El semanario Ecos de mi ciudad cumplió 25 años

Esta es la nota editorial publicada en la edición de este martes:

El lunes, el semanario Ecos de mi ciudad cumplió 25 años. Este proyecto, que nació tímidamente un miércoles 9 de agosto de 1995, se ha convertido, sin prepotencia, con humildad, en una sana costumbre para centenares de vecinas y vecinos que esperan la llegada de cada ejemplar para enterarse de las noticias del pago chico.

Ecos es un sobreviviente de los medios gráficos. No sin esfuerzo, ha podido sobreponerse a distintos avatares. En este tiempo, pasaron 7 presidentes y 1 presidenta. Y hubo Convertibilidad, crisis de 2001, inflación, tarifazos. Y ahora, como si todo aquello fuera poco, apareció una pandemia mundial.

Sigue la discusión –a escala planetaria- sobre el destino de las publicaciones en papel. El irrefrenable avance de la tecnología ha hecho mutar la conducta de muchas lectoras y de muchos lectores, que prefieren otro tipo de formatos al tradicional. Sin embargo, no todo está perdido para el papel. Iris Chyi es investigadora y profesora de la Escuela de Periodismo en la Universidad de Texas. Hace dos años, invitada a disertar en nuestro país, la especialista aseguró: “Hasta ahora, todos los pronósticos que anunciaban la muerte del diario impreso han fallado… «El diario digital no logra ser percibido como un producto que está a la altura del diario impreso. Es considerado inferior en parte porque históricamente fue gratis, y lo gratuito tiende a ser considerado de menor calidad. Pesan también cuestiones físicas: difícilmente la experiencia de lectura en una pantalla sea igual de placentera y relajada que en el papel».

«Por otra parte, en mayor o menor medida, todos estamos repensando nuestra relación con lo digital -continuó -. Vuelven los vinilos, las cámaras fotográficas instantáneas, y hasta los libros en papel se consolidan entre las preferencias. Esto lo sabe hasta Amazon, que comenzó a abrir librerías físicas».

TAPA DE LA PRIMERA EDICIÓN

Sin embargo, el objetivo de esta nota de opinión no es profundizar en esta cuestión que es analizada a nivel mundial y cuya resolución es aún incierta, sino reconocer la tarea de todas y todos los que, en mayor o menor medida, han logrado la proeza (no exageramos en el adjetivo) de mantener en pie al semanario.

No vamos a nombrar a todas ellas y a todos ellos porque caeríamos en ingratas omisiones, pero sí citar a aquella/os que en la redacción de calle Yrigoyen permanecieron hasta la madrugada, en sus distintos roles, para ver parir la primera edición. Daniel, quien tuvo la idea y fue el primer director. Minucioso, para que ningún detalle estético y de diagramación quedara librado al azar. Pablo, que aun siendo joven, aportaba la experiencia que ya tenía en el periodismo local. Juan Antonio, inquieto cronista de calle, autor de las primeras entrevistas con un grabador de esos que ya no se usan. Mario y Chacha, siempre dispuestos, mate en mano, para ayudar en lo que se necesitara. Y José Oscar, multifacético, sereno, paciente. Primero se dedicó a la parte administrativa y publicitaria. Con el correr de los años, fue sumando otras responsabilidades hasta convertirse en timonel de esta embarcación que casi nunca navegó en mares calmos, pero que jamás naufragó.

¡Salud para ellas, ellos y sus familias; para lectores y lectoras. Y para los y las auspiciantes!

“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, escribió el genial escritor León Tolstoi. Desde hace 25 años, Ecos de mi ciudad viene pintando la aldea dorreguera. Sus alegrías y tristezas. Sus logros y frustraciones. Con pintura indeleble. Esa que nunca se borrará, porque quedará inmortalizada en cualquier hemeroteca del futuro. ¡FELICIDADES!

Los comentarios están cerrados.