Otra vez el virus: «La nueva normalidad es no saber qué es lo normal»

Escrito por Néstor Machiavelli en Facebook

Transitamos Navidad camino al año nuevo con la creciente preocupación del avance de una nueva y generalizada ola de Covid. Los datos son elocuentes, el crecimiento de los contagios es exponencial y eso que nosotros en el hemisferio sur tenemos a favor el verano, que los festejos y reuniones las podemos realizar al aire libre. No obstante los datos de progresión diaria de contagios son cada día muy preocupantes. Según los especialistas todo ocurre en clave de variante Delta, porque la supercontagiosa Ömicrón aun no ha hecho pie firme en nuestro país.
Hoy temprano leí una nota del periodista Javier Salas del diario EL PAIS de España, y salvando distancias y las estaciones diferentes que transitamos, percibí que sus reflexiones y preocupaciones calzan al pie de la letra con las nuestras. Con una diferencia a nuestro favor: previene, porque describe con meses de anticipación lo que nos espera al final del verano y eso vale oro si lo sabemos transformar en medidas para aminorar el impacto de lo que vendrá.
La nota se titula “El fatalismo de ómicron: la ola que golpea cuando ya veíamos el final”. Transcribo los que a mi criterio son los puntos principales de la crónica del colega Javier Salas.
-En las anteriores oleadas, había objetivos claros: doblegar la curva, conseguir las vacunas, alcanzar la inmunidad de rebaño. Ahora, la frustración llega con restricciones provocadas por la nueva variante y la duda de si la pandemia terminará algún día.
-Se había conseguido. Ya sonaban de fondo los villancicos y, de pronto, la música se detiene con un frenazo estridente: llega ómicron, una variante más infecciosa, galopando a lomos de la sexta ola.
-La sociedad está acostumbrada a estos palos, pero en este caso es distinto; la frustración es mayor. Una vez inmunizados, los ciudadanos aspiraban a tener unas fiestas casi normales. Y en anteriores picos de contagios, había una meta clara que animaba a luchar contra el temporal: tumbar la curva, ganar tiempo hasta desarrollar las vacunas, lograr la inmunidad de rebaño.
-Tras el verano (el verano europeo, donde ahora es invierno), creímos llegar a buen puerto; ahora ya no sabemos si ese puerto existe. Contagios masivos billetes de vuelta a casa que se cancelan. Peregrinaje infructuoso de farmacia en farmacia en busca de test. Vuelta de las mascarillas en exteriores.
-Muchos especialistas critican que en la gestión de esta crisis sanitaria no se ha insistido lo suficiente en que la pandemia no acabará con un vistoso punto y final. Probablemente, la Covid se haga endémica, en valores más o menos manejables. Y eso, en este momento, provoca frustración.
-Uno cree que ha matado al monstruo final del videojuego y de pronto se da cuenta de que la partida sigue; no está en la primera pantalla y tiene mejores armas —vacunas, tratamientos—, pero le siguen disparando enemigos desconocidos.
-Con las vacunas se había acabado todo. Ahora de golpe han crecido todas las preocupaciones derivadas de los contagios, como la de infectar a un familiar o que se sature el sistema sanitario.
-Los especialistas en psicología social han insistido desde el principio de la crisis en que la coherencia de las medidas es fundamental para conseguir su cumplimiento. Y que las medidas deben estar enfocadas a la protección, no a la restricción; deben ser percibidas como escudos, no como castigos. Si las normas no son claras y cambian de un día para otro sin motivo es probable que la gente deje de confiar en ellas y en quien las impone”.
-Pasó el tiempo de tomar medidas de política de guerra y metáforas bélicas y es hora de asumir la fase endémica, en la que toca convivir con el virus en un horizonte temporal mucho más amplio, con medidas sencillas y universales, reforzando la responsabilidad colectiva de protegerse.
-Puede que ómicron sea el último bache, pero nos ha despertado del sueño de la victoria. La nueva normalidad es no saber qué es lo normal. (26-12-21).

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