La nueva nota de Julián Mozo: El lado oscuro de Kobe Bryant y cómo resurgió de la acusación de violación

Por Julián Mozo (*)

Su calidad artística en la cancha trascenderá generaciones, su extrema competitividad será parámetro para todos aquellos atletas con una voracidad fuera de lo común, su carisma y empatía quedarán en los corazones de millones, su generosidad será un atributo que quienes estuvieron cerca recordarán por siempre, su avasallante mentalidad, absoluta dedicación y profesionalismo se convertirán en protagonistas de decenas de anécdotas, su devoción por su ídolo Michael Jordan quedará marcada en muchas historias y la ambiciosa persecución de la historia permanecerá como un hilo conductor de cada uno de sus valores. Así, entonces, su idolatría crecerá cada día y su legado, en definitiva, se transformará en un factor inmortal. Kobe Bryant será, por siempre, un mito. Más aún ahora, luego de la tragedia. Pero también habrá un incidente que no podrá borrarse, un caso que marcó su vida y marcará su recuerdo. Nunca alcanzará para ensombrecer su carrera, pero tampoco se puede soslayar. Aquí contaremos, a través de documentos legales, qué se cree que sucedió aquella noche del 30 de junio de 2003 en Colorado. Cómo aquella acusación de abuso sexual por parte de una chica de 19 años que trabajaba en un hotel trastocó su “luna de miel deportiva”, detallaremos de qué forma Bryant atravesó el peor momento que incluyó el abandono de sponsors y la separación temporal de su esposa, y también de qué manera el astro entendió aquella situación como un llamado del destino para cambiar muchas cosas de su forma de ser y recuperar el camino hacia la gloria.

Era junio de hace 17 años atrás cuando el jugador llegó a Cordillera, un pueblo de 7.000 habitantes, para alojarse en el hotel Lodge & Spa en la previa de lo que sería una simple artroscopia de rodilla. Según se desprende de la declaración de ambos ante los investigadores, Kobe le pidió a la recepcionista que le mostrara las comodidades del resort y, ya en su habitación, ambos se besaron. “Hicimos un tour por el lugar junto a uno de sus amigos y me pidió que en 15 minutos volviera a la habitación. Cuando lo hice, me pidió que lo abrace y ahí me besó. Yo lo permití…”, declaró ella, quien precisó que los besos duraron “cinco minutos”. Hasta allí, aseguran ambas partes, fue todo consensuado. Luego, las versiones difieren bastante…

“Me empezó a tocar, luego se bajó los pantalones y cuando empezó a intentar sacarme los míos, yo le dije que no, que me tenía que ir y ahí fue cuando me agarró del cuello. Le pedí que me dejara y sé que me escuchaba porque cada vez que se lo pedí que parase, él me apretaba más fuerte. No al punto de no poder respirar sino de una forma que me atemorizaba”, agregó ella. Kobe nunca se detuvo y empezó, según lo que le dijo a la Policía, a frotarse sus partes íntimas por sobre los pantalones de la chica. Cuando ella pudo pararse y caminó hacia la puerta, él se interpuso y la tomó con ambas manos del cuello. La llevó hasta un sillón, le levantó la remera y empezó a desnudarla. “A ese punto ya estaba muy asustada”, aclaró la chica, quien aseguró haberle dicho que no varias veces. Consultada por los agentes sobre si cree que el acusado la escuchó, fue clara. “Seguro, porque cada vez que le decía, él me agarraba más fuerte”. Ahí fue, cuando con una mano en su cuello, Kobe acercó su cara a la de ella y le dijo. “¿No es cierto que no vas a decirle a nadie, no?”. Ella admitió que le dijo que no varias veces, incluso dándose vuelta y mirándolo a la cara, y Bryant prosiguió hasta la penetración. “Tenía miedo de que si le decía que sí, fuera todavía más físico conmigo”, explicó. Según la testimonial, la penetración “duró cinco minutos”, con ella llorando, hasta que Bryant paró… Entonces le pidió que se arreglara el pelo, se lavase la cara y, antes de dejarla ir, le repitió que “esto debe quedar entre nosotros”.

La declaración de Bryant fue muy distinta. Primero, sorprendido por las preguntas de la Policía, dijo que no había pasado nada entre ellos y, cuando los agentes le informaron sobre la denuncia, lo primero que atinó a decir fue “si podemos arreglar esto de alguna manera, porque si mi esposa se entera de esto puede enojarse mucho”. Cuando se le aclaró que la chica se había sometido a estudios de semen y sangre, la estrella de los Lakers aceptó que ambos habían tenido sexo “absolutamente consensuado”. Precisó que, cuando llegaron a la habitación, la chica le mostró su tatuaje en la espalda y luego lo besó. Consultado por los detectives sobre si ella dijo que no en algún momento, respondió “un segundo, estoy pensando qué hablamos en esos momentos..”. Tras precisar que ella le practicó brevemente sexo oral, cuál fue la posición y la duración del acto (“cinco minutos”), Kobe recordó que en el único momento que escuchó la negativa fue cuando él pidió “terminar” en su cara. Entonces, precisó que nunca había eyaculado sobre ella, que lo hizo cuando dejó la habitación, sobre una remera blanca que, incluso, el astro le tiró a una de las investigadoras… Bryant, además, admitió que ya antes había sido infiel. Incluso precisó que tenía una amante de nombre Michelle, con quien hacía el mismo “juego” de agarrarla del cuello… Por último, el jugador hasta invocó a Shaquile O’Neal en su testimonio. “Tendría que haber hecho como él, que les da dinero y regala autos… Ya debe haberse gastado un millón de dólares” en mantener calladas a las mujeres ocasionales.

La primera declaración pública de la estrella llegó 12 días después. “Cuando la verdad se conozca, todo estará bien, ya verán… Ustedes me conocen, yo no debería decir nada. Saben que yo nunca haría algo así”, publicó en el diario Los Angeles Times. Cuatro días después hizo su primera aparición pública, con su esposa Vanessa Williams, en la entrega de los premios ESPY. Un día antes de que fuera formalmente acusado de violación y secuestro, dos cargos que podían condenarlo a una pena máxima de cadena perpetua. Kobe, entonces, dio una conferencia de prensa, acompañado por su mujer, rechazando las acusaciones. “Soy inocente. No la obligué a nada”, aseguró antes de admitir su único error, haber sido infiel. “Estoy muy enojado conmigo mismo por haber cometido adulterio”, cerró, con gesto adusto.

Lo cierto es que las pruebas, a las que accedió de forma privada el sitio Daily Beast, empezaron a demostrar otra cosa. La enfermera encargada del departamento de Abusos Sexuales (Sexual Assault Nurse Examiners) que la revisó informó que tenía muchas laceraciones en la zona. “Las mismas no coinciden con un acto sexual consentido”, precisó. Incluso aseguró que habían sucedido en un lapso no mayor a 24 horas. La defensa de Kobe, sin embargo, fue detrás de los antecedentes sexuales de la víctima, intentando probar que esas laceraciones podrían haberse dado en un distinto acto sexual, en especial luego que ella admitiera que había tenido sexo consentido un par de días antes con otro hombre e incluso fuera al test en el hospital con una bombacha que tenía rastros de semen de una persona que no era Bryant, según los tests realizados. Los abogados del jugador también hicieron hincapié en el pasado de la chica –había sido internada por depresión hacía cuatro meses, incluso con al menos dos supuestos intentos de suicidio- y en la “excitación” que tenía ella por conocer a Kobe.

Nunca se sabrá lo que realmente pasó en la habitación N° 35 del resort, lo cierto es que el 1 de septiembre de 2004, una semana antes de que el juicio oral empezara con las declaraciones de los testigos, el caso fue desestimado por la misma parte acusadora. Algunos dicen que sucedió por estar ella –nunca trascendió su identidad- emocionalmente apabullada por la presión mediática y, sobre todo, de los abogados de la estrella. La realidad es que la chica anunció que no testificaría en el proceso, lo que no permitiría continuar con el juicio penal. Eso sí, le solicitó una disculpa a Bryant, quien emitió comunicado contundente. “Primero, quiero disculparme con la chica envuelta en el incidente, por mi comportamiento y las consecuencias que sufrió durante pasado año. Si bien ha sido extremadamente difícil para mí, sólo puedo imaginarme lo duro que ha sido para ella. También ofrezco disculpas a sus madres y miembros de su familia. También a la mía, mis amigos, las personas que me apoyaron y a los ciudadanos de Eagle, Colorado. Quiero dejar claro que no cuestiono los motivos de la chica para denunciarme y que no le he pagado ningún dinero. Sólo acordamos que su declaración no sería utilizada contra mí. Aunque creo que nuestro encuentro sexual fue consentido, entiendo hoy –luego de escucharla a ella y a los abogados- que para ella no fue así, que no tomó el incidente como yo”, declaró, siendo consciente que lo peor había pasado -el proceso penal podía terminar con él preso por muchos años-, aunque que el caso seguiría vía civil. Era lo de menos… Esa demanda terminó en marzo del 2015 con un suculento arreglo económico. Si bien no se conoció la cifra, se cree que Bryant le abonó 2.5 millones de dólares, lo máximo que permite ese fuero en Colorado.

Ese fue el fin de una pesadilla, pero sólo de la legal. A Kobe le restaba reparar su imagen de esposo, padre de familia e ídolo, algo que llevaría un proceso largo. A Vanessa Cornejo Urbieta –nació con ese nombre, luego cambiado a Williams-, su esposa con raíces mexicanas con la que se había casado en 2001, le regaló un anillo con 8 quilates de diamantes púrpuras que le costó 4 millones de dólares pero, como podía esperarse, eso no ayudó demasiado. El matrimonio sufrió un espiral negativo y, pese al nacimiento de sus dos primeras hijas (la segunda, Gianna, fallecida en el accidente), desembocó en el pedido legal de divorcio, presentado por ella en diciembre del 2011. Kobe, como sucedió en cada paso de su carrera, fue testarudo, la luchó y, dos años después, ambos anunciaron que esa solicitud judicial había sido desestimada. Crearon una fundación conjunta y tuvieron dos hijas más, dando una imagen de un matrimonio absolutamente rehabilitado.

Lo siguiente (paralelamente) fue recuperar su imagen pública luego de que dos sponsors top, como Nutella y McDonald’s, lo hubiesen dejado. Así fue que Kobe potenció su lado carismático. Se mostró cada día más amable dentro y fuera de la cancha. Sin resignar su voracidad como jugador, exhibió su lado más empático, paciente y solidario. Por caso, fue impactante cómo, durante el Preolímpico 2007 –decidió jugarlo, dicen, por consejo de sus representantes para mostrarse más cercano a la gente-, dio decenas de notas a los medios argentinos, hablando en castellano y siempre con una sonrisa. Lo mismo sucedió en su interacción con la gente y los hinchas, ya sea en los estadios o en la calle. Así, de a poco, mientras el tiempo pasó, las heridas fueron cerrando. Varios estadios, que al principio lo hostigaban y le recordaban el caso, empezaron a ceder en su presión. Salvo en Denver, el equipo del estado donde sucedió el hecho, que lo mantuvo como su principal enemigo cada vez que lo visitó su cancha. Justamente hasta el anuncio de su muerte, cuando el Pepsi Center se puso de pie y empezó a gritar “Kobe, Kobe…”, en un clima de absoluta tristeza y estupor…

Bryant logró, en una década, pasar de ser una personalidad cuestionada a recuperar el trono popular de jugador amado. Tanto que, en su vigésima y última temporada (2015/2016), en cada cancha fue tratado como un rey. Le rindieron tributo a su carrera y prácticamente nadie recordó lo sucedido en 2003. Claro, habían pasado 13 años y las heridas parecían cauterizadas. Para muchos al menos, salvo para las asociaciones feministas que volvieron a criticarlo luego de recibir el Oscar al mejor corto publicitario en 2018.

En la cancha, pese a su tremendo talento y personalidad, también le costó. Primero por la partida de Shaquille, quien –cansado de las peleas con Kobe- se fue a Miami, buscando nuevos aires, luego del fracaso que tuviera el Big 4 que se había formado con Bryant y dos históricas figuras como Karl Malone y Gary Payton. Deportivamente no fue fácil y menos desde lo mental. Por eso, para emprender un nuevo comienzo, tomó una decisión simbólica: cambiar el N° 8 de su camiseta por el N° 24. Para algunos, pareció una búsqueda de estar -una vez más- un paso delante de su ídolo, Michael Jordan (usaba la N° 23), pero en realidad lució más como un borrón y cuenta nueva. Fundar un nuevo equipo, volver a ser dominante, un ganador sin discusiones ni polémicas… Y Kobe, como cada cosa que se propuso en su carrera, lo logró.

Bryant focalizó sus energías en la cancha. Noche a noche, día tras día, se preparó para recuperar su lugar. En el deporte. Y, por ende, en la sociedad. Trabajó con Phil Jackson, pese a que el entrenador había sido públicamente duro con él, en su libro The Last Season, en el que lo describía como alguien imposible de entrenar, debido a su enorme ego y autoconfianza desmedida. No le resultó sencillo el camino y, por momentos, mostró su frustración. Como cuando, en 28 de enero del 2007, golpeó con el codo a Manu y lo sacó, sangrando de la cancha. Dos incidentes muy similares se sucedieron dos meses después, primero con Marko Jaric y luego con Kyle Korver. Y, ante cada hecho, el fantasma volvió a revolotear sobre él. A medida que se tranquilizó y el equipo se armó mejor, el juego fluyó. Lo mismo que los triunfos y los premios, como el de MVP en la fase regular de la 2007/2008. La derrota en la final ante los Celtics fue dura, por ser su archirrival, pero le dio un aprendizaje más y lo preparó para su revancha, un año después…

En junio del 2009, cuatro años después del fin de la pesadilla, Bryant volvió a tocar el cielo con las manos, cuando venció por 4-1 a Orlando Magic en la definición, siendo el Más Valioso, convirtiéndose en el primer jugador desde Jerry West en promedia al menos 32 puntos (32.6) y 7 asistencias (7.4). En la temporada siguiente, ya sin la mochila sobre sus espaldas de haber ganado solo junto al gran Shaq, se desató, logró seis canastas ganadoras en distintos juegos y conquistó el bicampeonato, en una épica definición ante los Celtics que terminó 4-3 a favor de los Lakers. Otra vez el MVP, otra vez el reconocimiento masivo y su lado oscuro quedó más lejos.

Así, con el correr de los años, hasta quedar públicamente en la nada. Algunos, creen que por el machismo y los privilegios de los que gozan las superestrellas mundiales. Como la actriz Evan Rachel Wood, quien aseguró en redes sociales que Bryant fue “un héroe deportivo, pero también un violador. Son dos verdades que pueden existir simultáneamente”. Otros, consideran, que se dio por una carrera brillante, por una personalidad carismática y una familia que permaneció unida, junto a él y pese a todo… Lo cierto que aquello sucedió, él lo admitió con bastante claridad, aunque pudo recuperarse. Una historia que merecía ser contada completa.

(*) Nota publicada en Infobae.

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