LA DORREGO

Chano, la prédica antiderechos y la nostalgia autoritaria

El caso del músico Chano Charpentier, baleado por un policía de la Provincia de Buenos Aires, reactualiza según lo expresa el psicólogo Jorge Garaventa en esta nota, la prédica antiderechos que pone nuevamente en debate el uso de las pistolas Tasser junto a una suerte de nostalgia autoritaria de funcionarios públicos, medios de comunicación y sectores de la sociedad. Recrudece el ataque a la Ley de Salud Mental que prevé específicamente en su articulado, la capacitación de las fuerzas de seguridad en la intervención de algunos casos de descompensación psíquica.

Por Jorge Garaventa*

(para La Tecl@ Eñe)

 

“Otra vez esa sandía echándole la culpa al empedrado”.

Indio Solari

La poesía del Indio Solari retrata tristemente la actitud de un sector de la Sociedad, fogoneado por los medios hegemónicos al servicio de intereses sectoriales, para reinstalar temas que vuelvan a poner sobre el tapete debates que, intencionalmente, no se saldan nunca.

“El medio pelo argentino”, no como denominación despectiva sino como sector social perfectamente capturado por Arturo Jauretche, pretende erigirse a sí mismo como árbitro que establezca quiénes son merecedores de derechos y quiénes no.

En este sentido, han sido las personas con consumo

problemático de sustancias los más favorecidos por la segregación, quienes además son livianamente equiparables con las que están  en situación de delincuencia.

Gracias a una nota publicada en “Cosecha Roja” por  Natalia Arenas, nos enteramos que en los últimos quince días, en distintos lugares del país, tres personas que sufrieron una supuesta descompensación psicótica, fueron repelidas por la policía. Dos de ellas murieron. El tercero es Chano, internado con lesiones gravísimas luego de ser baleado por un policía.

En Salta muere, luego de la intervención policial, un peluquero que en la madrugada helada deambulaba desnudo por la plaza pidiendo ayuda. Un cuerpo con moretones y unos borceguíes tatuados en el cuerpo, hacen las veces de evidencia.

En Entre Ríos, una mujer trans muere esposada en medio de una descompensación emocional luego de que seis policías se subieran en su espalda para reducirla cuando concurren tras el pedido de ayuda de su pareja.

El caso de Chano, en Provincia de Bs As, no se queda atrás. Una patrulla de diez integrantes de las fuerzas de seguridad se muestran impotentes ante una persona que blande un cuchillo de cocina y la cuestión es resuelta con un disparo a quemarropa por un policía.

Como dijo el jactancioso Berni, el Chano se salvó raspando, y mostrando con desparpajo el desinterés que le producen sus semejantes, aprovechó el pretexto para reivindicar, una vez más, el uso de las pistolas Tasser, esas picanas eléctricas legales que han sido desaconsejadas a nivel internacional, entre otras cosas, por el alto grado de letalidad que provocan. “Armas que permiten preservar la vida de policías y delincuentes”, agregó el ex carapintada, haciendo una extraña equiparación ya que se trataba de una persona descompensada psíquicamente. No es raro. El Jefe de seguridad bonaerense no hace más que encarnar una concepción preocupante que equipara delincuencia con consumo problemático de sustancias. Que el cirujano devenido justiciero haya avalado la impropia actitud de la policía, no desentona con su defensa de Chocobar, el agente que asesinó a un delincuente por la espalda cuando ya desarmado e indefenso, emprendía la fuga.

Hasta aquí los hechos que describen situaciones preocupantes, aunque tal vez no tanto como los sesgos ideológicos que quedaron a la vista. Los medios hegemónicos están lejos de ser representantes de la verdad. Son fieles testaferros, o propietarios ellos mismos de intereses al servicio de los cuales se moldea la opinión pública con campañas que, lejos de ser burdas, son finos diseños destinados a plantar semillas donde germinen los peores prejuicios y temores. El descontrol de la locura, la inseguridad y las drogas son producciones que fantasmagorizadas, pueden llevar a algunos sectores sociales a militar en contra de sus propios derechos y hasta de las garantías de dignidad que de ellos devenga.

El primer aglutinante, el más atractivo y efectivo, es la “pureza” de la sociedad. La simulada arenga dirá que todo es armónico si no fuera por los locos, los delincuentes y los adictos que vienen a perturbar la homeostasis.  Estamos ante la aparición de los monstruos de los que hablaba Michel Foucault. Reducirlos, aislarlos, desaparecerlos, son la garantía de la recuperación del equilibrio. Las campañas contra el monstruo son siempre a muerte. A las pruebas me remito.

Chano no es el problema. Chano no es Chano. Pobre de él o de quien se crea protagonista y suponga que está bailando una danza propia.

La vida o la muerte del cantante de Tan Biónica importó nada a todos  quienes hoy salieron disparados a contar cuál hubiera sido la mejor forma de salvarlo. Hipocresía que esconde que él es la pieza de pago. Puesto en su lugar, en el que le depara la Sociedad, retoma su integridad y ya no debe hacerse cargo de que locos, delincuentes y drogadictos son productos sociales. El enemigo hoy son los derechos humanos, la dignidad de las personas que padecen afecciones mentales, y aquellos que delinquen porque se les ha cortado el sustento mínimo o se les castró la esperanza.

Chano quedó en el centro del escenario porque aceptó jugar a la ruleta rusa con una pistola que tenía todas las balas. Una fue a parar precisamente a su abdomen.

“Ahí tienen los resultados”, braman algunos muchos que se oponen a la despenalización del consumo de sustancias, horrorizados por un narcotráfico en alza. ¿Cómo explicarles que les han hecho creer las cosas exactamente al revés? El narcotráfico crece de la mano de la penalización del consumo, de la misma forma que la delincuencia engorda de la mano del punitivismo. Si la venta y consumo es libre, se acaba el negocio, o al menos la parte más sucia, escabrosa y criminal de ella.  Si las cárceles son dignas y se producen políticas educativas para la inserción y el Estado se ocupa del destino de quienes salen en libertad, la cosa toma otro color. Se ponen en jaque grandes negociados como el tráfico de armas, y tradiciones subterráneas tan arraigadas como el robo para las jinetas.

La pelea contra la Ley Nacional de Salud Mental reapareció descarnadamente en estos días en relación a la suerte de Chano, pero es el clásico constante que se asoma ante cada escena pública de una supuesta locura sin control.

Quienes fogonean su derogación parten de la seguridad de que sus augurios, conscientemente mentirosos, apuntan a fortalecer el miedo y la segregación y que por ende, a nadie, o a muy pocos, se les ocurriría acercarse directamente a la lectura de la norma.

Por eso tienen los altavoces habilitados  para llenar el mundo de mentiras sabiendo que el coro de repetidores hará lo propio.

Se  fomentan debates tan falsos como inconducentes. La cuestión no es la 9 mm o la Tasser. El tema es porqué la policía y los encargados de conducirla, desechan un protocolo que nace de la letra misma de la Ley de Salud Mental, y que hace una década que duerme en los cajones de los escritorios cuando en realidad es el instrumento de capacitación para evitar que las fuerzas vayan a intervenir  en algunos casos de descompensación psíquica como si fueran a un combate, cuando se deberían constituir como personal de colaboración con los organismos de Salud Mental, responsables de la intervención.

Se ha mentido descaradamente sobre las trabas que la ley pone a la internación involuntaria cuando esta se muestra inevitable.

Lo que la ley hace a través de quince artículos es facilitar la internación cuando es el último recurso, pero en clave de garantía de derechos. Redundando: Se ocupa de la internación y se ocupa de los derechos del usuario a internar.

Sembrado el pensamiento autoritario, todo lo que signifique garantizar los derechos de los otros es un obstáculo para los purificadores  de la sociedad.

En el medio de todo esto se arma una montaña de barro que oculta la gran verdad acerca del punitivismo, la manicomialización y sus funciones invisibilizantes.

La Salud Mental es un gran negocio que los laboratorios y las grandes clínicas de internación necesitan que siga funcionando. Los laboratorios generan ganancias tan exorbitantes que sus números no entran en nuestras cabezas. Las grandes clínicas de internación son espacios de aplicación y expansión.

No se trata de psicólogos contra psiquiatras. Ya nos comimos esa. No se trata de internación sí o no.

Se trata de que hay sectores poderosos que necesitan que el loco y el adicto sigan siendo monstruos existentes, sujetos de erradicación desde la segregación sembrada. Porque si se llega a descubrir que de cerca nadie es normal, la mercantilización de la locura corre serios riesgos. Eso es lo que viene a denunciar y a erradicar la Ley Nacional de Salud Mental. Por eso nadie la lee. Por eso se insiste en calumniarla esquivando el debate a la letra. Siempre va a haber un Chano que sume a la confusión.

Se recomienda la nota publicada anteriormente en La Tecl@ Eñe, donde el autor se refiere específicamente de la ley 26657.https://lateclaenerevista.com/la-salud-mental-como-politica-de-estado-por-jorge-garaventa/

04-08-21

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