Callado

Nota escrita por Néstor Machiavelli en La Nueva.

Hubo un tiempo de furor de canchas de paddle en cualquier terreno vacío; otro de videoclubs en cada esquina y locutorios a mitad de cuadra.

Hoy sorprende el resplandor de barberías, la tradicional peluquería adaptada a los nuevos cortes, inimaginables para los peluqueros a la antigua, de media americana o americana cortita y el chamuyo al oído del cliente con temáticas definidas, sin sorpresas.

El cliente elegía el peluquero no tanto por el arte de la tijera sino por el discurso, el contenido del monólogo durante el corte, que escuchaba atento, sólo alterado por el sonido intermitente de la tijera al borde del oído.

Ignoro si son temáticos los jóvenes barberos de hoy, si le hablan al oído al cliente. Recuerdo los de mi pueblo, especializados en diferentes disciplinas discursivas. Deportes, política, folklore, información general. Una oferta variada para el cliente que podía recostarse media hora en un cómodo sillón y escuchar lo que sabía que iba a escuchar, encorsetado en el chaleco blanco y una toalla que rodeaba el cuello para contener pelusa y otras secuelas del paso de la navaja.

Cuentan en Dorrego que en uno de sus últimos viajes al pueblo, Don Atahualpa Yupanqui pidió a un amigo que lo acercara a una peluquería. Como corresponde, el anfitrión le ofreció el menú de opciones.

Puede ir a la peluquería de Sica, que es como ingresar al gran mundo del ajedrez; a la de Rubio, donde River es el centro de la escena, a lo de Miralles, siempre relacionada al mundo campero, o a la Randazzo, un predicador incansable de las bondades de mundo socialista.

-Lléveme a la que esté más cerca- dicen que dijo Don Ata, alertado que era un corte de pelo conversado.

Ni bien se sentó en el sillón el diálogo fue breve.

-¿Cómo quiere que le corte? preguntó el barbero.

Y la respuesta de don Ata fue categórica:

-Córteme callado… (24-11-23).

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