LA DORREGO

Pese a todo, LA VIDA ES BELLA

ESCRITO EN FACEBOOK POR NÉSTOR MACHIAVELLI

Martes temprano
LA VIDA ES BELLLA
Cuando no se ve luz al final del túnel y la realidad se torna castaño oscuro, me acuerdo de Roberto Benigni en aquella extraordinaria interpretación de un padre que en medio del horror del holocausto, logra transmitirle a su hijo que pese a todo la vida es bella y que hay que sobreponerse para poder vivirla.
Esta frase que se atribuye a un premio Nobel sostiene que en el mundo hay solo dos modelos de países, los desarrollados y subdesarrollados. Y por fuera están Japón y Argentina, uno ejemplo de crecimiento y planificación y nosotros la contracara.
Hay que vivir para contarla, diría Gabriel García Márquez. Los que venimos del siglo pasado acostumbrados a sobresaltos económicos y políticos tenemos la piel curtida.
Nada asombra, todo lo vivimos.
Nuestro hijo que vive en Madrid cuenta que en el trabajo sus compañeros le preguntan como es el día a día de vivir durante años con inflación en la Argentina. Si hay algún libro de autoayuda que lo explique y ofrezca recetas alternativas.
A ellos les empieza a pesar la incertidumbre diaria de convivir con suba de precios de alimentos, servicios y combustibles. Calculan que este año rondará el 10%.
Lo que para ellos es tragedia a nosotros acostumbrados a todo no nos mueve el moño.
Recuerdo la mañana que nos despertamos en 1975 con el “rodrigazo” en marcha. La megadevaluación, que de un plumazo empobreció a millones y enriqueció a unos pocos. Fue la primera sacudida económica brusca de nuestra generación. Nos desacomodó, comenzamos a familiarizarnos con dos palabras excluyentes hasta hoy: dólar e inflación.
Salto en el tiempo y voy a fines de 1989, últimos días de gobierno de Raúl Alfonsín. Recuerdo que en el supermercado los productos tenían dos precios: el de la góndola y el de la caja. En el trayecto que caminabas con el chango cargado y hacías la cola , el precio había variado y finalmente abonabas lo que decidía la cajera.
Juan Carlos Pugliese había asumido el ministerio de Economía. Una tarde llaman del programa “La Vida y el Canto” que conducía el recordado Antonio Carrizo. Nos invitaban junto al querido colega parlamentario Armando Vidal, para que participáramos de un reportaje en vivo a Juan Carlos Pugliese. Nunca olvidaré esa tarde. Pugliese ingresó a la radio con un dólar que trepó incesante mientras trataba de explicar lo inexplicable y pronunció aquella frase que escuché por primera vez y aun hoy resuena: “les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”.
Fueron años de inflación de tres dígitos, lo mismo que a comienzos de los 90.
En 1993 viví de cerca el drama de la guerra en sus entrañas. en Bosnia, como Ucrania en territorio europeo.
Aprendí que el ser humano se acostumbra a convivir donde le toque, allí en medio de bombardeos y combates diarios. Se casan, tienen hijos, festejan cumpleaños, entierran a sus muertos, la vida continua. Es la única manera de soportar semejante calamidad.
Y llegó 2001, aquí con el combo de saqueos y vacío de poder donde imaginamos lo peor, la desintegración y la anarquía.
Uno podría decir basta para mi, me quiero bajar de la montaña rusa, pero los sobresaltos continuaron.
Están frescos aun los dos años de peste planetaria con víctimas, desocupación y crisis económica. Y en pleno festejo de la efectividad de las vacunas, cuando la vida triunfaba sobre la muerte, Rusia invade Ucrania y el mundo pende de un hilo. El Papa Francisco tiene razón al afirmar que comenzó la tercer guerra mundial porque el conflicto se desarrolla en territorio de Ucrania, pero hay muchos países que le envían armas y eso es involucrarse y participar de un lado de la guerra.
Rusia le cerró la llave de gas a Europa y países como Alemania planean volver a la producción de energía con carbón, desandando el camino recorrido de eliminar esa combustión que destruye el ambiente y provoca el cambio climático.
Y estamos aquí recién salidos de un fin de semana para el olvido, relojeando precios de los alimentos que no cesan de aumentar, la cotización del dólar y todo lo que vendrá…
Por eso me atrapa el mensaje que transmite Roberto Benigni, que aun en los momentos límites hay que sonreir, sobreponerse. Y que es necesario mostrarle y enseñarle a hijos y nietos que no importa el infierno que nos toque vivir, que siempre hay futuro por intentar y construir.
Que pese a todo, la vida es bella… (05-07-22).

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