9 de Noviembre / Día del Maestro/a Rural: Mecha – Escribe Fabián Barda
Hoy es el Día del Maestro Rural se celebra cada 9 de noviembre. Este día se definió así en homenaje a Ángela Peralta Pino. Contaba con la particularidad que brindaba clases desde una escuela rodante por el norte santafesino.
En el distrito de Coronel Dorrego, a poco de su creación, luego que la Escuela de Varones Nº 3 se trasladara, ya como escuela mixta, a la localidad de Gil comienza una larga tradición de docentes rurales.
La figura de Josefina Scironi, en El Perdido, adquiere notoriedad.
Fue Mercedes Paglialunga de Tuma, “Mecha”, quien dejó una huella imborrable en la Escuela del Sauce, la que popularmente se conocía como “la escuela de la soberana”.
“Mecha” se convirtió con el tiempo en una de las mujeres fundamentales de las letras de la región y el país.
Mercedes Plagialunga de Tuma “Mecha” fue una de las docentes que dejó una huella imborrable por su paso por Coronel Dorrego. Indudablemente identificada por su paso por la Escuela de “La Soberana” o, Escuela “Del Sauce”, como solía corregir ella misma.
Antes de llegar a la zona rural de nuestro distrito tuvo un paso por la Escuela N° 19 en la localidad cabecera del distrito, pero mucho antes el perfil definitivo de su vida comenzaba a dibujarse en la infancia.
«A los cinco años robaba libros y me escondía a leer», contaba hacia el final de su vida.
Escribió sus primeros versos en la Escuela Normal, donde sus compañeros ya la reconocían como una poetisa. Siempre lamentaba la destrucción del antiguo edificio de Brown y Villarino, pleno de vitrales y mármoles, todo un símbolo de la ciudad de Bahía Blanca que se empujó al olvido.
Esa “saudade” sobre su pago natal se expresaba por el entubado del arroyo Napostá («porque los sauces ya no tienen dónde contemplarse»).
Esa nostalgia se prolongaba por el cierre de la escuela rural del paraje “El Sauce de la Soberana”, que dirigió durante mucho tiempo.
«Pocos años después de casarnos y con mis tres hijos muy chiquitos, nos fuimos a vivir al campo. Me nombraron directora del establecimiento y ese es mi alto honor, porque allí aprendí de verdad a valorar al hombre», decía.
La maestra rural enviudó muy joven y permaneció sola con sus niños en el campo. Sostenía que la juventud, cuando uno tiene un universo por delante, «provoca que no se le tema a nada».
Aquella experiencia fue volcada en el libro Las voces convocantes, que le valió el reconocimiento del gobierno de la provincia de Buenos Aires por el material histórico y el sentido de la obra.
Mercedes comenzó a estudiar Letras a los 40 años, cuando el mayor de sus hijos ingresaba a la Universidad Nacional del Sur. Se graduó de licenciada en Letras y fue magíster en Literatura Hispánica. Publicó “A Neruda : (entre la magia de Santiago y el hábito de la isla Negra)”, “Antología lunar” ,”El cáliz azul”, “De rotaciones cósmicas, Desde la raíz”, “Desde la raíz”, “El disco suspendido”, “Escudo – linaje – ara : entronque heráldico San Martín – Escalada”, “Problemática temporal en el Quijote, El punto y el nudo : (cantos y cuentos)” ,”Tiempos de Sur y de patria” y “Las voces convocantes : (en torno a la escuela rural nº 15 : Coronel Dorrego : 1945-1955)”.
Amaba a Manuel Belgrano y a la Madre Teresa de Calcuta. Le encantaba la actriz Norma Aleandro y su sueño era visitar Praga.
«Soy un alma. Estoy aquí, y mientras esté tengo la convicción de que haré cosas», decía Mecha, por eso jamás renunció a escribirle a todo lo que se le cruzó, y la conmovió, en su camino por la vida. Por eso, cómo no creer que antes de morir por su mente haya pasado esa frase que la tanto la entusiasmaba: «No más de amar, la vida la voy gastando, persigo un alto premio, morir amando».
Nunca se olvidó de Dorrego, nunca se desvinculó de la gente de “La Soberana”, el tiempo trajo un lazo de amistad paisana con la Peña Nativista y ella prestigió los Juegos Florales Sureños con su permanente colaboración:
Quizás en “Radiografía Elemental” haya quedado reflejado para siempre el amor a esta porción de la pampa.
I
Viene desde remotos tiempos húmedos
a la aurora gradual de los recuerdos,
un lunario de trigos lo circundan
en un goce de círculo perfecto.
Con rumor de cencerros los caballos azules
traen frescura a su historia revivida. En la mañana misma
se vuelven golondrinas. Las guitarras festivas desangran
desde sus ojos cíclopes las notas de las zambas
en las cuerdas tendidas hacia el eco torcaz de las vidalas …
Su semen inicial fue la baquía, su fuerza original,
viril encuentro, se desplegó en malambos varoniles,
corrió con su cansancio polvoriento por la bota curtida,
subió los tientos del coraje y se aquietó sentida
en un bendito ante una cruz de ñandubay clavada
en los rincones grises de la ausencia …
De un pájaro nomás copió la forma alada,
reunió sus elementos en el barro propicio
con densos pajonales que guardaban calor de tibio sol
en el invierno y frescura de aguadas en Enero.
Sutil como la casa del hornero, fogón abierto,
corazón con perfume, pozo anclado. Delante de ese hueco
un laberinto de senderos se cruzaban … Rancho,
te estoy nombrando en el espacio verde, sólo, inmerso.
Era bueno llegarse hasta el palenque,
desenvolver los lazos del silencio y contar las Marías
en el tamaño austral del sentimiento.
Era un tiempo mítico, no era el tiempo de lo tuyo y lo mío.
Era tiempo de patria y la patria en el tiempo. Cuando
el oficio de ser hombres eran de Hombres
en los graves y estáticos desiertos desmelenados
por la sed interna. Tiempo de pronombres y protohembras,
con arroyos mañeros que después se llamaron: Las Mostazas,
Quequén , Cristiano Muerto …
Las mujeres tenían que defenderse del brillo de las miradas
o doblegar su sexo ante el dictado fuerte de la sangre,
multiplicar sus venas y sus panes de constantes tangenciales;
los hijos, amasados con barro, apenas despuntaban ya partían,
unos detrás de la muerte, otros detrás de la vida;
el desierto y la lucha, sin más alternativas.
Por ellos escapaban los cachorros baguales
y el llanto reprimido de las madres, añadido
a la angustia de su pan sin pretérito ni presente,
pero augurado en la forma amasada del futuro…
Se amojóno el silencio, en el encierro de la tierra aborigen
murieron bolas y surgieron sueños.
De pronto algún fortín selló en su caja el tiempo nuevo.
Los centauros crearon tu universo.
II
Después con un trote cansado se borraron
con la golilla bajo sus pañuelos los Don Gómez,
Don Giles, Don Moncada, Doña Juana la vieja curandera…
y algunos patronímicos se deshojaron al volverse
don cielo, doña tierra, don nadie…
Se limitó el espacio conquistado, se repartió la tierra,
nacieron las querencias en un marco de nuevas peripecias.
Tal vez rodó la sombra de Chumarra robándoles a los indios
sus preseas, o se distorsionó la yerra abierta y el rodeo
infinito se encerró entre tranqueras que paso a paso
apuntalaban sendas.
Surgió suprasensible la esfumada inicial del campanario
con unánimes y hondas campanadas. Un cura gaucho
clavó el palenque en la portada misma listo para un entierro,
algún bautizo, una boda sencilla con el olor del campo,
con simientes, con granos, con rocios, con adioses
rezados en suspenso …
Se fue cercando lentamente el pueblo, pero el olor llegaba
verde, pleno y desde aquel rincón hueco con cruces
retornaban los rústicos abuelos. Rodeo de sombras desde
el pago eterno. A veces, en las sombras, conversaban:
en esta soledad salen los huesos que la humedad carcome,
y la tristeza del olvido aumenta:
– Se me acuerda, Don Zoilo, del rodeo con hacienda guampuda
hasta los cerros?
– Esa noche charlamos con el agua sobre chapeado caroneando
sueños –
– ! Hay tantos forasteros en el pago ! Quién se acuerda
de las bravas domadas campo abierto ? Los píales parecían
dibujados – El cuchillo amansado en los fogones
y la ternura guitarreando endechas mientras volaban
cardos por las noches en todos los agostos del invierno –
– Eramos nervio y fuego –
III
Pero quedó la esencia de ese fuego. Porque el fuego
se alumbra con medida viviendo eternamente
y en la tensión opuesta de la lira y el arco, las almas
entendiendo su lenguaje, buscaron cuerpos nuevos.
Y la transformación del fuego en aire, en este aire que
consume el fuego; en esta tierra que condensa el agua;
en esta agua con que el pasto crece,
los nuevos revivieron las prestancia,
el orgullo, el honor de los abuelos …
Un cinco de septiembre lo confirma .
Por una contingencia de colores (o de blanco o de colorado),
las fuentes redomonas estallaron.
Entre la relatividad y el absoluto perduró la inminencia
de la sangre difusa por las calles y el dolor enraizando
sus banderas … sosteniendo la llama de la idea … purificando
el alma, en un acto virtuoso y voluntario
que volvió una estrella.
IV
Ahora están aquí: el justo medio de los hechos,
los goces materiales y el recuerdo: los viejos huesos
húmedos bajo el olvido de la cruz común sobre el osario;
los arreos inmensos; las domadas machazas; el perfume
de pájaros y pastos; los trigales mensajes de los campos;
el mártir, las vigilias y los sueños que coros de guitarras
agigantan mientras danzan graciosas muchachas.
09-11-24