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Ser ama de casa enferma

Un estudio de la UCA y la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires mostró que las mujeres que solo se dedican a las tareas del hogar tienen mayor propensión a la infelicidad, a experimentar síntomas de depresión y ansiedad y a tener un déficit de proyectos personales.

Limpiar la casa, planchar, cocinar y cuidar a los hijes no solo es un trabajo no pago, invisible y no reconocido. También tiene consecuencias en la salud psíquica. Y produce desdicha. Un estudio del Observatorio de la Deuda Social de la UCA y la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires encontró que las mujeres del conurbano que lo realizan en forma exclusiva, es decir sin trabajar fuera del hogar, tienen mayor propensión a la infelicidad, a experimentar síntomas de depresión y ansiedad y a tener un déficit de proyectos personales; no pueden pensarse más allá del día a día.“Es un problema muy fuerte desde el punto de vista sanitario. No les tendrían que estar recomendando ansiolíticos; les tendrían que dar trabajo (pago)”, sintetizó Agustín Salvia, coordinador del informe y director de investigación del Programa Observatorio de la Deuda Social Argentina, al presentar los principales hallazgos del estudio “Empleo y trabajo no remunerado: Una mirada en profundidad sobe la distribución del trabajo no remunerado del Conurbano Bonaerense 2017-2018”, que entre otros ejes, refleja la “múltiples desigualdades” que enfrentan en particular las mujeres de los sectores más vulnerables: ellas tienen tasas de actividad y empleo menores que los varones, tasas más altas de desocupación, y mayor carga de trabajo doméstico y de cuidados (ver aparte). Pero si se suma el trabajo remunerado y el no remunerado, destacó Salvia, “las mujeres trabajan más que los varones. Y en el conurbano es mayor ese porcentaje que la media nacional”.Son “mujeres atrapadas en el espacio doméstico”, subraya Salvia.

El informe se basa en los resultados de una encuesta sobre una muestra de 1332 casos cada año. Como enfoque novedoso,revela la incidencia en el bienestar subjetivo de la población femenina, de la distribución desigual de las tareas del hogar. “Es un tipo de trabajo que no se ve y no se valora por el producto sino solo cuando está en ausencia, por lo tanto hace que esa trabajadora sienta que con ese trabajo no genera ningún tipo de valor ni de reconocimiento. La falta de valorización y de reconocimiento social y propio genera mucha infelicidad”, sintetizó Débora Tajer, doctora en Psicología, sanitarista, a cargo de la Cátedra de “Introducción a los Estudios de Género” de la Facultad de Psicología, consultada por Página 12.

El peso de la limpieza

El estudio revela que las mujeres del conurbano de 18 años y más tienen mayor carga de tareas domésticas intensivas y de cuidado que el conjunto de mujeres a nivel del total del país. Ellas hacen tres veces más trabajo no remunerado que sus pares varones. Y en ese grupo, las que más carga tienen son las de 35 a 59 años. Pero en la franja que más se amplía la brecha de género es entre las que tienen más de 60 años: en este grupo ellas participan 3,5 veces más que ellos en las tareas domésticas y de cuidado. Todas aquellas que trabajan en el mercado laboral, también lo hacen en el hogar: tienen doble jornada. En cambio, menos del doble de los varones ocupados, realiza tareas de limpieza en la casa y se dedica a cuidar a los chiques.
Otro dato que revela el estudio es que los jóvenes no se están involucrando más en las tareas domésticas y de cuidados: “Los varones más jóvenes realizan menos tareas no remuneradas”, indicó Salvia. “Esperábamos encontrar un cambio generacional. No lo encontramos. Seguramente porque los más jóvenes tiene a sus mamás que se hacen cargo de esas tareas”, arriesgó Salvia.
La investigación encontró que:
* Las mujeres del conurbano bonaerense que se dedican exclusivamente a las tareas domésticas y de cuidado en el hogar expresan indicadores de malestar subjetivo, que llegan a triplicar a los que muestran aquellas que solo se ocupan en el mercado remunerado.
* También tienen casi tres veces más déficit en la capacidad de tener proyectos personales que quienes tiene un empleo.
* Y 4,7 veces más sentimiento de infelicidad que quienes sólo se ocupan en el mercado de trabajo.
Salvia apuntó a la falta de “reconocimiento económico y social” de las tareas domésticas y de cuidados como uno de los factores que probablemente incidan en el malestar subjetivo de las amas de casa. “Pareciera que es un estado psicológico pero en realidad es una condición social y tiene que ver con la distribución desigual de tareas domésticas. Descubrimos el papel curativo que tiene el trabajo remunerado”, señaló Salvia. Y destacó la importancia fundamental que ese trabajo invisible tiene en la reproducción económica y social. Medir su impacto “es un giro en la mirada de las estadísticas”, indicó. “Las tareas domésticas cumplen una función, son trabajo, tienen valor, producen un valor, aunque no se las remunere. Lo hace mayoritariamente las mujeres y eso queda oculto en las estadísticas sociales. Es un subsidio a la reproducción social, cuando las acusan de planeras”, observó. Es lo que vienen señalando hace décadas economistas feministas: con amor o sin amor, es trabajo. “No solo no es remunerado, sino que genera una mayor propensión a la infelicidad, a la depresión, a la ansiedad”, describió. Y agregó un dato más que surge del estudio: “El hecho de que se haga doble jornada no agrava la situación” porque el trabajo fuera del hogar funciona como “una vía de escape”, frente a tener que dedicarse exclusivamente a limpiar, cocinar y encargarse del cuidado de los hijos e hijas, y a veces otras personas de la familia, enfermas o dependientes por alguna discapacidad.
El estudio fue realizado en base a los datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA), fue coordinado por Salvia y sus autoras son las investigadoras María Rosa Cicciari, Cecilia Tinoboras y Camila Weinmann.

Más pobres más vulnerables

Para el coordinador del informe y director de investigación del Programa Observatorio de la Deuda Social Argentina, los indicadores de malestar subjetivo de las amas de casa reflejan un cuadro “muy fuerte desde el punto de vista sanitario. No les tendrían que estar recomendando ansiolíticos sino trabajo (pago)”. La problemática se agudiza entre la población de sectores más vulnerables del conurbano. “Las más pobres enfrentan el problema de que no consiguen trabajo y si consiguen alguno, no tienen opción que quedarse en su casa (para hacer las tareas domésticas y de cuidados porque no pueden pagarle a otra persona, como si sucede en sectores más acomodados). Están explotadas por el mercado y por la necesidad. No tienen servicios públicos (que asuman el trabajo no remunerado que ellas hacen) ni su compañero las comparten”, describió Salvia. Y enfatizó que la situación “se agrava cuando hay crisis como ahora”. “Todo esto es un vacío que se viene acumulando (hace años) junto con el agravamiento de la pobreza (en la actualidad). La gente tiene menos plata para pagar un recurso”. Y en ese sentido, consideró imperioso que se implementen políticas públicas de cuidados, como se viene reclamando desde el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans, con más fuerza desde el Primer Paro Internacional de Mujeres, en 2017: “Podrían capacitarse jóvenes, varones y mujeres, que están desempleados a través de los propios programas de empleo gubernamental, y que se les pague por hacerse cargo de las tareas de cuidados en los barrios más vulnerables”, concluyó.
Página 12 consultó sobre el malestar del ama de casa a Débora Tajer, doctora en Psicología, psicoanalista, sanitaria, y profesora a cargo la cátedra de “Introducción a los Estudios de Género”, de la Facultad de Psicología de la UBA. Tajer recordó que esta línea de investigación se empezó a trabajar entre la década del ’70 y ‘80, en estudios sobre salud mental con perspectiva de género. “Los primeros estudios que se hicieron en salud mental y mujeres, fueron en relación al llamado “nido vacío”. Una psiquiatra norteamericana planteó que las mujeres que tenían como único proyecto en su vida criar hijos, cuando ellos se iban, se deprimían, porque era como jubilarse, no tenía qué hacer. Hasta ese momento se decía que era la depresión por la menopausia, porque coincidía con esa etapa vital de las mujeres. Pero ya se empezó a trabajar el encierro, en el privado sentimentalizado por decirlo de alguna manera, la falta de conexión con otras mujeres, el trabajo repetitivo, que genera ansiedad, depresión y falta de valoración”, señaló Tajer.

–¿Por qué las tareas de cuidado y domésticas cuando se desarrollan en forma exclusiva provocan propensión a experimentar esos cuadros? –le preguntó Página 12.

–La falta de valoración de las propias mujeres tiene que ver con que si bien en nuestra sociedad se incentiva para que las mujeres hagan las tareas domésticas, de cuidados, al mismo tiempo no se las valora: es decir, te incentivan a hacer un trabajo pero nadie te va a valorar por eso. Y además, es un tipo de trabajo que solo se ve cuando no está: si una casa está ordenada, limpia y hay comida, todo el mundo lo toma como que es la naturaleza, como si la comida creciese en la heladera y todo se autolimpiase. Solo se nota que alguien se ocupa de esa tarea cuando no hay comida o la casa está sucia. Entonces es un tipo de trabajo que no se ve y no se valora por el producto sino solo cuando está en ausencia, por lo tanto hace que esa trabajadora sienta que con ese trabajo no genera ningún tipo de valor ni de reconocimiento. La falta de valorización y de reconocimiento social y propio genera mucha infelicidad. Eso se revierte cuando tienen alguna tarea social o trabajo extra doméstico, aunque les paguen poco. Es increíble eso. Les da autonomía. Las hace arreglar. Alguien las mira, les dice algo, arman amistades y ese es un diferencial muy importante de felicidad e infelicidad.

(*) Nota publicada por la periodista Mariana Carbajal en Página 12.

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