El Perdido

«Era una chica muy buena, siempre dispuesta a ayudar»

POR PABLO JAVIER MARCÓ

En 2006, con apenas 19 años, María Liliana Díaz Benítez llegó a El Perdido desde Paraguay con un montón de ilusiones. Enseguida pasó a ser “Lili” o “La Negra”. Al poco tiempo ya se había ganado el afecto de todos los habitantes de esa tranquila población del distrito de Coronel Dorrego.

Y Liliana fue cumpliendo algunos de sus sueños. Encontró el amor, comenzó a jugar al vóley, se hizo bombera voluntaria e inició, en la ciudad cabecera del distrito, la carrera de Educación Física.

El 8 de junio del año de 2016, cuando le quedaban proyectos y desafíos por cumplir, fue asesinada de un disparo. Por el femicidio hay un detenido: Marcelo Camarero. Hoy, a las 12, se conocerá el verdicto de la Justicia.

En El Perdido aún perdura el dolor por la irreparable pérdida.

“Ese día estaba en mi casa, era de noche y estaba acostada. Me llamó Rodrigo (D’Annunzio, novio de `Lili´) y me dijo que la habían matado. Al principio me costó creerlo, pensé que era una pesadilla. Después fui cayendo”, contó Jorgelina Ocampo, amiga de Liliana.

“Ella cuidaba a mi hijo desde que tenía tres meses de vida. Era una chica muy buena, siempre dispuesta a ayudar. Colaboraba como moza en las fiestas de las instituciones de la localidad. Para mí fue la hermana que no tuve”, agregó.

El mismo año en que fue asesinada, Díaz Benítez decidió empezar a cursar Educación Física en la sede del Instituto Superior Docente de Coronel Dorrego. Para ello, viajaba todos los días desde El Perdido junto a otras alumnas.

“Quería tener un título para conseguir un buen trabajo y ser alguien, como ella mismo decía”, destacó Jorgelina.

Para explicar el terrible impacto que generó el caso basta un ejemplo: muchas de sus compañeras de estudio decidieron abandonar la carrera.

“‘Lili’ se convirtió en una guisasolense más. Cuidaba personas de todas las edades, cortaba y repartía leña, se hizo bombera. En lo personal, me marcó mucho y la extraño todos los días”, admitió.

También reconoció que las primeras marchas para pedir justicia por su muerte fueron numerosas, pero después la concurrencia fue decreciendo.

“Es como que la gente no quiere comprometerse o quizás piense que nunca más va a pasar algo así hasta que, lamentablemente, ocurren estos hechos”, reflexionó.

Tristeza

“Fue muy triste todo lo que pasó. Lo único que podemos pedir es que se haga justicia”, dijo Anahí Dumrauf, delegada municipal en El Perdido.

“Cuando me enteré lo ocurrido me sorprendí, porque en el razonamiento de cualquier persona normal no está cometer ningún tipo de violencia, y menos creerse con el derecho de matar a otra persona”, reflexionó.

Consultada sobre el estado de ánimo de la comunidad durante las horas posteriores al crimen, sostuvo que la gente “estaba triste, asombrada y un poco alarmada, porque, si bien habían sucedido casos similares en Dorrego, el golpe fue muy grande, independientemente del mayor o menor conocimiento que podíamos tener de Liliana”.

Hugo Albizu, jefe del destacamento de bomberos, también la recuerda y lamenta lo sucedido.

“Se sumó en 2013. Era la única mujer y trabajaba a la par nuestra. También fue muy compinche. Fuimos a (combatir incendios a) Sierra de la Ventana y a Valle Hermoso. Trabajaba muy bien”, recordó.

“Ponía empeño y ganas en todo, era muy servicial”, siguió diciendo.

Describió que “estuvo tres años trabajando con nosotros. Había pedido licencia para visitar familiares en Paraguay y cuando volvió se le dio de baja, porque no podía continuar por razones personales”, comentó.

Prosiguió diciendo que “estamos cansados en el país de estos casos. Los responsables de femicidios y violaciones tienen que cumplir duras condenas”.

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