Los decepcionados de la democracia: quiénes son, cómo piensan y a quién votaron los que hoy no están yendo a votar
El ausentismo electoral se perfila como el dato distintivo de 2025. Todos los equipos de campaña lo estudian. Los opositores necesitan revertirlo pero por ahora no lo logran.

NOTA DE NOELIA BARRAL GRIGERA EN CENITAL
Todo indica que el protagonista electoral de 2025 será el sujeto desmovilizado. Con ocho elecciones en su haber, lo que va de este año mostró niveles de participación electoral que, comparados con los registros históricos, están hasta más de veinte puntos por debajo de los números habituales para la democracia argentina. El dato, que fue asomando en cascada, elección tras elección, fue encendiendo distintas luces de alarma entre los equipos de campaña y, a esta altura, es la principal fuente de inquietud para todos los estrategas: ¿quiénes son los que no están yendo a votar? ¿Por qué? ¿A quién benefician con su ausencia y a quién perjudican?
Al menos cuatro analistas y encuestadores consultados para esta nota –con estudios cuali y cuantitativos, en zonas y períodos diferentes– tienen una mirada común: quienes no están yendo a votar son los decepcionados de la democracia, porque sienten que su voto no modificará una realidad que perciben en deterioro desde hace mucho tiempo. Y el que se beneficia de esto es el que logre movilizar a un núcleo duro de adherentes que orille al 30% de los que sí votan. Es decir, hasta ahora, el Gobierno nacional.
Los primeros grupos focales para entender el fenómeno los hizo Trespuntozero, de Shila Vilker, apenas terminadas las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires. En esos comicios participó el 53,3% de las personas habilitadas a votar y, si bien el padrón estuvo integrado por extranjeros residentes sin la obligación de votar, una comparación sin ese agregado también muestra un número bajo de participación: 65% para niveles históricos del 76%. Aquellos primeros estudios cualitativos comenzaron a registrar una tendencia que se fue confirmando con el correr de los meses: detrás del ausentismo aparece un profundo sentimiento de desilusión.
Al analizar los resultados recogidos por Vilker, un informe de La Sastrería, de Raúl Timerman y Juan Carlos Malagoli, destaca: “La promesa de la democracia permanece, a juicio de muchos, incumplida desde 1983. La ciudadanía percibe que el sistema democrático no ha logrado dar respuesta a sus demandas más urgentes, de carácter material y cotidiano (…) Así, el voto pierde eficacia como herramienta de control y compromiso político.”
Ejecutivo sí, legislativo no
Pasadas algunas semanas de aquellos primeros estudios focales, aparecieron además algunos otros datos de relevancia. “Hay dos cosas que nos llamaron la atención –explica Shila Vilker–. La primera es que hay gente que no fue a votar y tiene en su haber una experiencia participativa más intensa que la del voto. Es gente que alguna vez firmó un petitorio, o fue a una marcha o es activa en redes. Es decir, una situación en la que hay gente desmovilizada pero que no tiene un ADN de desmovilización, sino al revés. Esa fue la primera sorpresa. Hay bastante de eso, sobre todo en votantes del peronismo y de Patricia Bullrich. Los votantes de Milei tienen un recorrido previo menos participativo”. Para todas esas personas, las principales razones de su ausentismo pasan por la bajísima expectativa de poder cambiar algo votando.
Hay un matiz: esas mismas personas reconocen que si las elecciones fueran ejecutivas en vez de legislativas, sí irían a votar. “Lo que ves ahí es que se mezclan distintas cosas: un sentimiento antipolítica, como clara continuidad del proceso que lleva a Milei al poder. Esto es un nuevo capítulo de ese proceso. En el 2023 eligieron a un outsider. Este año no se quieren movilizar. Hay desengaño, desilusión, poca confianza en el sistema para resolver demandas. Y eso se mezcla con el tipo de elección. No es factible extrapolar este escenario a las elecciones ejecutivas”, señala Vilker.
Los hallazgos en los estudios que hizo Martín Ostolaza, de Innova OP, en las ciudades de Rosario y Santa Fe son coincidentes. Su consultora analizó los sentimientos de los ciudadanos hacia la democracia antes de la elección local: más del 60% respondió que las elecciones no modificarían su día a día. Y así fue como en la provincia hubo un récord histórico de baja participación: votó sólo el 52% del padrón. Y los que menos fueron a votar fueron los jóvenes de entre 20 y 30 años.
“Creemos que en los núcleos blandos, no polarizados, puede haber una punta para poder interpretar el ausentismo –explica Ostolaza–. Por un lado, tiene que ver con que las personas no creen que las elecciones vayan a cambiarles la vida, por eso dejan de participar. Y por el otro, las opciones que se postulan no son representativas de estos núcleos. Así, sólo terminan yendo a votar los que se sienten más involucrados en términos identitarios.”
Dolor político
Juan Germano, de Isonomía, agrega a este panorama una mirada que incorpora a la Argentina a lo que sucede también en otros países. “Este es un fenómeno global. Desde hace años, por ejemplo, en Estados Unidos está creciendo la cantidad de personas que no se informan de ninguna manera. Argentina está en el grupo de países en los que más cayó el consumo de noticias en el mundo. Coincidentemente, en todos esos países hubo elecciones disruptivas. Creo que esto tiene que ver con un cansancio y un dolor con lo que pasa. La respuesta del ciudadano es: me resguardo porque me duele”.
Germano también incluye en su diagnóstico dos cuestiones insoslayables: los efectos de la pospandemia y de la mediatización tecnológica. Sobre este último punto, observa: “La tecnología nos hace funcionar en un entorno de respuesta inmediata y automática, mientras que la política es lenta, es discusión, es rosca, es debate en comisiones, en el recinto, en la reglamentación… todo es largo. Eso alimenta el hartazgo, el enojo.”
El escenario que queda planteado supone beneficios para algunos sectores políticos y desafíos para otros. Como se preguntaba y respondía Marcelo Falak hace algunos días: “¿Qué clase de proyecto de poder se puede construir sobre semejante base? Uno que excite la fragmentación social y electoral, al modo en que Giuliano da Empoli describe en su libro Los ingenieros del caos, lo que hace posible que hoy un sector político prevalezca apenas movilizando a su núcleo duro. En la era de la política de la indiferencia, obtener un 30 y pico por ciento de los votos permite prevalecer”.
Un techo bajo
Exactamente lo que sucedió en las elecciones porteñas, en las que La Libertad Avanza triunfó con el 30% de los votos; en las de las ciudades de Rosario y Santa Fe, adonde los ganadores obtuvieron el 30,6% y el 32,7% de los votos respectivamente; en las de Misiones, donde la participación electoral fue del 55,4% y el ganador Frente Renovador de la Concordia sólo necesitó el 28,6% de los votos; y en las de Jujuy, donde votó el 63% del padrón y el ganador se consagró con apenas el 37% de los apoyos.
Agrega Shila Vilker: “En el análisis cuantitativo de los estudios sobre quienes no fueron a votar, lo que vemos es que el ausentismo afecta a todos, pero un poquito más a la sensibilidad peronista. Son los votantes que están más desanimados. Y hasta ahora la dinámica comunicacional de la campaña del peronismo no logró activar eso. Ahí el peronismo tiene un desafío.”
Estos datos apuntan a matizar algunos pronósticos electorales. Entre ellos, el del JP Morgan, que diseñó en un informe para sus clientes en el que indicó que un mal resultado para el gobierno de Milei sería sacar menos del 30% de los votos, un escenario intermedio sería conseguir entre el 33 y el 39% y un resultado rotundo sería sacar el 45% o más. Si hay baja participación en las elecciones de octubre, tal vez al Gobierno le alcance con conseguir un porcentaje que en otros momentos hubiera sido leído negativamente. (29-07-25).