La ciudad

“Habiendo perdido tanto, no perdí mi amor al canto ni mi voz como cantor”

31 de diciembre 1933 / A 92 años del fallecimiento de Luis Acosta García

Por Fabián Enzo Barda

Luis Acosta García falleció el 31 de diciembre de 1933. El parte médico indicaba que el deceso había sido producto de un síncope. Calixto Gallo, amigo del payador, testigo de primera mano de su paso por Rosario, puso en duda la verdadera causa de la muerte. “Luis Acosta García murió, no sé si de la leña que le dio la policía porque parece que era socialista”.

Fueron cuatro los años que vivió en la llamada “Chicago Argentina”, muy acorde esa identificación en los duros años 30 del siglo XX. Son coincidentes con su vínculo con Cecilia Marcón, su segunda esposa. El payador había enviudado en 1929, cuando muy joven Estela Correa, con quien se había casado a inicios de la década de 1920, murió.

Al poco tiempo del fallecimiento de Estela deja Bahía Blanca. Se cruza en su vida, Cecilia Marcón, “La Brasileña”, con quien se casará, tendrá dos hijos: Lira y Luis Brasil y se radicará hasta su muerte en la ciudad de Rosario.

La propia hija, en correspondencia con el historiador Carlos Funes, dijo que su nombre Lira, sólo se lo pudo dar un poeta y trovador. Su hermano se llamaba Luis Brasil, en homenaje a la tierra brasileña, patria de su esposa Cecilia.

En su “nuevo pago”, Rosario, también dejará su huella.

Sus tiempos han quedado reflejados en la muy buena obra de Héctor Nicolás Zinni, “El Rosario de Satanás”, quien lo ubica en el famoso Barrio de Pichincha “unos diez años antes del cierre prostibulario”. Zinni, en las pocas descripciones de su figura, asegura que era “alto, de garbosa estampa, bien parecido, de cabello lacio y renegrido y lustrado, Acosta García supera en todos los límites del payador común. Su presencia y su prestancia lo identifican más con la caballeresca nobleza que con el proletariado a quien dice representar en sus cantos y a quien dedica lo mejor de su inspiración. Elegante vivaz, agudo improvisador, buen cantor, conquista el aplauso del público en pocos minutos”.

En diálogo con el propio Zinni, Julio Schiavone, uno de los músicos fundamentales de la bohemia rosarina asegura de su amistad, confiesa que lo llamaba “Piantá que te han visto”, incluso que le consiguió trabajo en el Marabú. En su debut no le fue bien en convocatoria. El propio Schiavone asegura que le dijo: “Viste, no vino nadie…Y.. bueno – le digo- son los primeros días. Después se empezó a correr la bola y a los tres días a las cinco de la tarde ya había gente dando vueltas”.

Schiavone asegura que hizo de puente para la reconciliación con Agustín Magaldi con quien estaba enojado. “Déjense de macanas” – le dije a Magaldi – …”acórdate de 3 de Febrero y Corrientes, cuando estaban horas y horas esperando quien les pagara un café… acórdate de esos tiempos…” “…Si, tenés razón”, me contestó Agustín.
Son los años en que “Isusi” triunfa ampliamente como solista y le había grabado “Dios te salve m´hijo” y “Ave María”.

Los años en Rosario siguieron con presentaciones que incluyeron a su famoso personaje del Chengo Maidana. Es más, su propia hija Lira, asegura en una de sus cartas que su madre le comentó que jamás lo vio a Luis Acosta García en un contrupunto. Para ella, los años en Rosario fueron más inclinados a la interpretación de sus personajes “El Gaucho Grondona” y “Chengo Maidana” y acentuando su faz de cantor interpretando temas propios y ajenos todos en el marco de un fuerte mensaje social.

Más allá de lo manifestado por su segunda esposa, Luis Acosta García tuvo payadas memorables en Rosario, incluso en el año de su fallecimiento.

León Alsina lo ubica en el “Pichincha”, en lo de “Doña Julia”, en el “Forastero” asegura que “actuaba en un bar que existía al lado del Casino. Muy lindo cantaba ese hombre, ¡qué versación que tenía…!”.

Seis meses antes de su muerte inicia el estudio sistemático de la música para mejorar la ejecución de la guitarra en sus presentaciones y perfeccionar sus composiciones. Fechado en Rosario de Santa Fe, el 7 de junio de 1933, asegura que es “el primer cuaderno de copias musicales perteneciente a Luis Acosta García. Bajo la dirección del maestro Espinoza, con la creencia que al estudiar la perseverancia y la fe en sí mismo, perfeccionan en el hombre sus sentimientos, me largo a la conquista de un nuevo tónico para mí espíritu, a la edad de 37 años”.

En el año de su muerte, Luis Acosta García tiene dos contrapuntos memorables en teatros rosarinos. Enfrenta a Ángel Colovini, quien por el resto de su vida dirá que fue la payada más importante de su larga carrera y con el tresarroyense Catino Arias.

“Brasileña” es el vals que Luis Acosta Garía dedicó a Cecilia Marcón, su segunda esposa. Fue grabado por Agustín Magaldi.

Pobre y olvidado, Luis Acosta García morirá en una cama del Hospital Centenario de Rosario a los 38 años de edad, siendo las 10 de la mañana de un 31 de diciembre de 1933.

Su hijo, Brasil, remarcaba que “cuando murió mi papá yo tenía un año y tres meses, y mi hermana casi tres años. No recuerdo nada, como te podrás imaginar, de cómo era mi viejo, Ahora, mi hermana tiene una idea de cómo era la casa dónde vivíamos… era en una casa de departamentos que estaba en la calle Constitución al 1200, no sé si vivíamos en el uno o en el dos”.

Con respecto a la morada donde descansa finalmente el trovero, también su hijo recordaba que “los restos de mi padre, reposaron durante mucho tiempo en el cementerio de La Piedad, de Rosario. Cuando mi madre compró un nicho para ella en El Salvador, yo me hice cargo de la reducción y el correspondiente traslado”.

Ese traslado tuvo sus bemoles porque, según su propio hijo, “en la administración de La Piedad no me querían autorizar el traslado. Un empleado me preguntó nombre, dirección…todos los datos: “¡Ah no!, me dijo, “un momento, yo esos restos no se los puedo entregar…”, y dirigiéndose a otro empleado, le dijo: “Oí, che, a quien se quiere llevar este muchacho… ¡Nada menos que a Luis Acosta García!… Vea, joven, lo tengo aquí a Cayetano Silva y al poeta fulano de tal…usted no nos puede hacer eso, si se lleva a Acosta García ya casi no nos queda nadie…¿qué me queda para mostrar en el cementerio?”. “Miré – contesté yo -, los restos son míos y me los tengo que llevar”. “Si quiere les damos una ubicación mejor, pero de aquí no salen”. Al final me dijeron: “Está bien, lléveselos, pero aquí más vale que no vuelva a poner los pies”.

Las sorpresas no terminaron ahí porque cuando encargó la placa para la identificación del cajón se negaron a cobrársela.

En 2003, tuvimos oportunidad de intercambiar varias comunicaciones telefónicas con Lira Acosta de Bofelli, hija del payador, que tenía algunos recuerdos de su padre. El destino andariego, es decir, el verlo salir de gira por unos días y volver a la casa por poco tiempo era para ella un recuerdo vívido. También recordaba imágenes muy claras del velorio, ella abrazada a su madre a los pies del féretro.

Lira también remarcada que decidió con su hermano mantener los restos de su padre en el cementerio rosarino, dejando para el futuro la última voluntad del trovero que era que sus restos descansen en su suelo natal, tal cual lo expresa en “A mi pueblo natal” poema publicado en el libro del año 1923, “Flor de Chañar” y popularizado por la Revista “El Canta Claro” en su edición del 20 de enero de 1925:

“A MI PUEBLO NATAL”
(Coronel Dorrego)

Quien no quiere al terruño en que ha nacido no tiene amor a su persona misma.

Ignoro aún porque causa
te quiero tanto, Dorrego.
Será que al correr los años,
van con ellos mis recuerdos
tomando forma gigante
a capricho del cerebro…?
…O será porque mi madre
en largas noches de invierno,
cuando está junto a sus hijos
al calorcito del fuego,
nos cuenta la bella historia
de sus amores primeros…?
(Pobre mi madre: cuando habla
de aquellos lejanos tiempos,
leo patente en su rostros
que tiene veinte años menos).
Dice…”Fue una noche linda
y clara, del mes de enero,
cuando por primera vez,
vi los ojos de tu viejo;
y fue, porque algunos mozos
del pago se propusieron
hacer un baile, en el rancho
de tus finados abuelos.
El baile se hizo al abrigo
de un Gualeguay corpulento,
que estaba frente a la puerta
del rancho, y en el alero
caían brazos robustos
del árbol, que cuando el viento
soplaba fuerte y mecía
esas ramas en el techo,
daba un impresión terrible;
porque semejaba aquello
a una huella zapateada
por quinientos esqueletos,
al compás de cien guitarras
con cuerdas de trapos viejos.

El caso fue que esa noche
hasta mi rancho vinieron,
todos los mozos, y las mozas
de los establecimientos,
de los puestos, de las chacras,
y algunos otros del pueblo;
y cuando habíamos bailado
como dos horas, lo menos,
alto… nos gritó un viejito
que hacía de bastonero,
dijo: “va a cantar un mozo
que ha caído forastero,
dicen que es del lao de Ranchos
y tiene fama de güeno
pa´ las décimas de amor
cuando pulsa el instrumento”.

Cuando aquel joven pulsó
con cariño la guitarra,
sonó con tanta armonía…
tan suave…tan delicada…
que aquellas notas llegaron
hasta el rincón de mi alma,
y sentí que por mis nervios
corrió mi sangre alterada”.
_(Aquí la noto a mi madre
que se ha enjugado una lágrima,
y rejuvenece tanto
que parece una muchacha)_
“Terminó el canto y entonces
Como premiando su hazaña,
le estreché fuerte la mano
y en una sola mirada,
le hice leer en mis ojos
lo que sentía en el alma.
…Lo demás, es cuento viejo,
Una preciosa mañana
llegaste tú, noble fruto
de un amor en llamarada.”

Por eso te idolatro, pueblo hermoso,
porque guardas la historia de los míos,
porque he visto la luz en tus laderas
y he jugado a la sombra de tus pinos.

He comido la fruta sazonada,
he sacado pichones de tus nidos,
aprendí a caminar en tus arenas
y he besado a mi madre cuando niño.

Y veo en tus arenas, a mi cuna,
y veo en tus hermoso eucaliptos,
un batallón de hombres silenciosos
con todos las virtudes del amigo.

Y al ver tu callado cementerio
donde duermen pedazos de los míos,
hojeo el álbum de mi triste vida
con mis pobres cantares peregrinos.

Y pienso al final de mi carrera
de juglar romancero, por destino,
me reserves un puesto entre tu seno
para dormir el sueño del olvido.

31-12-25

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