Oíd inmortales
En 2030 la humanidad lograría desarrollar la fórmula de la inmortalidad. ¿Cómo sería vivir sin límites, eternamente?
Nota de Néstor Machiavelli en La Nueva.
En el reciente libro La nueva vejez, Pacho O´Donnell afirma que si hay proyectos, razón de vida y buenos hábitos, este periodo de la vida puede ser maravilloso. Con 83 primaveras el escritor y psicólogo sostiene que la vejez no es tragedia sino desafío. Recuerda que Goethe escribió Fausto a los 80; Verdi estrenó Otelo a los 74 y Gabriel Garcia Márquez siguió activo después de los 90 años. Sin dejar pasar que Mirta Legrand conduce un mítico ciclo de TV a un paso de celebrar el centenario y los Rolling Stones contorsionan en recitales alrededor de la tierra con promedio de casi ocho décadas por cabeza.
Esta longevidad de famosos dejaría de sorprendernos si como se anuncia, dentro de poco, en 2030, la humanidad logra desarrollar la fórmula de la inmortalidad. No lo predice un vendehumo, lo afirma Ray Kurzweil, exingeniero de Google, experto en predecir el futuro tecnológico y el desarrollo de la Inteligencia Artificial.
Según Kurzweil, el vivir sin límites se obtendrá a través de la creación de nanobots que podrían revertir la edad de las personas con capacidad de reparar células y tejidos dañados que se deterioran cuando envejecemos y el espejo se encarga de recordarlo. El ex Google explica que a través de los nanobots seremos inmunes al envejecimiento, el cáncer y la muerte.
Suponiendo que Kurzweil —considerado un cybernostradamus del siglo XXI— acierte en la predicción y en unos años más nos volvamos inmortales, ¿imaginamos cómo sería vivir sin límites, eternamente?
En la novela Las intermitencias de la muerte, el portugués José Saramago imagina desventajas y riesgos de vivir para siempre. La novela del nobel de Literatura narra que en un lugar desconocido a partir de las cero horas de un año nuevo, la gente dejó de morir. La población festeja el triunfo de la vida sobre la muerte. Al comienzo todos disfrutaban el milagro de la inmortalidad. Sin embargo ese nuevo mundo de vivir para siempre no era el paraíso soñado porque la eternidad traía aparejada complicaciones, principalmente económicas y demográficas. En el pueblo de ficción de Saramago comenzó a preocupar el colapso del sistema de salud pública por el creciente número de personas que desbordaban asilos y hospitales sin poder morir. Los dueños de funerarias sin muertos por facturar comenzaron a organizar servicios fúnebres y entierros de animales. Apenas botones de muestra del lado oscuro de la eternidad.
¿Inmortalidad sí, inmortalidad no? Si los problemas suman más que las ventajas, lo aconsejable sería acordar una salida intermedia, que la ciencia dosifique la prolongación de la vida sin sobredosis de eternidad. Por ejemplo, trabajar y jubilarse a los cien años y llegar con resto a festejar los ciento treinta.
La inmortalidad es utopía, pero la prolongación de la vida es posible. Imagino que es un deseo generalizado vivir más tiempo de manera placentera. Bienvenido agregar hilo al carretel de esa ilusión. Ahora, si es transcurrir haciendo malabares para llegar a fin de mes, más que premio sería una condena.
Mientras procuro encontrar las palabras justas para el cierre, Eladia Blázquez me da una mano a pura poesía.
Permanecer y transcurrir
No es perdurar, no es existir
Ni honrar la vida
…
Eso de durar y transcurrir
No nos da derecho a presumir
Porque no es lo mismo que vivir…
¡Honrar la vida! (11-04-24).