«Cocinar me ayudó a sanar», dijo la chef que venció al cáncer y llegará para la próxima Fiesta del Olivo
Juliana López May será la cocinera que llegará este año a nuestra ciudad para participar de la 10º Fiesta Provincial del Olivo. Se la conoce como la cocinera saludable, porque prepara platos que son un claro reflejo de su espíritu sano y natural.
Con la ayuda de Ramiro, su esposo y encargado del aspecto comercial, está embarcada en más de un emprendimiento en el mundo culinario. Juliana, que prefiere que le digan cocinera y no chef, es una de las referentes más importantes del mundo gastronómico que, curiosamente, elige el perfil bajo y mantenerse alejada de la televisión, donde trascendió a partir de sus ciclos en el canal El Gourmet. “Me lleva mucho tiempo y la verdad es que no tengo ganas. Tengo otras labores más entretenidas y menos esclavizantes”, explica sin titubeos. “Soy una cocinera que se tiene mucha confianza y tengo la intuición para que me vaya bien en cada emprendimiento. Puede fallar, eh, pero yo confío plenamente en mí y con eso me alcanza”.
¿Serías tu primera clienta?
Totalmente. Lo soy, ja.
¿Cuál es tu máximo de tiempo para preparar una buena cena?
Nunca más de veinticinco minutos, media hora. Y te aseguro que te hago quedar como los dioses.
Hoy están de moda que los platos sean sofisticados, ¿no te preocupa ser tildada de “básica”?
Como decía, a mí me gusta que la cocina sea simple, replicable y disfrutable. Y la rapidez es un valor agregado que para mí es esencial. No podría hacer algo que demore años en ser cocinado y preparado. No me gusta que necesites decenas de electrodomésticos para preparar un plato, es un embole… Yo soy de usar mucho la mano.
¿Algún hábito antes de cocinar?
Pongo música cantada por mujeres y no empiezo a cocinar sin antes lavarme bien las manos y ponerme un delantal.
Hay muchos nombres propios en el mundo de la cocina y programas de televisión. ¿Qué pasa entre la comida y los medios?
La gastronomía está de moda. Eso está más que claro. Y los ciclos de televisión que transcurren en una cocina explotan, todos los canales quieren tener uno y hoy los cocineros somos como “rockstars”.
¿Por qué?
Porque el programa preferido de los argentinos es juntarse a comer. Es el único programa que no tiene edad
y vamos a comer hasta que nos muramos. Y somos “rockstars”: la gente nos escucha, nos sigue, toma nota de lo que recomendamos, sacamos libros en vez de discos y hasta firmamos autógrafos. Una locura, es raro.
¿Y cuál es la razón por la que vos no estás en la tele?
Me gusta la intimidad, no lo masivo.
Raro también lo tuyo, ¿no?
Me corrijo: soy una intimista con mucha exposición, porque escribo libros, columnas en revistas, doy clases, tengo una activa página web y presencia en las redes sociales (90 mil seguidores en Instagram) y tuve programas en El Gourmet.
¿Hay mucha competencia entre tantos chefs? ¿Se sacan los ojos?
No, para nada. Es un gremio amigo y solidario. No hay codazos ni cuchillazos con nadie, je.
¿Hay público para todos?
Está la gente que sigue a Dolly, a Donato, a Narda, a Maru Botana, a Pedro Lambertini y la que me sigue a mí. En la cocina no está todo inventado, cada día puede aparecer una receta nueva, por eso creo que todos los que nos dedicamos a este oficio tenemos un nicho. Nos identifican por un determinado sabor.
¿Cuál sería el sabor de las comidas de Juliana López May?
Todos me dicen que mis comidas tienen un sabor familiar y casero, que es simple y sofisticado. Me dicen que recuperé la cocina de la abuela. Por ejemplo, hoy hice un pastel de maíz con queso ahumado.
¿Qué comen tus hijos en casa?
Nada de McDonald´s ni gaseosas, están prohibidos. Tampoco hay galletitas ni dulces, salvo en eventos pero tampoco hay papas fritas o chizitos. Hay sanguchitos preparados por mí, budines y tortas caseros. No les hago panchos ni pizzetas, porque de lo contrario en dos horas embuchan lo mismo que normalmente comen en un día.
La cocina venció al cáncer
López May tuvo su primer acercamiento con la cocina a los 17 años por fuerza mayor. Se enfermó y tuvo que hacer quimioterapia durante un año, tratamiento que la recluyó en su casa, especialmente, en la cocina, su refugio preferido. “Tuve un linfoma y al tiempo tuve un autotransplante de médula. La verdad es que fue un año bravo, pero siento que me curé cocinando, porque me la pasaba mirando Utilísima”.
¿De verdad creés que la cocina te ayudó a sanarte?
Sí, no tengo dudas. La sanación a través de la acción. Yo estaba mal, llena de aftas en la boca y más allá del hambre que tenía no podía comer nada. Cuando hacés ‘quimio’ estás llena de privaciones; sin embargo, insistía en la cocina, preparando lo que se me venía a la cabeza.
Hasta que te recuperaste y Francis Mallmann se cruzó en tu camino…
A los 19 años hice una pasantía con él, con quien estuve hasta los 26, cuando abrí mi propio restorán, El Círculo. Él me inculcó el respeto por la materia prima que es uno de los pilares de mi carrera.
Hasta que te independizaste… ¿Cómo fue tu experiencia con El Círculo, tu restorán?
Yo no soy un bicho de restorán, nunca lo fui, siempre me costó mucho esa monotonía. No me gusta la rigurosidad, todo el tiempo haciendo lo mismo. Cuando estuvo abierto El Círculo (entre 2001 y 2006) estaba esclavizada, mañana, tarde y noche, y no había tanta devolución económica, y sí mucha exigencia del público. Entonces me planteé: o vivo o trabajo…
Y lo cerraste…
Sí, fue una de las decisiones más felices de mi vida. (www.mundodigital.com.ar)