Cultura

LA HISTORIA DE LA SEMANA: La amistad de dos paisanos

Atahualpa Yupanqui , en el Cine San Martín, Octubre de 1989 – Última visita de don Ata a nuestro púeblo – En la foto aparece junto a Elías Melán (uno de los fundadores de la Peña Nativista) y Carlos Yema, yupanqueano de alma, fiel difusor de su obra

POR FABIÁN ENZO BARDA

(CON AUDIO) – En las famosas entrevistas que Soler Serrano hiciera para la Televisión Española con Atahualpa Yupanqui, Don ata contó una de sus anécdotas más profundas.

Yupanqui: – Justino Leiba… era un hombre… ya tenía bigote gris… ¿qué es un amigo pa usted Justino? – hablando así, entre ellos – ¿qué es un amigo pa usted Don Justino? A Don Leiba, el del bigote gris, un poco marrón acá por el tabaquito… dejaba su cigarrito acá y le tenía su bigote… y dijo una cosa que, todo el mundo se rió, y yo acompañé la sonrisa o la risa de la gente sin darme cuenta. Años después me di cuenta que había “ahondao”, que había dicho cosas con tercera dimensión…

Serrano:- ¿Qué había dicho exactamente?

Yupanqui: – ¿Qué es un amigo pa usted?… un amigo… y lo pensó, y fumó… dos pitaditas… y dijo: Un amigo… es uno mismo, con otro cuero.
La historia de esta semana es un canto a la amistad y rescata la relación entre Don Atahualpa Yupanqui y Pedro Iribarne, fundador y alma mater de la Peña Nativista de Coronel Dorrego.

Durante 1962, año del fallecimiento de su madre, Atahualpa visita por primera vez Coronel Dorrego. Surge entonces, principios de la década del `60, la más respetuosa y profunda de las relaciones de un artista; más que con hombre – Pedro Iribarne – o con una institución – La Peña Nativista – con un ideal que era el mismo que él abrazó al comenzar a recorrer caminos.

Aquella visión de un hombre que en desveladas madrugadas veía crecer yuyos, en un terrible año de sequía, en los techos de las casas, es el reflejo de un pago que el entró hondo en el alma.
París, Buenos Aires, Tokio, Cerro Colorado . . . distancias que se acortaban con el mensaje alentador para la misión de Dorrego en la tradición surera, preocupado por el destino de la patria y su canto nativo.

Volvió en 1989, casi a despedirse; como uno más, a llenarse el alma de surerìa, a buscar en los adoquines del Dorrego de Iribarne, huellas que el tiempo no borrará jamás.

La historia de una amistad entre dos hombres que son la referencia ineludible a que hay algo más que el cortoplacismo y que se puede proyectar hacia el futuro utopías, amistad de hombres para los cuales el sino de la vida estaba marcado: “es mi destino: piedra y camino/ de un sueño lejano y bello/ soy peregrino”.

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