Ecos de la Memoria: Estación de Vía Muerta

Por Fabián Enzo Barda

La localidad de Faro, en el partido de Coronel Dorrego, reconoce su origen en 1911 cuando queda habilitada su Estación Ferroviaria. La misma pertenecía a la Línea del Gran Ferrocarril del Sud, Ferrocarril Roca luego de la nacionalización efectuada por Juan D. Perón, que unía la Estación Deferraris con Coronel Dorrego, también conocido como “El Ramal de la Costa”.

Ese tramo tenía unos 202 kilómetros de extensión, unía trece estaciones de las cuales cinco estaban ubicadas en jurisdicción del partido de Coronel Dorrego: Oriente, Zubiaurre, Gil, Faro y Dorrego que en principio fue denominada Estación “Las Mostazas”. La ruta 72 todavía inconclusa sigue el trazado del mencionado ramal.

En tiempo que gobernaba la Argentina el Dr. Arturo Frondizzi el ingeniero estadounidense Thomas B. Larkin elaboró un informe de tres tomos, con apoyo del Banco Mundial, conocido como el “Plan Larkin” que el presidente argentino tomó como base para su “Plan de Racionalización de Trenes”. La implementación del mismo género una ola de huelgas de obreros ferroviarios nucleados en la Unión Ferroviaria y en La Fraternidad. La repercusión en Dorrego fue muy fuerte ya que los ferroviarios dorreguenses se unieron a la medida fuerza.

El Ramal Deferraris-Dorrego fue levantado en pleno “Frondizismo”, en 1961, causando un impacto negativo muy fuerte en las comunidades de Oriente, Zubiaurre, Gil y Faro. Párrafo aparte es que en 1963 al asumir el cargo de Ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires, el Dr. Ricardo Fuertes junto al Dr. Ricardo Rudi, tresarroyense, que tenía lazos no solo políticos sino también familiares con la comunidad de Coronel Dorrego impulsan el trazado y asfaltado de la Ruta Provincial N° 72. Todo un mito respecto de esta obra ya que derrocado el radicalismo en el país y Anselmo Marín en la provincia de Buenos Aires por el golpe de Estado de 1966, la dictadura “fagocitó” el presupuesto que ya estaba aprobado para esa obra. Lo demás es historia conocida, recién en el tercer milenio se completó la carpeta asfáltica desde Lartigau a Sierra de la Ventana y todavía un tramo sin asfaltar desde el cruce de Faro con la Ruta 3 hasta Energía.

Volviendo a Faro, en poco tiempo el movimiento en vinculado a la Estación desaparece.

Hacia fines de la década de 1960 ya andaba recorriendo el pago don Luis Domingo Berho. Poeta pero por sobre todas las cosas un trabajador de los siete oficios. Berho se convirtió en experto conocedor de la vida chacarera. Así fue que un día subió al camión del dorreguense Pedro Montero, quien dijo la famosa frase: “esa es una Estación de vías muertas”.

Una tarde de sábado, años 90, en la vieja L.U. 26, cuando se difundía el programa “Fogón Criollo” que conducían el payador Luis Barrionuevo y Rosalía Baiza, esta última tuvo la feliz idea de proponerle al “Poeta Chacarero” que deje por escrito como había nacido su obra más difundida. Fue así que don Domingo sobre la mesa del estudio mayor de la radio rememoró: “En la madrugada de un día de marzo de 1969 salíamos de la ciudad de Coronel Dorrego en un viejo camión con un compañero de trabajo. Íbamos a realizar unas tareas en la chacra del señor Uslenghi. El vehículo en que viajábamos no desarrollaba mucha velocidad, por lo tanto no se sorprendan si les digo que la salida del sol nos encontró recién llegando a Faro. Fue entonces que Pedro Montero levantando su mano derecha que tenía sobre el volante me dijo: “esa es una estación de vía muerta”. Esta metáfora, tan patética como enorme, tocó mi sensibilidad. El sol que ya se elevaba sobre la línea del horizonte iluminaba todo el andén, sobre el que se veían algunos gorriones que hicieron caso omiso de nuestra cercanía. Aquella mañana luminosa era perfecta en su quietud. Las vías estaban cubiertas de pasto, las puertas estaban cerradas, el molino inmóvil, el embarcadero sin ningún linyera… El lento avance del camión hizo que todo fuera quedando atrás. Lo último que vi fue uno de los letreros y las cuatro letras de la palabra FARO, se quedaron en mi retina, acaso para ponerle nombre a mi emoción. Nos fuimos alejando mientras mi vista se perdía por los rastrojos de trigo recién cosechados volviendo mi espíritu hacia la infancia y llenándome de nostalgia. Sin embargo, la fuerte impresión del espectáculo que acababa de ver acudía a mi mente con insistencia. Pensé en un gran poema épico, digno de los más grandes bardos de la poesía universal, por lo tanto deseché la idea de escribir un solo verso sobre el asunto. Aquel grandioso motivo no era para mi pobre musa. Aquella “vía muerta” era un cadáver de muchos kilómetros de largo, con una espléndida y maravillosa historia, llena de vicisitudes progresistas. Querer darle forma digna a aquella portentosa epopeya era tarea superior mis fuerzas. Descartando todo propósito al respecto me quedé tranquilo y nuestro viaje continuó hasta llegar a destino. Pasaron 7 años desde aquel día y la vida me llevó por otros caminos, pero aquella imagen de desolación siguió apareciendo en mi memoria con cierta persistencia como pidiéndome que le diera algún tipo de vida para estar, de alguna manera, en el recuerdo de alguien. Así fue que un buen día me dispuse hacer lo único que soy capaz: plasmar en versos sencillos y populares el bosquejo idealizado de aquella estación abandonada. Me limité a recordar y decir. Lo demás es historia conocida, don Alberto Merlo llevó al disco mi trabajo, desde entonces su éxito no ha decaído y su vigencia es permanente”.

Lo que plasmó Luis Domingo Berho forma parte del patrimonio cultural del sur bonaerense:
Estación vieja y deshecha
que fuiste todo alegría
cuando era una romería
en los tiempos de cosecha.
Hoy parece que te pecha
el mancarrón del olvido,
quién sabe dónde se han ido
bolseros y capataces
hombres fuertes y capaces
que pa´ siempre se han perdido.

Ya no se ve ni un linyera
al lao´ del embarcadero,
ni una estiva con letrero
de una firma cerealera.
Ya por tu enorme tranquera
no dentra ninguna chata,
el carrero no desata
su famosa caballada,
ni descarga en la planchada
las bolsas por la culata.

Ya no hay muchachas bonitas
paseando por el andén,
que iban a esperar el tren
en las lindas tardecitas.
Contra tus vías limpitas
no se estrella el sol radiante
y en esa quietud constante
de las ruinas que allí quedan
ya ni se mueve la rueda
de tu molino gigante.

El cambista no camina
con la blusa azul aquella,
ni la máquina resuella
con su aliento de neblina,
ya no están en la oficina
ni el jefe, ni el auxiliar,
y no se oye repicar
el telégrafo tampoco
y los gorriones de a poco
han terminao´ por copar.

Tu señal está tranquila,
tus galpones carcomidos
y en esos rieles dormidos
ya no hay vagones en fila.
Ya no se ve ni una pila
sobre tu playa desierta,
tu campana no despierta
y es un badajo olvidado,
un lagrimón oxidado
llorando una vía muerta.

Algunos datos: Berho pasó por Faro por primera vez en mi 1969, escribió el poema en 1976, fue musicalizado por el gran cantor y compositor platense Francisco Chamorro y en 1980 Alberto Merlo la graba para EMI-ODEÓN formando parte del Larga Duración “Al galope por el llano”. (Fuente Ecos de mi Ciudad). (27-10-23).

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