Las escasas lluvias complican a quienes sembraron girasol: «Estamos jugados”, admitió un productor dorreguense
Entusiasmado con las lluvias abundantes de la primavera, José María Aramburu se largó a sembrar girasol en sus campos de Coronel Dorrego, en el sudoeste bonaerense. Los buenos rindes que le dio la cebada cervecera la campaña anterior, lo empujaron a sacarle un doble provecho anual a uno de sus lotes de 120 hectáreas. La apuesta, como a tantos otros productores en la región, le salió mal.
“Ya no vale la pena ni levantar lo que hay, por los costos que implica. Estamos jugados” se resigna, con los flacos registros de milimetrajes que está dejando el verano en la mano. Desde la preparación de los terrenos en noviembre, llovieron 15 en diciembre, 11 en enero y 29 en febrero. Muy poco para una temporada estival en la que suelen caer 120 milímetros. “Se sembró en fecha y bien, pero no llovió más. Lo que se ve crecido, es por la reserva de agua que tenía el suelo desde el invierno” explica parado en el medio del lote, a mil metros de la ruta 72, en el que los brotes del girasol de segunda, desperdigados, no llegan a una docena.
“Esperábamos al menos, un rinde de 1500 kilos” reconoce. Sus pésimos resultados personales se complementan con un campo cerca del pueblo de Guisasola casi sin producción (“salió un maíz petiso que no sabemos aun si estará para comer, al menos”) y un lote preparado para forraje ganadero que parece un potrero (“la semilla quedó adentro, sin crecer”).
“Por toda la zona en general se sembró mucho girasol y soja, que también viene mal. Ahora vendrán los lamentos en el invierno cuando no se puedan cosecharlos y haya que pagar los costos de la semilla que quedó en el suelo, los herbicidas y fertilizantes” anticipa sobre el efecto retardado negativo que tendrá la sequía en la producción regional.
“Las lluvias fueron escasas y desparejas y el calor muy intenso, algo que no es normal. Habitualmente a mediados de febrero, empieza a cambiar y llueve, poco, pero llueve. Ahora parece que hay que esperar a marzo” comenta Aramburu sobre las previsiones poco alentadoras de precipitaciones para la zona. “Si llega el agua, la cosa cambia rápidamente y los campos quedarán bien para el resto del año, para la avena y la siembra directa de trigo. Pero para nosotros, ya será tarde” acota el productor, delegado zonal de la Sociedad Rural en Dorrego.
La misma función cumple Alfredo Simonetti en Saavedra, al noroeste de Bahía Blanca, donde administra dos campos. “Llovió extremadamente poco y la nuestra es una zona de suelos someros, muy afectados por el calor y el efecto soplete del viento que los vuela” explica el productor. Con el partido aún jugándose, anticipa ya un resultado negativo. “Esperamos hasta un 40% menos de rindes de la cosecha fina y la gruesa, también viene complicada, porque en febrero no llovió casi nada”. En uno de sus campos, a 5000 metros de las sierras de Ventana, este mes cayeron apenas 9 milímetros y en otro, cerca de Goyena, al oeste de la ruta 33, nada. “Los ganaderos están golpeados por la falta de forrajes que rindieron muy poco o directamente no nacieron. El panorama es muy complicado en general” completa. (Clarín).