Sonrisas y atardeceres
Escribe Néstor Machiavelli
Anoche nos divertimos con el unipersonal de Hugo Varela en el Centro Cultural de Monte Hermoso. La risa es un artículo de primera necesidad. Debería incluirse en la canasta familiar pero escasea en el mercado. Especialmente en la televisión, donde el humor centrado en la mujer objeto sexual, gordos, enanos y discapacitados estalló en mil pedazos.
En buena hora que desaparecieron manosantas, rompeportones o babosos al límite de la pedofilia, como aquel padre obsesionado con la amiga de la hija estudiante quinceañera, que, por si algo faltaba, se emitía en el horario central del canal que se ufana de estar siempre juntos y en familia. Será por ese sentimiento de culpa que hoy en canales de aire o cable no hay ciclos de humor.
Cambió el mundo, cambiamos nosotros, que consumíamos esos contenidos, pero la televisión no se animó a cambiar el paradigma del humor. Optaron por cancelarlo. El que quiera reír tiene que recurrir a películas o buscar en You Tube ciclos para todos los gustos, desde los descartables hasta los que, sin golpes bajos, alegraban la vida.
Siempre tengo a mano y comparto con amigos el sabio consejo que, para vivir más y mejor, hay que comer la mitad, masticar el doble, caminar el triple y reírse el cuádruple. Los tres primeros pasos es cuestión de empeño y voluntad de cada uno. Pero reírse cuatro veces más, al día hoy, es una quimera, porque nos hemos olvidado de reírnos. Por eso, anoche, disfrutamos el humor a puro talento de Hugo Varela.
Hay otras maneras de disfrutar la vida sin recurrir a tarjetas de crédito o el QR del celular. Para los que tenemos la dicha de transitar el verano cerca del mar, la naturaleza ofrece el espectáculo diario, imponente y gratuito del atardecer. Está al alcance de los ojos en el escenario celestial del horizonte donde cielo y mar se funden al borde del Atlántico. En esta platea al aire libre, desde la reposera somos espectadores privilegiados de la ancestral despedida del sol, siempre diferente y fascinante.
Momento único que resetea la computadora que todos llevamos adentro. Con la mente despejada de archivos innecesarios que pesan mucho y no sirven para nada, ese tiempo mágico transcurre en estado de gracia.
Quisiéramos detener el reloj, quedarnos para siempre, pero eso -hasta hoy- es imposible.
A esa hora el faro comienza a alumbrar, enciende la noche y nos avisa que la función del día ha terminado. (19-01-25)-
Gracias Nestor por hacernos sentir lo que no se toca, los sentimientos recluidos en el devenir diario, volver a mirar la esperanza en el horizonte, en que un día despertemos y observemos un mundo más justo, más igual, más sano, más feliz.