik
Cuentan que los torneos de verano fueron idea de Alberto J. Armando, todopoderoso presidente de Boca que deseaba ver a su equipo lucirse en Mar del Plata, la ciudad adonde hinchas de su cuadro (y tantos otros) iban de vacaciones.
La idea interesó a otros clubes de importancia, quienes acompañaron la propuesta con la misma intención de destacarse ante la gran masa de turistas que cada temporada procesaba hacia las playas marplatenses. Así se originó la Copa Ciudad de Mar del Plata de 1968.
El torneo iniciático incluía la presencia del Racing, que dos meses había ganado la primera Copa Intercontinental de la historia, y River que buscaba presurosamente cortar la sequía de diez años sin títulos (terminarían siendo 18 hasta el Metropolitano 1975).
Sin embargo, el protagonista terminó siendo un equipo sin siquiera hinchas en Argentina: el Vasas de Budapest.
Aquel verano el cuadro húngaro andaba rotando por torneos similares de Sudamérica, como uno en Santiago de Chile. La dictadura de Onganía, celosa de la procedencia de estos futbolistas del este europeo, impuso numerosas exigencias para admitirles el ingreso. Pero las dificultades burocráticas no hicieron mella en un plantel que dio la sorpresa y se llevó aquella primera Copa de Mar del Plata tras ganarle 3-1 a Racing y 3-0 a River, derrotas que les valieron duras críticas a ambos equipos.
Antes de que el Ente Autárquico Mundial ’78 decidiera construir de la nada un estadio sobre la avenida Juan B. Justo para albergar nada más que seis partidos de la primera fase de aquel torneo, el epicentro futbolístico de Mar del Plata transcurría sobre otra avenida importante: la Champagnat, hacia donde deriva la Ruta 2 que cada año trae millones de turistas a la ciudad.
Aunque hoy muchos lo ignoren, fue el viejo Estadio General San Martín y no el actual José María Minella quien le dio a Mar del Plata sus primeros brillos en el fútbol argentino. Desde su inauguración, en 1952, ese estadio funcionó como casa de la Liga Marplatense para que desde allí se proyectaran al fútbol nacional equipos locales que hicieron historia como Aldosivi, Kimberley o Alvarado. Fue, sin más, donde Diego Maradona hizo primer gol en Primera, enfrentando con Argentinos Juniors al San Lorenzo de Mar del Plata.
A partir de ese 1968 que consagró como primer campeón al Vasas de Hungría, el San Martín anfitrionó también los torneos de verano. Aunque el impulso económico y político que comenzó a tener el Mundialista fue corriendo al anterior primero de manera injusta, y luego también asfixiante. Finalmente en 1996 el viejo estadio se demolió para levantarse un hipermercado, tal como quince años atrás había ocurrido con el Viejo Gasómetro del barrio porteño de Boedo.
De aquel mitológico estadio General San Martín hoy solo se conservan los recuerdos de aquellos calurosos partidos de verano. Y también una pizca de memoria material: aún sigue en pie, a espaldas del estacionamiento alambrado, la angosta entrada con dos futbolistas tallados sobre pilares de ladrillo a la vista en la esquina de Champagnat y Alvarado.
Aunque los torneos de verano estén históricamente referenciados con Mar del Plata, hubo sucesivos intentos por hallar plazas alternativas.
El historial arroja muchas ciudades: Rosario, Tandil, Tucumán, San Juan y La Plata. Incluso Neuquén. Todas con distinta suerte, según la incidencia de los mismos factores: el financiamiento o no de estados provinciales y firmas privadas, y el interés o no de los emporios televisivos en transmitir esos torneos.
La primera que se animó a disputarle fuerte a Mar del Plata el negocio del fútbol de verano fue Mendoza. Corrían los ’90, la televisación estaba en expansión y la provincia se animaba incluso a financiar durante un año la localía de Argentinos Juniors, del barrio porteño de La Paternal, en el único estadio mundialista de la región de Cuyo.
También lo intentó Córdoba, apoyándose en la fuerte convocatoria de sus equipos locales y las performances que algunos de ellos habían alcanzado en los competitivos torneos Nacionales. Talleres fue subcampeón en 1977 y Racing tres años después. Belgrano no, pero igual en febrero de 1979 se anotó su lugar en la historia ganándole a Checoslovaquia, última campeona de Europa, en su propio estadio del barrio Alberdi.
La imagen más recordada de los torneos de verano por los tiempos de los tiempos fue una postal que se dio «de casualidad»: la chilena de Enzo Francéscoli a Polonia. Decimos «de casualidad» ya que el plan inicial de los polacos era jugar un amistoso ante Argentina. Pero Bilardo se negó, pues venía de la pretemporada en Tilcara. La AFA entonces improvisó un triangular entre Boca, River y Polonia. Éstos últimos dos equipos jugaron el partido definitorio y Enzo selló un 5-4 inolvidable para darle al Millonario el primero título de un año inolvidable (el Campeonato de Primera, la Libertadores, y su hasta ahora única Intercontinental).
En esos veranos eran comunes las participaciones de la Europa más allá del Muro de Berlín en los torneos de Mar del Plata: sl Spartak de Moscú, el Slovan Bratislava de Checoslovaquia, la selección de este país y de Hungría, el MTK de Budapest y el mencionado Vasas fueron algunos de los equipos rojos que cruzaron el Océano en pleno invierno europeo para jugar entre los calores del Atlántico Sur.
Tiempo después, el 20 de enero de 1993, Mar del Plata se encontró con el Boca que acababa de ganar un campeonato nacional tras una década y el Independiente que un año después obtendría título argentino y Supercopa.
Pero, a pesar de tamaños contendientes, el protagonismo del partido terminó recayendo sobre Javier Castrilli, famoso desde el mayo anterior por haber expulsado en el Monumental a cuatro jugadores de River y a su propio DT, Daniel Passarella, en el postrero 1-5 contra Newell’s.
Faltando diez minutos para el final de ese cruce de verano, Boca e Independiente empataban 1-1 en un partido que nadie recordaría si no fuera por el penal que Castrilli cobró a favor de los primeros, la protesta de Luis Islas y la inesperada indicación del técnico Pedro Marchetta tras la expulsión del arquero y capitán: ordenó al equipo que dirigía retirarse del campo de juego.
La determinación generó un pequeño cabildo abierto a la altura de la mitad de la cancha con los jugadores de ambos equipos, incluyendo reclamos fuertes entre Daniel Garnero y Alberto Márcico, los dos Diez de la noche. El contertulio le rindió mucho a la transmisión televisiva, pero nada al partido: Independiente no dio vuelta atrás en su decisión y todo el plantel se dirigió al vestuario. Una huelga en protesta por un fallo cuestionado culminó el partido a diez minutos del final, quedando para siempre la imagen del defensor xeneize Diego Soñora frente a la pelota, viendo como se frustraba una de las pocas ocasiones en las que podía patear un penal. (17-01-24).