Llevan 51 años de casados y cada fin de semana recorren 400 kilómetros para bailar en Mar del Plata

Fueron dos los pesos de moneda nacional que Elsa le pidió a Rubén aquella tarde calurosa, también de verano, en Lanús. Lo había conocido algunas semanas antes en una concurrida matinée del barrio y allí intercambiaron las primeras miradas.

Intensificaron la tensión pero no bailaron. La anécdota data del año 1964. Rubén caminaba junto a un amigo cuando distinguió a Elsa en la vereda de frente. Fue ella, con 15 años, quien cruzó para solicitarle el préstamo a él, que tenía 17: “Le di las monedas y quedamos en que me las iba a devolver al otro día en la matinée. Desde ese día no paramos de bailar”, cuenta Rubén Domínguez a TN.

El flechazo fue inmediato y la relación comenzó a fluir al ritmo de la música. Un movimiento magnético que los llevó a convertirse en la pareja más querida de la rambla de Mar del Plata, sitio en el que cada fin de semana bailan durante horas ante la atónita y cómplice mirada de los turistas.

Un amor que nació por el baile

“Actualmente vivimos en Adrogué y los viernes por la mañana hacemos los 400 kilómetros para ir a Mar del Plata. Vamos únicamente a bailar. La pasamos muy bien juntos, nos divertimos mucho”, explica Elsa, que actualmente tiene 72 años.

La pareja se casó el 11 de noviembre de 1964 tras seis años de noviazgo. Vivieron en Lanús, otro tiempo en Banfield y en 1996 compraron la casa en la que actualmente viven junto a cuatro perros.

“Los dos somos de Lanús Oeste. Yo me enamoré cuando lo vi en el baile, no sabés la pinta que tenía: de traje, con chaleco, corbata, zapatos”, recuerda Elsa. “Tuvimos dos hijos, Mariana y Adrián. Dos nietos (Adrián y Florencia) y un bisnieto que se llama Ramiro”, cuenta Rubén.

«Todos saben que venimos a Mar del Plata por el baile», expresa la pareja (Gentileza: Familia Domínguez).
La cita obligada en Mar del Plata comenzó en 1970, año en el que vacacionaron junto a sus padres, hermanos y el resto de la familia en un chalet que alquilaban en la zona de Punta Mogotes. Ambos recuerdan que fue en la ciudad balnearia -precisamente en el mítico restaurante Ambos Mundos- el donde Adrián, su hijo más grande, comió su primer puchero de gallina.

“Nos encanta ir a bailar a la rambla”

“Estuvimos nueve años sin ir porque cuando los nenes eran chiquitos nos compramos un departamento en Santa Teresita. Hasta que me cansé, lo vendí y empezamos a pasar todo el mes de febrero en Mar del Plata”, dice Rubén.

El hombre de 75 años agrega: “Con ese dinero compré un departamento de dos ambientes en Tucumán y Avenida Colón. Lo elegí ahí a propósito porque nos encanta ir a bailar a la rambla. Siempre fuimos ahí”.

Llevan 51 años de casados y cada fin de semana recorren 400 kilómetros para bailar en Mar del Plata
“Salimos del departamento lo más temprano posible. Con Elsa agarramos Plaza Colón, nos enfilamos para la rambla y ahí nos quedamos. Tipo 12 ó 13 nos vamos del departamento. Hacemos un rato de playa y después vamos a bailar”, sostiene Rubén.

Durante esas horas previas, el hábito incluye la instalación de una sombrilla para resguardarse del sol del mediodía, varios chapuzones en el mar, dos o tres rondas mates, algún juego con dados o cartas y luego a la rambla.

Frente a la Brístol y con el Hotel Provincial y el Casino a sus espaldas resulta hipnótico observarlos bailar. Lo hacen abrazados, separados, besándose o riéndose, pero siempre mirándose a los ojos.

“Vamos solos y no nos aburrimos nunca”, remarca Elsa. Su marido especifica: “Nos quedamos cuatro o cinco horas. Bailando nos mantenemos saludables y bronceados”.

“Me jubilé a fines de 2021. Fui remisero, transportista escolar, manejé y llevé gente por todo el país. Con Elsa también tuvimos un supermercado pequeño pero lo cerramos en la época del 2001. Me quedé con esos tres trabajos hasta que decidí descansar. Creo que ya me lo merezco”, dice Rubén.

“Hoy en la rambla nos conocen todos. Desde la gente que está en la calle hasta José, que canta primero, o El Tucumano, que lo sigue después. Todos saben que venimos a Mar del Plata por el baile”, manifiesta el hombre.

Para la pareja dicha práctica no responde solo al verano. “En invierno también estamos acá, porque siempre volvemos a Mar del Plata. Tengo videos en donde se ve a la gente en buzo y a mi estoy bailando en cuero. Para nosotros es una pasión”, concluye Rubén. (TN). (20-01-22).

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