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Mega Causa Zona 5 / Lila Croci: «A las 24/48 horas después del secuestro de mi hermana, vino a nuestra casa de Coronel Dorrego gente vestida de verde con armas grandes y revisaron todo»

EL Juicio Mega Causa Zona 5, que se lleva a cabo en el TOC Federal de Bahía Blanca, llegó a su audiencia 34 desde que inició el 17 de febrero.

En primer término, Lila Angélica Croci declaró de manera presencial por el caso de su hermana mayor, Norma Alicia, estudiante de Ingeniería Química de 22 años secuestrada en Neuquén. El 14 de junio de 1976 varios hombres de civil la trasladaron a la Unidad N° 9 del Servicio Penitenciario Federal de la capital provincial, donde sufrió torturas durante tres días y luego fue llevada en avión hacia Bahía Blanca para ser introducida en el Centro Clandestino de Detención y Tortura (CCDyT) “La Escuelita”.

“A las 24/48 horas después del secuestro de mi hermana, vino a nuestra casa de Coronel Dorrego gente vestida de verde con armas grandes y revisaron todo. No eran los policías del pueblo porque a ellos los conocíamos, eran nuestros vecinos. En ese momento Norma estaba desaparecida, mi mamá pensó que eran los mimos que tenían a mi hermana”, relató Lía.

Asimismo, le declarante mencionó que Norma luego del secuestro “contó muy poco de lo que le pasó. Con mis otros hermanos, íbamos a la secundaria, ella se sentaba a estudiar con nosotros. Aconsejaba a mi mamá. Era el orgullo de la familia. Luego del secuestro, comenzó a ser una persona muy temerosa. Siempre estaba en la habitación, leyendo, escondida. Con las manos no se quedaba quieta. Mi mamá en secreto la llevó a una psicóloga, porque había quedado muy afectada. Siempre con sus manos en movimiento”.

El auxiliar fiscal Pablo Fermento le preguntó qué significó ese silencio en Norma, a lo que Lía respondió: “Un trauma en ella. Era muy protectora. Fue un dolor para mis padres, es lo que ella no se ha perdonado. Prefería echarse sus problemas en la espalda antes que en la suya”.

Cuando Norma fue liberada, “lo llamaron a mi tío y le dijeron que estaba en la estación de servicio ‘El Cholo’, en las afueras de Bahía Blanca. Cuando la recuperamos, estaba muy delgada, volvió con mucho temor, nadie le preguntó nada. Mi madre hizo tallarines y se comió las pastas como todos los domingos”, detalló Lía.

“Mi mamá llevaba el dolor de su hija y nos contó que mi hermana le dijo que durante el secuestro estaban todos atados, como animales. Me hubiese gustado no estar acá, se hizo mucho daño”, concluyó.

“Le daban agua salada para tomar. Nada de comida”

El 29 de junio de 1976, en horas de la madrugada, Ramón Maximino Seguel fue secuestrado en su domicilio de Bahía Blanca, a través un operativo realizado por personas armadas, con pasamontañas y vestidos de civil. En la vivienda estaban su pareja y sus ocho hijos. En la trigésimo cuarta audiencia declaró María Cristina, hija de Ramón, que en ese momento tenía 16 años.

“Vinieron en varios Falcon. Tiraron la puerta abajo. Nos levantamos todos asustados. Golpearon a mi papá, lo desmayaron. Entraron como quince personas, todos encapuchados, no dieron explicación de nada y se lo llevaron. Vimos cuando se iban los Falcon. Tres afuera de la casa y otro en la esquina. Luego de ese hecho, mi mamá se recorrió todo. Fue a la calle Alem, al Regimiento, a la Base, nadie le dio respuesta de nada”, explicó María Cristina.

Sobre la liberación de Ramón, cuatro días después del secuestro, su hija comentó que “lo vimos llegar de lejos, tambaleando. La venda que tenía en los ojos se la había puesto en el cuello. Pensaban que estaba borracho. Nadie lo quiso asistir. Faltó como veinte días de mi casa. Perdió el trabajo. Estuvo mucho tiempo sin salir, tenía miedo de salir. Dejamos de ir a la escuela por un tiempo. Psicológicamente quedó mal. Perdió un oído por los golpes. Estuvo mucho tiempo sin hacer actividad”.

Tiempo después, Ramón pudo contar a su familia algo de lo que había padecido en el CCDyT ‘La Escuelita’. Su hija María Cristina, recordó: “Lo ponían en agua. Lo pichicateaban. Dijo vio un aljibe y escuchaba el ruido del tren. Le daban agua salada para tomar. Nada de comida. Nombraban mucho a un tal ‘tío’, era el que mandaba donde estaba secuestrado. Había hombres y mujeres. También un médico que los atendía, le decían ‘doctor’. Y había asistencia religiosa que la daba un cura. Luego de varias jornadas de cautiverio, escuchó que no era a él a quien buscaban. Días después le dejaron la billetera con los documentos, en la ventana de casa”.

“Tomá un guante, si nos matan, al menos que sepan que estuvimos juntas”

Posteriormente, la fiscalía propuso la reproducción audiovisual del testimonio de Dora Seguel registrado el 1 de noviembre de 2011 en el marco de la Causa Bayón. Ella sufrió secuestro al igual que sus hermanas Argentina y la mayor Arlene, que era estudiante de Servicio Social en la Universidad Nacional del Comahue y aún continúa desaparecida. En 2020, Dora fue la primera mujer en Neuquén que en un juicio acusó por violación a represores de la última dictadura cívico militar.

“En 1976 vivíamos en el hogar paterno. Teníamos 16, 18 y 21 años. Días antes del secuestro de Arlene, había un auto que nos seguía. Nos llamó la atención. No era gente conocida ni de la zona. Nosotras éramos militantes del PRT. Ya teníamos conocimiento de que hubo compañeros detenidos en Neuquén”.

El 14 de junio de ese año, Arlene se fue al mercado y minutos después entraron violentamente en casa. “Estaban disfrazados, tenían pelucas, se identificaron como Policía Federal. Días después, el director de mi escuela me dijo que tenía que ir con los policías que me buscaban. El que me hizo el acta de ingreso me insultaba en todo momento. Para él, una mujer con 16 años no podía estar vinculada a ningún grupo. Me llevan a otra oficina donde una mujer policía me hace la requisa, también con insultos y luego me dejan en un calabozo”, testimonió Dora.

Con más detalles sobre su cautiverio, la sobreviviente detalló: “Un policía me vendó los ojos. Me preguntaron sobre guerrilla y armas. El comandante que hizo el arresto estaba muy alarmado, me golpeaba, me levantaba del cabello. Me acercaron armas, me dijeron que las desarme. Me trajeron municiones para que las identifique. Me preguntaban si conocía a gente relacionada a mi hermana Arlene”.

Dora, con gran esfuerzo y llorando, describió: “Me llevaron a un camión de traslado, con celdas a los costados. Era un militar el que me subió. Entre insultos y golpes, me violó. Me decía al oído que ‘era una ‘erpiana’ hija de puta, que éramos las putitas de los guerrilleros del monte’. Estaba paralizada, no podía creer lo que estaba pasando. Estaba preparada a una detención como militante pero jamás pensé que dentro de las tareas que tienen los militares una era la de violar a una persona de 16 años. Estaba esperando que me peguen un tiro en la cabeza. Me acomodó la ropa más o menos y me dijo que ‘de esto no lo hablaba con nadie’”.

Los padecimientos y traslados continuaron. Al día siguiente, fue trasladada con otros prisioneros a la Unidad Carcelaria N°9 de Neuquén y posteriormente “nos llevaron a un aeropuerto, nos ataron las manos, nos vendaron los ojos. Mi hermana Argentina venía conmigo. Luego de una hora de vuelo, nos empiezan a tirar uno arriba de otro en una camioneta. Después de un recorrido extenso, nos bajaron en un lugar de tierra. Nos entraron en una habitación, bancos largos. Fuimos llevadas a interrogatorio pero nos preguntan por separado. Argentina pedía clemencia y la seguían golpeando. ‘Déjenla, déjenla que yo voy a hablar’, les dije”.

“Después llega otro y dice: ‘a esta negrita me la separan para mí’. Pensé: otra vez no por favor. Yo no podía separar la idea de que esa persona me podía violar otra vez. Pensaba como escaparme. Después de violar a mi hermana Argentina, nos subieron a un auto, nos taparon con frazada. Llegamos a otro lugar donde estaban los detenidos. Estaban muy adoloridos. Siento que preguntan por Arlene. La levantan y se la llevan. Es la última vez que escucho su voz, nunca más volvió a ese lugar”, detalló Dora.

Finalmente, llegó el día que las liberaron: “a Argentina y a mí nos colocaron en la parte de atrás de un auto. Mi hermana me dijo: ‘Tomá un guante, si nos matan, al menos que sepan que estuvimos juntas’. Nos dejaron en cercanías de Coronel Dorrego”.

El debate en Bahía Blanca se puede seguir de manera presencial en Lavalle y Chiclana con presentación del DNI o a través del canal de YouTube de la Subsecretaría de Derechos Humanos:

www.youtube.com/derechoshumanospba (28-10-22).

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