Es ciego, dorreguense, tiene 53 años, vive en Bahía y patina en el club El Nacional
Nota escrita por Anahí González Pau en La Nueva
Si estar sobre ruedas es ya un desafío para personas videntes ni podemos imaginar lo que implica para alguien que no ve movilizarse en patines y recorrer la pista. Ni hablar de hacer figuras y cambiar el peso del cuerpo sosteniendo el equilibrio.
El dorreguense Juan Alberto Rodríguez, quien quedó ciego a los 21 años, lo logró.
Lleva un año tomando clases con la profesora Jezabel en el Club El Nacional y ya logró dejar de usar el arnés y los protectores y patinar completamente solo.
Radicado en Bahía Blanca desde 1989 encontró contención y educación en el Centro Luis Braille donde aprendió a hacer las actividades de la vida diaria como cualquier persona vidente: cocinar, cebar mate, planchar o coser un botón y hasta salir a la calle a pagar impuestos.
Allí también le enseñaron a usar el bastón blanco para personas con ceguera total y a escribir en sistema Braille y lo motivaron a practicar deportes y a participar en distintos talleres de teatro, de la memoria y hasta de tango con Sergio y Adriana.
Además tomó algunas clases de inglés y continúa con un taller de pintura con la profesora María Elena Calvo.
Hoy, junto a su guía y también con Tamara, una alumna interviene en las clases, no solo patina sino que hace figuras y está ensayando giros y cambios de dirección.
«Estoy aprendiendo a doblar a la derecha o a la izquierda. Es complicado, me cuesta bastante pero sé que con el correr del tiempo lo voy a lograr. Es una disciplina espectacular y la recomiendo de todo corazón», dijo.
«Para aprender patín no tenés que ir con miedo. Tenés que ir tranquilo y entregarte para que los profes te lleven porque son los que saben y te van a enseñar», recomendó.
Juan nació con hidrocefalia. Realizó la primaria en la Escuela Nº 1 de Coronel Dorrego y a los 12 años perdió la visión en un ojo. A los 21 quedó ciego.
Optimista, contó cómo es su vida hoy tanto tiempo después de aquella dura circunstancia.
«Estoy dentro de todo bien porque después de eso que me pasó ¡mirá cuántas cosas hermosas pude hacer!», remarcó.
«En el caso de la ceguera uno mismo tiene que buscar hacer actividades para mantener la mente ocupada, involucrarse en querer hacer cosas para no encerrarte en tu problema ni preguntarte ¿por qué quedé así o por qué esto otro?», expresó.
Aseguró que en casos como el suyo el apoyo de la familia es esencial tanto en el momento de pasar la peor situación como de lanzarse a proyectos nuevos. Tiene dos hermanas (un hermano falleció), sus cuñados y tres sobrinos de 16, 19 y 24 años.
«La gente siempre me dio la posibilidad de hacer la actividad que yo quisiera. Me dejaron probar si lo podía hacer o no. Para correr, bailar tango y hacer patín o cualquier actividad, siempre te dan la posibilidad pero sos vos el que tiene que probar si lo podés hacer o no. Es muy importante tener un guía y hacer lo que te gusta.», remarcó.
Juan es una persona muy activa y conocida en la ciudad. De hecho, hace varios años estuvo muy avocado al atletismo. Entrenó duro con una profesora y el 10 de setiembre de 2017 logró terminar una carrera de 21 kilómetros en Buenos Aires.
«Corrí media maratón, algo que nunca antes había hecho, en un grupo de ciegos. Eso me llevó un entrenamiento de casi un año y fue una experiencia hermosísima. Cada uno de nosotros iba corriendo con su guía, haciendo su propia carrera», comentó.
Además, participó de una carreras de postas en Villa La Angostura y de una en Bariloche.
«También hicimos carreras de aventura, experiencias muy lindas que van a quedar guardadas en mi corazón», confió.
«Todo lo que quise hacer lo hice: atletismo, pintura, inglés, fotografía y ahora patín», remarcó.
En 2009 hizo un taller de fotografía con máquinas digitales que emitían un sonido que indicaba el momento de la toma de la foto. En esta ocasión cada persona ciega estaba acompañada por alguien que brindaba su ayuda para que pudieran saber qué tenían delante y de este modo hacer los encuadres.
En el caso del patín tuvo una gran aliada, su amiga Fernanda. Ella lo motivó a empezar y se puso en contacto con la profesora de su hijo y de su sobrino para consultarle si Juan podía tener esta posibilidad de empezar a entrenar.
«Le dije que tenía curiosidad de saber qué se sentía andar en patines. Cuando me dijeron que sí me temblaba todo, pensaba qué lindo es que me den a posibilidad de hacerlo», dijo.
Al principio usó las ruedas ajustadas y con el tiempo comenzó a practicar con las ruedas flojas que es como se hacen las figuras.
Juan dejó unas palabras para aquellas personas que estén pasando por una dificultad o hayan perdido alguna capacidad.
«Les diría que siempre hay que salir adelante, todo cuesta, con la discapacidad todo lleva su período de adaptación. No es fácil para nadie, seas chico grande, pero con esfuerzo, empeño y ganas todo se puede», destacó.
«A mí me ayudó mucho el Centro Luis Braille y con ayuda de mis compañeros y excelentes directivos que había y que hay, pude salir adelante. No hay que desanimarse, hay que poner ganas y esfuerzo sin pensar tanto en lo que nos tocó y nos toca pasar, mantener la mente ocupada y no perder las esperanzas porque siempre vamos a poder hacer cosas», concluyó. (La Nueva). (15-04-23).