La fiesta anticipada
Con Cristina fuera de carrera y Massa liderando el ajuste, el mercado festeja a cuenta y proyecta una definición electoral entre dos tipos de menemismo. El regreso de la épica noventista según Cavallo.
NOTA ESCRITA POR DIEGO GENOUD EN LA POLITICA ONLINE
Entre otros, estaban el magnate inmobiliario Eduardo Elsztain, el banquero Eduardo Escasany y Daniel Novegil, el histórico director ejecutivo de Paolo Rocca que hoy figura en la conducción de Ternium. El anfitrión era Eduardo Eurnekian, que había puesto su mansión de Martinez para que Sergio Massa se sintiera una vez más como dueño de casa. Puente permanente entre el poder económico y los gobiernos de turno, Eurnekian está unido al ministro de Economía de los Fernández por una larga relación y una intensa afinidad de intereses.
Massa se mueve en la casa del dueño de Aeropuertos Argentina 2000 con una familiaridad asombrosa y está acostumbrado a reunirse ahí con empresarios, como lo hizo antes de este encuentro con el llamado Grupo de los 6. El objetivo de Elsztain, Escasany, Novegil y algunos más era escuchar a Massa y saber cuál era su plan hacia adelante. No le preguntaban por su programa económico, esa gran galera de la que, según dice Marina Dal Poggetto, el ministro saca conejos para una platea cautiva que se entrega a la suspensión de la incredulidad. Los dueños y directivos reunidos pretendían que el ministro de Economía que gobierna a nombre de Alberto y Cristina Fernández les dijera qué piensa hacer con su, a esta altura histórico, proyecto presidencial.
Cuando llegó la hora de las definiciones, Massa les respondió con una frase que quedó rebotando en el establishment: «Lo que yo tengo a favor es mi cedula», les dijo el político que, tres décadas después de haber saltado de la Ucedé al peronismo, ahora se considera joven para ir por el premio mayor. Con un lenguaje más propio de sus interlocutores o de sus padres, el creador del Frente Renovador aludió a su «cédula» para referirse a la edad que figura en su DNI. Reiteró que tiene 50 años y que puede esperar cuatro más para ver cómo el próximo gobierno se ocupa de la pesada herencia que le espera: la inflación récord en más de 30 años, una brecha que resiste altiva en el 100%, la histórica restricción externa hoy apenas maquillada, una deuda en pesos que estimula versiones de reperfilamiento y una economía que marcha hacia el estancamiento, producto de la caída acentuada del salario real y la falta de dólares.
En privado, Massa le transmitió a la liga de empresarios lo mismo que afirmó en público en Entre Ríos, el jueves último. Sin embargo, su promesa de declararse prescindente en la carrera presidencial contrasta con las apuestas de todos los dirigentes políticos que lo conocen desde hace años, incluidos varios de sus colaboradores más íntimos. También con algunos signos que se leen con atención en el exterior.
Desde hace tiempo, una agencia de lobby con sede en La Florida que está contratada por gente cercana a Massa difunde en Estados Unidos una versión opuesta a la que él mismo sostiene para consumo interno. De larga militancia en la madre patria, el ministro tiene amigos influyentes que aseguran en Washington que está lanzado a pelear por el premio mayor. Massa puro, a gusto del consumidor. Con información privilegiada o comprando un globo de ensayo, en los círculos de poder demócratas en los que se mueve el consultor cubano-americano «Freddy» Balsera miran a la Argentina y se esperanzan con que la avenida del medio llegue finalmente al poder por la vía de los votos.
Con Cristina Fernández de Kirchner al margen de la disputa presidencial y Mauricio Macri todavía haciendo ademanes de candidato virgen en frustraciones, el peronismo entró sin definiciones en el año electoral en el que se juega su sobrevida en el poder. El juicio político a la Corte le brindó al presidente el reconocimiento de parte de los escuderos de CFK y le permitió respirar más tranquilo en el frente interno, pero su inversión para vestirse de político con futuro le puede costar caro.
Salvo que Axel Kicillof sea forzado a abandonar la provincia de Buenos Aires, Massa asoma como el candidato mejor posicionado para representar al espacio que lidera la vicepresidenta. Si el ministro cumple con lo que dice y se queda en su casa, tiene más chances Daniel Scioli de ser un candidato con consenso que Fernández de tener algún respaldo más allá de los jardines de Olivos.
El problema de Massa son los meses que quedan hasta que llegue el momento de lanzar las candidaturas. Que parte de los mismos empresarios que ahora elogian al ministro se dejen llevar por la lógica del escorpión, piquen a la rana en medio del río y fuercen una devaluación antes de las elecciones. José Luis Manzano, el padrino histórico de Sergio, dice entre sus interlocutores que «los Magnetto y los Rocca de la vida» pueden cometer ese error.
La cuestión más urgente es la inflación interanual de 94,8% y no puede atribuirsele a un ministro que recibió una situación de extrema gravedad y que, según acaba de admitir Martín Guzmán en su reaparición pública, mostró «capacidad política para llevar a cabo» lo que se propone. Tampoco el récord de inflación acumulada que tiene la gestión Fernández desde que asumió: 291% hasta noviembre pasado, según los números del ex ministro macrista Dante Sica. Lo que sí le pueden reclamar a Massa, sobre todo entre los votantes del Frente de Todos y los sectores de menores recursos, es la receta ortodoxa y el proceso de ajuste y licuación de ingresos que lleva adelante sobre jubilaciones, prestaciones sociales y sectores asalariados desde que asumió.
De acuerdo a los datos oficiales, desde mitad de año los sueldos vienen cayendo en forma pronunciada. Entre junio y noviembre, el índice RIPTE de salarios aumentó un 30,4% y la inflación llegó a 36,1%. La renuncia de Guzmán y el fallido interregno de una Silvina Batakis a la que le soltaron la mano los mismos que la designaron influyó en el mes previo a la llegada de Massa, pero desde entonces la línea la marca el creador del Frente Renovador.
Por eso, los pronósticos de economistas de la oposición y también de algunos del gobierno prevén una caída del consumo en el año electoral: del 8,5% de 2022 a 1,7% según Abeced, producto de salarios comprimidos, familias sobreendeudadas, aumentos de tarifas y transportes en alza y precios de la canasta siempre hacia arriba.
Si ese derrumbe del consumo se confirma, el crecimiento del 5,5 con el que cierra 2022 impulsado por la actividad del primer semestre, podría reducirse a 1 punto o menos. ¿Hasta cuándo seguirá Cristina permitiendo que avance este proceso que atenta contra su capital simbólico? ¿Hasta dónde se estira la paciencia social?
El ajuste fiscal con el que avanza Massa gracias al apoyo de la vicepresidenta acelera a tal velocidad que pareciera haber asumido un gobierno de otro signo político. En la entrevista que le hice, Guzman afirmó de hecho que no le sorprendería que se sobrecumplan las metas con el FMI y el déficit sea más bajo del 2,5% del PBI que él había acordado (y el cristinismo consideraba incumplible). Además, sugirió que hay que preguntarle al espacio de la vicepresidenta: «¿Por qué durante tanto tiempo estuvieron atacando la política económica y después en lugar de apoyar una idea distinta lo que hacen es apoyar una idea que vas más allá, a la derecha de lo que nosotros estábamos llevando a cabo?».
Dueña de un caudal de votos sin igual dentro de un peronismo sin líderes de recambio, CFK debe tener la respuesta, aunque quizás no pueda admitir en público el giro pro mercado que decidió cuando se vió cerca del precipicio. El experimento del Frente de Todos ganó estabilidad: en palabras de Guzmán, la probabilidad de que pase algo realmente desestabilizante es baja. Pero lo hizo con un manual que contradice toda su historia y hasta sus postulados del presente. Si la base de apoyo incondicional de la vice lo entiende en un contexto en que la plata no le alcanza, se verá en las elecciones.
El mercado no tiene dudas y apuesta fuerte por un escenario despejado para el shock, sobre las cenizas de un populismo que se ordena detrás del ajuste. 2023 arrancó con un rally de las acciones argentinas en Wall Street y el Merval, una baja del riesgo país y un repunte de los bonos que empieza a zafar del quinto subsuelo al que habían caído. En Wall Street, la YPF de mayoría estatal triplicó su valor en últimos seis meses triplicó su valor y acumula en ese lapso una suba de 235%. Además, las acciones financieras están de fiesta: en las dos primeras semanas de enero, el Banco Supervielle subió un 32,4% en dólares; el Grupo Galicia de Escasany, un 30% y el Banco Macro de la familia Brito, un 26,4%.
Aunque los economistas marcan que existen factores externos como la baja de la inflación y la tasa de interés en Estados Unidos, también hay una renovada apuesta de los reyes de la timba por la Argentina que viene. Un optimismo que recuerda al del triunfo de Macri en 2019, como si la elección ya estuviera liquidada y hacia adelante se eligiera entre dos menemismos con distinto envase.
Nadie mejor para explicar los fundamentos de la euforia que Domingo Cavallo. El superministro escribió en su blog que se está cerrando un «ciclo histórico» y viene un tiempo en el que las reformas neoliberales vuelven a contar con consenso social: por primera vez desde 2002, tienen apoyo de «jóvenes, trabajadores y personas de escasos recursos» que en las últimas décadas apostaron al kirchnerismo. La temporada de más ajuste, reprivatización de empresas y leyes a favor de la inversión que vislumbra el creador de la ficción contable llamada Convertibilidad le debe mucho, según reconoce, al auge de Javier Milei, un Bernardo Neustadt de Tik Tok que llevó a todo el sistema político a rendirse ante su rugido. Al lado de Larreta lo reconocen y dicen con encuestas en la mano que el «gran fenomeno político» del momento es el diputado de Libertad Avanza. El renacido Cavallo prevé una inflación del 100% en 2023 con caída de salario pero sin un ajuste furioso y dos primeros años para que el próximo presidente siente las bases de un nuevo proceso, similar al que se instaló entre 1991 y 1992.
Las ideas del ex ministro encuentran eco en la oposición de Juntos. Antes de fichar a Martin Redrado como su referente económico, Horacio Rodriguez Larreta ya dejaba trascender que escuchaba con atención a Cavallo. El jefe de gobierno porteño convenció al presidente de la Fundación Capital cuando le aseguró que estaba pensando en cómo lograr el consenso para aprobar un paquete de leyes a favor de las demandas del mercado como el que el economista viene promoviendo desde hace varios años. Más le costó lograr que Redrado se integre al gobierno porteño y comience a ir a la sede de Uspallata todos los días. Sin embargo, una palabra clave lo convenció: «necesito cotidianeidad», le dijo.
Desde febrero, el ex titular del Banco Central al que Alberto Fernández prometía otorgar «un rol importante» y Massa tuvo entre sus asesores atenderá en la sede de Parque Patricios. No alcanzó la sintonía que el actual presidente tenía con él por haber compartido el equipo de Cavallo y las reuniones multitudinarias que organizaba el superministro en el Salón Padilla. Tampoco, la amistad con un Massa que quería ser jefe del Palacio de Hacienda. Se puede pensar que no fueron cortocircuitos personales, sino producto de una época que aún no convalidaba las recetas de la ortodoxia. Tres años más tarde, con la deriva accidentada del Frente de Todos y Massa en Economía, los agitadores del mercado festejan a cuenta: las condiciones, piensan, ahora están más que dadas. (La Política Online). (18-01-23).