Seguridad

Matan a un jubilado cada ocho días durante un robo en Capital y Provincia

En la foto, Leopoldo Mércuri, Mirta Falco, Hortensia Medina, Sofía Sliwa, Delfina del Valle Tartalo y Carlos Peker.

Indefensos. Vulnerables. Solos. Los jubilados son presas fáciles para los delincuentes. Y los números lo comprueban: en lo que va de 2018, ya hubo al menos 19 casos fatales durante asaltos registrados en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, a un promedio de uno cada ocho días.

Lo que llama la atención, al margen de la frialdad de una estadística que se mantiene respecto de años anteriores, es la violencia extrema con la que están actuando los ladrones en este tipo de delitos.

Un ejemplo cercano sucedió en el barrio porteño de Villa Pueyrredón a fines del mes pasado, cuando dos motochorros arrastraron violentamente a una jubilada para arrancarle la cartera, con la intención de robarle los pocos pesos que había retirado de un banco momentos antes.

Sofía María Sliwa tenía 78 años. El miércoles a la madrugada estaba durmiendo en su casa de Ranelagh, partido de Berazategui, junto a Gerardo Vatovec (46), uno de sus tres hijos. Cuatro delincuentes rompieron la reja de una ventana y atacaron a golpes a las víctimas. Luego de revolver todos los ambientes, escaparon con electrodomésticos y dinero.

Gerardo logró desatarse y pedir ayuda a su hermano, quien corrió dos cuadras hasta un hospital. «Me dijeron que no podían ir si no los mandaba el 911. Volví a casa y con mucha dificultad la sacamos para llevarla en el auto. Cuando llegó a la guardia ya estaba muerta», contó Guillermo, hijo de la víctima y reportero gráfico del diario El Sol, de Quilmes.

“Mary”, como la conocían, murió asfixiada con su propia dentadura postiza, producto de los golpes recibidos.

La mujer era docente de Física y Química, profesión que ejerció durante 50 años en distintas escuelas de Berazategui. Se había jubilado el año pasado, después de superar un cáncer de colon por el que tuvo que someterse a un duro tratamiento.

A pesar de su retiro, seguía participando de talleres y cursos y se había incorporado a un grupo de la tercera edad de la Universidad de Quilmes. Había estudiado Grafología y estaba tomando clases de Francés. Además, tenía una columna en un programa de radio local y escribía poemas. “Era una persona muy coqueta. Estaba siempre de punta en blanco. Se pintaba hasta para ir a comprar el pan”, recuerda Guillermo.

El de Sliwa no fue un caso aislado. Según un relevamiento de Clarín, en los primeros 164 días del año murieron 14 personas mayores de 60 años en la Provincia y otras 5 en la ciudad de Buenos Aires. Todas víctimas de la inseguridad.

Mar del Plata es donde mayor cantidad de crímenes hubo, con cinco hechos. Allí murieron Antonio Szapiel (73), Antonio Coniglio (96), el matrimonio de Oscar «Cacho» Luongo (80) y Mirta Falco (81), más Carla Brunetti (75).

Szapiel perdió la vida cuando manejaba un taxi y lo chocó un ladrón que escapaba tras robar un auto. Coniglio fue golpeado y apuñalado en su casa, al igual que la pareja. El último homicidio fue el de Brunetti, el domingo pasado: la estrangularon para robarle.

Los otros distritos bonaerenses donde ocurrieron los asesinatos, con un caso cada uno, fueron Escobar, Florencio Varela, Lanús, Morón, San Isidro, Tres de Febrero, Tigre y Zárate.

En la Capital hubo dos jubilados muertos en Barracas, uno en La Paternal, uno en Caballito y uno en Villa Santa Rita, todos en robos. En este último, el ingeniero Roque Terreu, que con 84 años seguía dando clases en la Universidad de Morón, fue apuñalado en su casa. Su esposa, de 88, fue internada en grave estado. Los ladrones siguen prófugos.

La mayoría de las víctimas (seis) murió acuchillada. Otras cinco fueron baleadas. Siete eran mujeres y 12, hombres.

Eugenio Semino (66) es defensor de la Tercera Edad y lleva cuatro décadas trabajando con adultos mayores. En diálogo con Clarín, marca que desde hace unos 15 años empezaron a notar «un fenómeno distinto» al que se registraba hasta entonces.

«La estafa era el delito habitual, pero desde entonces se empezaron a ver delitos con violencia, con ingresos a domicilios y con un grado de inteligencia previa a la comisión del hecho», cuenta.

Semino admite que «en muchos casos hay agresiones con armas blancas o con elementos contundentes» y «se utiliza una fuerza mucho mayor a la necesaria para vencer la resistencia de la víctima». Según dice, de 200 consultas diarias con jubilados, «no hay día que no te cuenten una decena de casos vinculados con la inseguridad».

Pero al margen de las secuelas físicas, también están las psicológicas. Hay muchas situaciones en las que las víctimas mueren varias semanas después de un asalto, producto de la angustia provocada durante un momento de tensión y violencia, que no figuran en las estadísticas criminales.

«Hay un efecto no visto que es un efecto problemático, que es el shock postraumático», explica Semino. «Los viejos vivimos en un equilibrio inestable desde el punto de vista orgánico, y cuando se da un hecho de violencia ese equilibrio se rompe y nadie ve las consecuencias», añade.

El ombudsman especula que la extrema saña por parte de los asaltantes contra los adultos mayores puede atribuirse a que «frente al viejo, rompen el espejo que adelanta lo que ellos no pueden ser».

«No pegarle a una abuelita ya no es un límite. Hoy está muy exacerbado el tema», concluye Semino. (Fuente y foto: Clarín).

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