24 de Marzo: Siempre habrá alguien / Escribe Carlos Madera Murgui
Casi cinco décadas ya nos separan del comienzo de la noche dictatorial, de ese tiempo dominado por los nuncios de la muerte en un país en el que se fueron preparando con precisión homicida ( y no solo, como se intentó simplificar durante años, desde la trama militar y desde las ucronías más domésticas) las condiciones para una barbarie inédita que dejó, en el cuerpo y en la memoria social , heridas generacionales, que si bien todavía no han cicatrizado y quizá nunca lo hagan por la inmensidad del daño infligido, y que personalmente pretende que los hijos de la democracia, como se autodenominan, no solo deberían mantener latente, sino liderar el mando, por lo de siempre, por la incomodidad, por la injusticia, por la demanda, por la juventud contestataria y reclamante. Los hechos y lo atemporal de la opinión. La angustiante alegoría del sin sentido de lo que nos rodea, de la paulatina resignación de las expectativas, como si las esperanzas, los sueños inevitables cuando uno es joven, se irían atrofiando poco a poco. Lo que no alienta, mirado en perspectiva por alguien con bastantes años, es una juventud respetada, pero lejos de la utopía y la épica que marcan años de mocedad y frescura. La lucha por lo difícil es lo que marca cierto estado de la vida, donde todo se puede, o al menos se intenta. Es cierto, los tiempos han cambiado, el compromiso también, pero aunque sea en el ideario de unos pocos, debería tener mayor visibilidad. Los medios para hacerlo hoy abundan, desperdiciados en la humilde opinión de este cronista, o al menos en los temas que realmente podrían incidir en el destino cotidiano de cada uno de nosotros.
Eso sí, nos deberá encontrar, en tanto momento histórico surcado por un entusiasmo que se cree perdido, recogiendo de otro modo y vivenciando con otras sensaciones la llegada de cada 24 de marzo en que la memoria no puede dejar de hacer su trabajo redefiniendo, desde la actualidad, lo que ese pasado significó en el interior de una sociedad en la que muchas permanecen en disputa. Circunstancia retoñada en las que se sacude la calma de la dominación, suele desatarse y recobrar lo nunca olvidado del “sentido común” , biempensante clase mediero que todavía enarbola la negación de esa misma historia, con el odio, la ignorancia, el perjuicio y el racismo como amenaza recurrente, sobre la base misma de recuperación y consolidación de la democracia, nos hace reflexionar sobre la frialdad, la lejanía, la desconfianza de conceptos y pese a pasar tantos años, los hechos reivindicatorios cotidianos, nos traen a la realidad, aún incompleta. El espíritu rememorativo, va más allá de los homicidas militares que hoy continúan siendo juzgados para interrogarse por aquellas otras complicidades tanto tiempo disimuladas, silenciadas, ocultadas o simplemente negadas que involucraron a las grandes corporaciones económicas, a la jerarquía de la iglesia católica y a los principales medios de comunicación; a infames e indignos canallas colaboracionistas que por distintos motivos también deben pagar, sabe también de lineamientos generacionales y se guarda como tesoro en las canteras de la memoria popular; constituyen una parte indispensable a la hora de comprender mejor sus propias prácticas y sus propias vicisitudes históricas. Por eso cada 24 de marzo algo termina y algo comienza. Es la memoria del horror y la potencia de lo nuevo que se abre como oportunidad de emancipación.
La memoria, aunque intentemos silenciarla o reprimirla, hace su trabajo y cada tanto nos recuerda los que nos aconteció , los olvidos que intentan esconder, en lo más profundo de nuestras conciencias, las heridas traumáticas, aquellas que siguen allí señalando las deudas impagas, las tachaduras infames, los fantasmas que nos siguen habitando. No solo asesinaron personas y robaron niños y niñas, mataron y pillaron todo aquello que iba en contrapelo; convicciones, ideas, formas de vida, igualdad. Aquello que estuvo en el núcleo del discurso genocida, la despolitización de la sociedad, la homologación de política y criminalidad, y que termino por volverse parte de la escena nacional, la fortaleza yoica, la culpa familiar, “ en algo andarían”, hoy aparece encarnada por la banalidad de un amplio sector de clase política, cimentando desde la utópica república perdida, como base, para tratar de adueñarse nuevamente del poder por medios antidemocráticos, multiplicando desde el lenguaje de la anti política de la mano de la hegemonía neoliberal. El pasado dictatorial sigue haciendo sentir sus efectos hasta hoy; no existe una perspectiva uniforme en el conjunto de la sociedad que restablezca a los derechos humanos como uno de los fundamentos centrales de la legitimidad democrática. Referentes comunicacionales y dirigentes advenedizos arman año tras año y día por día discursos de violencia no propios de nuestra idiosincrasia desde sus púlpitos impolutos, la mayoría de los cuales tiene aún, mucho que explicar.
Para pensar el futuro como escenario de una sociedad que recupere sus esperanzas, es ineludiblemente, refundar y potenciar la política y su participación, en la militancia, como el único ámbito para una genuina construcción democrática, un espacio capaz de procesar sus conflictos y de inventar cotidianamente, una gramática de la igualdad y la libertad.
La decisión popular institucional mayoritaria decidió en algún momento por ordenanza, que los dorregueros tengamos en el pueblo un recuerdo permanente hacia los asesinados por el terrorismo de Estado , personalmente le agrego como hace mucho tiempo, que debería ser en la plaza principal, donde late el corazón mismo del terruño; donde nos tropecemos a diario con el recuerdo del horror vivido, pero también con la fuerza del pensamiento, de las convicciones y del compromiso. Como sociedad, deberíamos comenzar a pagar algunas de las deudas que todavía tenemos, deudas que nos recuerdan lo mucho e indispensable que queda por hacer.
Quizás algún 24 de marzo venidero comprobemos la voluntad de quien tiene la obligación de hacerlo. Nadie, absolutamente, puede saber sobre su destino, a las pruebas me remito, no sé cuántos ó quienes, otros 24 estaremos hablando de lo mismo, la ilusión de que siempre haya alguien, alimenta la tarea.
En recuerdo de mis hermanos asesinados por la dictadura y el terrorismo societario. (23-03-23).