«Olvidé dónde estaba»: científicos alertan sobre las largas secuelas de la COVID-19
Un nuevo estudio ilumina la compleja gama de problemas neurológicos que experimentan algunas personas, meses después de contagiarse de coronavirus.
Pero, semanas después, dijo que comenzó a “experimentar una extraña constelación de síntomas”.
También desarrolló una “niebla mental realmente intensa”, dijo. Al tratar de concentrarse en una llamada de su trabajo en servicios financieros, Khan sintió como si acabara de salir de la anestesia. Y durante un debate sobre política que tuvo con su esposo, Zayd Hayani dijo que “no recordaba lo que quería decir o cuál era mi opinión”.
Para finales de año, Khan había sido remitida a una clínica especial para síntomas neurológicos relacionados con la COVID-19 en el Northwestern Memorial Hospital en Chicago, el cual ha estado evaluando y asesorando a cientos de personas de todo Estados Unidos con problemas similares.
El estudio de 100 pacientes de 21 estados, publicado el 23 de marzo en The Annals of Clinical and Translational Neurology, encontró que el 85 por ciento de ellos experimentaron cuatro o más problemas neurológicos como confusión mental, dolores de cabeza, hormigueo, dolor muscular y mareos.
“Estamos viendo que a personas muy funcionales, acostumbradas a realizar múltiples tareas al mismo tiempo y que están en la plenitud de sus capacidades, de repente todo les cuesta y es una lucha muy dura para ellos”, señaló Igor J. Koralnik, jefe de enfermedades neuroinfecciosas y neurología global de Northwestern Medicine, quien supervisa la clínica y es el autor principal del estudio.
El informe, en el cual la edad promedio de los pacientes fue de 43 años, subraya la comprensión emergente de que, para muchas personas, la COVID-19 prolongada puede ser peor que sus episodios iniciales con la infección, por su compleja y persistente serie de síntomas.
Este mes, un estudio que analizó registros médicos electrónicos en California descubrió que casi un tercio de las personas que sufren de síntomas prolongados de COVID-19 —como dificultad para respirar, tos y dolor abdominal— no tuvieron ningún indicio de la enfermedad en los primeros 10 días tras haber dado positivo por el coronavirus. Encuestas creadas por grupos de pacientes también han encontrado que muchos sobrevivientes de COVID-19 con síntomas a largo plazo nunca fueron hospitalizados por la enfermedad.
En el estudio de Northwestern, muchos experimentaron síntomas que fluctuaron o persistieron durante meses. La mayoría mejoró con el tiempo, pero hubo una amplia variación. “Algunas personas, tras dos meses, están recuperadas un 95 por ciento; mientras que otras, tras nueve meses, solo tienen un 10 por ciento de recuperación”, dijo Koralnik. Los pacientes estimaron que cinco meses después de contraer el virus, se sentían recuperados en solo un 64 por ciento.
Por todo el país, los médicos que tratan a personas con síntomas neurológicos posteriores a la COVID-19 afirman que las conclusiones del estudio reflejan lo que han estado viendo.
“Debemos tomarnos esto en serio”, indicó Kathleen Bell, presidenta del departamento de Medicina Física y Rehabilitación del Centro Médico de la Universidad de Texas Southwestern, quien no estuvo involucrada en la nueva investigación. “Podemos dejar que las personas empeoren y la situación se complique más o podemos realmente darnos cuenta de que tenemos una crisis”.
Bell y Koralnik dijeron que muchos de los síntomas se parecían a los de personas que habían tenido conmociones o lesiones cerebrales traumáticas o de pacientes que habían experimentado “nubosidad mental” tras recibir quimioterapia.
En el caso del COVID-19, dijo Bell, los expertos creen que los síntomas son causados por “una reacción inflamatoria al virus” que puede afectar tanto al cerebro como al resto del cuerpo. Y, según Bell, tiene sentido que algunas personas experimenten múltiples síntomas neurológicos al mismo tiempo o en cúmulos, porque “hay espacio limitado en el cerebro y hay mucho solapamiento” en las regiones encargadas de diferentes funciones cerebrales.
“Si tienes alteraciones inflamatorias, bien podrías tener efectos cognitivos y cosas como efectos emocionales. Es muy difícil tener solo un problema neurológico sin tener varios”, dijo.
Allison P. Navis, quien no participó en el estudio y es médica especializada en enfermedades neuroinfecciosas del Sistema de Salud Mount Sinai de Nueva York, dijo que alrededor del 75 por ciento de sus 200 pacientes poscovid estaban experimentando problemas como “depresión, ansiedad, irritabilidad o algunos síntomas del estado de ánimo”.
Los participantes en el estudio eran abrumadoramente blancos y el 70 por ciento eran mujeres. Navis y otros dijeron que la falta de diversidad probablemente reflejaba la demografía de las personas que tuvieron acceso a los tratamientos en una fase relativamente temprana de la pandemia en vez del espectro completo de personas afectadas por los síntomas neurológicos posteriores al coronavirus.
“Sobre todo en la ciudad de Nueva York, la mayoría de los pacientes que se enfermaron de COVID son personas de color y pacientes de Medicaid, y esos no son los pacientes que uno ve en el centro pos-Covid”, dijo Navis. “La mayoría de los pacientes son blancos, a menudo tienen seguro privado, y creo que tenemos que averiguar un poco más sobre qué está pasando allí con esas disparidades, si solo se trata de una falta de acceso, si los síntomas se descartan en las personas de color o si es otra cosa”.
En el estudio de Northwestern, Koralnik dijo que debido a la dificultad para conseguir pruebas de coronavirus al comienzo de la pandemia, solo la mitad de los participantes había dado positivo por coronavirus, pero todos presentaban los síntomas físicos iniciales de la COVID-19. El estudio halló muy pocas diferencias entre los que dieron positivo y los que no. Koralnik afirmó que los que dieron negativo tendían a contactar a la clínica alrededor de un mes después en el curso de la enfermedad que quienes dieron positivo, posiblemente porque algunos pasaron semanas siendo evaluados o tratando que otros médicos atendieran sus problemas.
Khan estuvo entre los participantes que tuvieron un resultado negativo en la prueba del virus, pero afirma que luego dio positivo en anticuerpos contra el coronavirus, lo que evidencia que había estado infectada.
Eddie Palacios, de 50 años y un corredor de bienes raíces comerciales que vive en Naperville, Illinois, también participó en el estudio y dio positivo por el coronavirus en el otoño pero solo experimentó dolor de cabeza y pérdida del gusto y el olfato. Sin embargo, afirma que “un mes después, las cosas cambiaron”.
“Mis clientes me decían cosas como un código de acceso o una dirección y no podía recordarlo”, dijo sobre su desempeño en el trabajo.
“Hice las pruebas cognitivas y las reprobé todas”, dijo sobre su primera cita en la clínica Northwestern. En otra visita volvió a presentar una serie de exámenes, “y tampoco lo hice tan bien”, comenta.
Palacios fue referido para que realizara un tratamiento de rehabilitación cognitiva en un prestigioso programa en Chicago que les brinda a los pacientes estrategias para manejar y mejorar la memoria, las dificultades organizativas y cognitivas. Pero no fue porque lo olvidó “por completo”. Ahora piensa asistir.
En el estudio de Northwestern, el 43 por ciento de los pacientes había tenido depresión antes de tener COVID-19, el 16 por ciento tuvo enfermedades autoinmunes previas, el mismo porcentaje de pacientes que tenían enfermedades pulmonares previas o habían tenido problemas de insomnio.
Los expertos advirtieron que debido a que el estudio era relativamente pequeño, estas condiciones preexistentes podrían no ser representativas de todos los pacientes a largo plazo. “Todos estamos viendo partes muy pequeñas de ese elefante que es el grupo de COVID prolongado”, dijo Bell. “Algunos estamos viendo la cola y otros están observando el tronco”.
Junto con los síntomas neurológicos, el 85 por ciento de los pacientes presentaban fatiga y casi la mitad tenía dificultad para respirar. Algunos también sentían dolor en el pecho, síntomas gastrointestinales, frecuencia cardíaca variable o presión arterial. Casi la mitad de los participantes sufrió depresión o ansiedad.
Khan dijo que experimentó “palpitaciones del corazón si me levantaba para abrir las cortinas”. Su cardiólogo dijo que era la quinta persona joven, previamente sana, que acudía a su consulta esa semana. Al principio, su fatiga era tan severa que caminar dos o tres vueltas alrededor de su apartamento de 55,7 metros cuadrados la agotaba durante el resto del día. Además, dijo que tenía “fluctuaciones de humor realmente intensas que no son propias de mi comportamiento”.
“Al despertar todos los días en este cuerpo, a veces la esperanza se siente como algo un poco peligroso”, dijo Khan, quien pronto comenzará el programa de rehabilitación cognitiva. “Tengo que preguntarme: ¿me voy a recuperar o simplemente aprenderé a vivir con mi nuevo cerebro?”. (30-03-21).
(*) Nota publicada en The New York Times. Pam Belluck es una reportera de ciencia y salud cuyos galardones incluyen un Premio Pulitzer compartido en 2015 y el premio Nellie Bly a la mejor historia de primera plana. Es autora de Island Practice, un libro sobre un doctor peculiar. @PamBelluck