POR CARLOS MADERA (*)
En el discurso de siempre el presidente Mauricio Macri fustiga reiteradamente a “los que regalan el presente y dejan sin futuro”. Un clásico reproche al populismo que formuló casi con las mismas palabras de alguna vez del escritor Mario Vargas Llosa. Una forma de describir-denostar al “populismo” que gasta lo que no hay.
Puede interpretarse como un slogan que simplifica los dichos de Javier González Fraga, premiado con la presidencia del Banco Nación por sus sabias palabras. La gente, recordemos, se cree con derechos, hay quien se los concede, perjudicándolos.
Analistas oficialistas y académicos tradujeron a Macri como un hombre enojado con la realidad y en plan de campaña. Por una vez, se puede coincidir con ellos. La realidad provee sobrados motivos para enojarse, allí se coincide.
En la narrativa macrista hay un pasado oprobioso (que fue presente tangible hasta 2015) a superar. El presente no termina de florecer pero el futuro promisorio está cada vez más cerca.
Es un porvenir móvil, que se desplazó del doloroso segundo semestre de 2016 a los meses próximos. Macri se entusiasma aunque lo no ecualice con las palabras. Ya florece la economía, ya se reduce la inflación, ya están “sentadas las bases” para crear “decenas de miles de puestos de trabajo”, mantra que repitió varias veces en el Congreso.
El punto flojo es que lo que aumentan son el desempleo, los despidos y las suspensiones. La ventura colectiva es promesa que no concuerda con las vivencias cotidianas.
Polarizar contra el kirchnerismo es una táctica de campaña,casi una táctica de supervivencia pro-radical. Como en el fútbol no es sensato lapidarlas en teoría, hasta que se palpen los resultados. Pero hay un hecho irrefutable: Cambiemos no es más oposición: lleva un largo trecho gobernando.
Las elecciones en sistemas estables, se entiende, las gana y las pierden los oficialismos. No por ser “oposición de la oposición” sino por tener un grado de aprobación masivo.
Muchas argentinos y argentinas están peor que hace dieciseis meses ya, y ese colectivo crece. Tal vez vayan advirtiendo que el oficialismo les sustrae el presente (en el que a minorías concentradas les va bárbaro) y que el futuro es borroso. El neo conservadorismo no distribuye lo que hay, mira vos, ni lo que hay, ni lo que no hay.
A quienes perdieron trabajo o ingresos no les será sencillo recuperarlos, hay experiencias cercanas que aleccionan en ese sentido. Por ahí habrá votantes de Cambiemos que reparen en que la derecha sustrae el presente, que es concreto y no virtual, la cancha más fuerte de los que piensan el oficialismo.
En un plano ideológico apuntemos que a los trabajadores argentinos nadie les regaló nada. Soportaron las crisis, las carencias, el corralito, los anteriores cierres de fábricas y conversión de ciudades pujantes en poblaciones fantasmas. Se organizaron en comedores populares, clubs del trueque, cooperativas de todo tipo. No reaccionaron con violencia ante las privaciones. Se reconvirtieron cuando fue menester para volver a laburar. Y trabajan mucho, por salarios y derechos que en promedio son todavía altos para la región según que el mismo macrismo-radical quiere reducir o eliminar en aras de “la competitividad”.
El macrismo archivó la promesa de “pobreza cero” sin retractar su visión ideológica, este es un gobierno para pocos. Se puntualiza menos, porque la alusión a las clases sociales pasó de moda en las universidades privadas fuentes de toda razón, pero es también un gobierno de “empleadores” si usted prefiere la corrección académica.
El modelo macrista, claman sus cultores, no cierra sin una mejora de la “competitividad”, cuya clave es reducir el “costo laboral”, un modo piadoso de hablar de las cargas sociales y los sueldos. Esto es, el ingreso directo y la protección a los laburantes.
Los despidos y las suspensiones que preanuncian una nueva oleada son herramientas, clásicas, para aumentar la masa de desocupados. En ese rubro el macrismo es exitoso, triunfo que camufla con gesto compungido. La reducción del valor adquisitivo de los salarios o prestaciones sociales redondea el objetivo. Pero no alcanza: es necesario desbaratar o minimizar el conjunto de derechos y conquistas de los trabajadores, ocupados o no.
Las diferencias entre la época de la dictadura, la del neo conservadorismo y la actual son siderales en muchos aspectos, que sería necio ignorar o subestimar. Pero hay denominadores comunes: hay que “flexibilizar”, hay que domesticar los reclamos sociales, hay que reformar a la baja los derechos laborales. La economía política M viene cumpliendo su labor. Se redistribuyó regresivamente el ingreso, bajó el consumo popular, la estabilidad de los laburantes está en vilo tras doce años sin despidos masivos. Pero la refundación neoconservadora necesita forjar su propia legalidad, que implica derogar o limar las conquistas de doce años de avances, tan innegables como insuficientes.
# Conductor de Dorrego Despierta, de lunes a viernes, de 7 a 9 por LA DORREGO.
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