A veces caemos en la ingenuidad de naturalizar las instituciones de la República. A la democracia en sí. Los que nacimos en los tiempos post 1983 creemos que es algo que viene ya impreso en la idiosincrasia de la Nación el sentir democrático.
La verdad que eso no deja de ser fruto de una pedagogía instalada después de la interrupción, bendita interrupción, del mal llamado Proceso de Reorganización Nacional. Esa pedagogía democrática, fruto de la mente del gran estadista Raúl Alfonsín, fue la que permitió la victoria definitiva de la paz, la legalidad y la justicia por sobre los totalitarismos. Es por ello que las nuevas generaciones consideramos natural vivir en paz.
Ahora bien, el desafío es desnaturalizar este estado de las cosas, pensar en la vía institucional no como algo que es así y que es incuestionable, sino más bien como algo que es frágil, siempre y cuando nosotros no lo sigamos reforzando día a día. Y, para reforzarlo, debemos pensar en una doble vía: hacia atrás y hacia adelante. Hacia atrás, con las políticas de memoria y reparación de las víctimas del terrorismo de Estado en todas sus facetas, atendiendo que el camino no es la reconciliación sino más bien la justicia. Y hacia adelante, pensando que la democracia y los Derechos Humanos no se supeditan a ese período oscuro, sino que más bien debe atender a los desafíos que está nueva época nos exige.
La actualidad nos pide leer las nuevas demandas de la época y hacer de la lucha contra la corrupción y por la transparencia en el ejercicio de la función pública dos banderas incuestionables. También nos pide hacer política con una cabeza que piense como en el siglo XXI, con prácticas que vayan en consonancia y que atiendan a los intereses de la buena politica, dejando atrás los vicios de la vieja mala política.
Básicamente, hay que atender a una consigna fundamental: la moral. Embanderar la política de ella y planificar una vida institucional de la Nación que contenga todas estas demandas.
En ello estamos trabajando.(Escrito por el dorreguense Bernardo Blázquez, secretario de DDHH de la Juventud Radical de la Provincia de Buenos Aires y publicado en La Nueva.).
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